2021-11-13 19:12:00
Seguramente has advertido el carácter que por naturaleza tienen los perros de raza: éstos son mansísimos con los que conocen y a los que están habituados, pero todo lo contrario frente a los desconocidos.
- Ahora lo veo.
- Se trata, pues, de algo posible -declaré-, y nuestra búsqueda de un guardián de esa índole no va contra la naturaleza.
- No parece ir contra la naturaleza.
- Ahora bien, ¿no te parece que, para llegar a ser un verdadero guardián, se requiere aún algo más que lo dicho?, a la fogosidad, añadir el ser filósofo por naturaleza.
- ¿Cómo? - inquirió Glaucón-. No me doy cuenta.
- También esto percibirás en los perros: algo digno de admiración en un animal.
- ¿Qué cosa?
- Que, al ver un desconocido, aun cuando no haya sufrido antes nada malo de parte de éste, se enfurece con él; en cambio, al ver a un conocido, aunque éste jamás le haya hecho bien alguno, lo recibe con alegría.
¿No te has maravillado nunca de eso?
- Hasta ahora no había prestado mucha atención a eso -respondió Glaucón-, pero es patente que obra de esa manera.
- Bien, ése es un rasgo exquisito de la naturaleza del perro, el de ser verdaderamente amante del conocimiento, o sea, filósofo.
- ¿De qué modo?
- De este modo: no distingue un aspecto amigo de un enemigo por ningún otro medio que por haber conocido el primero y desconocido el segundo, y bien cómo no habría de ser amante de aprender quien delimita mediante el conocimiento y el desconocimiento lo propio de lo ajeno?
- No puede ser de ninguna otra manera.
- ¿Y acaso no es lo mismo - proseguí- el ser amante de aprender y el ser filósofo?
- Es lo mismo, en efecto.
-Platón. La República, II, 375e.
456 views16:12