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'JESÚS ME DESAFÍA' Me enfurezco, y Él me dice: «Perdona». T | Conforme al 🤍 de Dios

"JESÚS ME DESAFÍA"

Me enfurezco, y Él me dice: «Perdona».
Tengo miedo, y Él me dice: «Sigue».
Quiero tranquilidad, y Él me solivianta.
Dudo, y Él me dice: «Confía».
Quiero madurar y Él me trata como a un niño.
Busco riquezas, y Él me dice: «Despréndete».
Quiero brillar, y Él me pide orar escondido.
Fabrico planes, y Él me dice: «Déjalos».
Quiero ser jefe, y Él me manda a servir.
Me angustio, y Él me dice: «Tranquilo».
Quiero esconderme, y Él libra por mí.
Hablo de paz, y Él me dice: «Dispara».
Quiero mandar, y Él hace que lo obedezca.
Saco mi espada, y Él me dice: «Ríndete».
Quiero el cielo, y Él me lanza a la tierra.
Creo que soy bueno, y Él me dice: «Mejora».
Quiero volver, y Él me incluye en la diáspora.
Me acuesto a dormir, y Él me dice: «Despierta».
Quiero claridad, y Él escribe metáforas.

Siempre leo y veo a un Jesús que va, que viene, que sube a barcas, que baja montes, que entra en casas, que sale de templos, que habla en las calles y plazas; un Jesús que limpia y sana, un Jesús que no se esperaba a mañana. Siempre leo a un Jesús activo, apasionado, enfocado, dispuesto, ordenado, positivo, que tiene marcado un mapa en él una ruta. Nunca leí a un Jesús esperando, mudo, gris, estático, sin acción ni, mucho menos, perezoso.

Jairo buscó a Jesús desesperado; su hija había muerto; le pidió que viniera, le dijo qué creía necesitar y declaró en fe: hay una fe de resurrección que solo existe cuando aun después de la muerte hablas como si todo estuviera vivo.

Hay un orden para activarla. Lo increíble de esta pequeña historia es que mientras Jesús caminaba hacia la hija de Jairo, hizo otro milagro al pasar.

La mujer del manto nos muestra otro tipo de fe: fue, habló con ella en silencio, hizo y creyó mientras accionaba.

Cuando Jesús piensa, camina, habla o se mueve, milagros suceden en el momento, a centímetros y a distancias incalculables, Él es dueño del tiempo y del espacio.

No te limites, ve más allá. Jesús logró tanto en una época tan llena de odio y enojo porque nunca se quedó en una sinagoga; muchos no hubieran sabido nada de Él si no hubiera ido y cruzado, jamás se quedó estático. Las paredes de la sinagoga no pudieron detenerlo, ni encerrarlo; ni los juicios ni los murmullos detuvieron Su propósito.

Vayamos más allá de nuestras competencias, necesitamos buscar incentivos en el alma, que nos empujen a ir más allá de lo que nuestros talentos o dones delimitan. Seamos como Él.

#danielhabif