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El 10 de abril de 1941, Degrelle escribió a Hitler: Führer, | La religión en el Nacional Socialismo

El 10 de abril de 1941, Degrelle escribió a Hitler:

Führer,

Han pasado meses desde que regresé de las prisiones francesas.
Y desde esos meses he sido un testigo inactivo del heroico y magnífico esfuerzo de la juventud alemana, creando la mayor epopeya de todos los tiempos.


Seguramente debe comprender, Führer, lo que pasa en mi alma: el destino de mi país está en suspenso; mientras la guerra no termine, soy perfectamente consciente de que no se dará ninguna solución a Bélgica. Después de seis años de lucha muy violenta, después de meses de mazmorras y tormentos, siento que me han entregado a un paro que es mucho más duro para mí que las luchas del pasado y los tormentos en las cárceles.

Soy paciente. Esperaré con calma la hora en que tu sabiduría decidirá el destino de Occidente. Lo que me pesa no es la espera, sino la total inactividad a la que estoy sometido, mientras todos tus Jóvenes luchan y pelean en el sacrificio y la gloria.

Pensar que en esta hora incomparable del destino estoy inmóvil y estéril, es particularmente amargo. A mí también me gustaría luchar, pelear, convertirme, con tu Juventud, en un solo bloque de fe, valor y voluntad.

Es para salir de esta inacción que me dirijo a usted, Führer, para obtener de usted el gran honor de poder luchar, fraternalmente, al lado de sus soldados.

Mientras dure la guerra no podré ser útil políticamente. Permítame, entonces, Führer, poner mi fuerza y mi juventud a su disposición en los campos de batalla.

Sé que los extranjeros no pueden luchar en sus ejércitos. ¿Pero no he sufrido lo suficiente por el Tercer Reich en el curso de mi lucha y en las profundidades de diecinueve mazmorras sucesivas para que usted ordene una excepción para mí? Llámeme donde quiera, a la fuerza aérea, a las Panzerdivisionen, al puesto más modesto o al más ingrato de las SS, donde sea, estaré feliz y orgulloso de poner mi vida a disposición de tu ideal.

Führer, estoy seguro de que no me negará esta alegría.

Recordarás al joven que, ya en 1936, vino a Berlín para traerte el saludo de REX.

Recordarás el vigor con el que en Rex defendimos el derecho a la vida de Alemania y los principios del nacionalsocialismo durante la larga lucha rexista.

Por último, recordará, Führer, a mis pobres camaradas rexistas asesinados en 1940 y a los miles de otros que, conmigo, vivieron las privaciones y los tormentos de las cárceles.

Estoy convencido de que me permitirá unirme a los esfuerzos de la juventud del Tercer Reich y alistarme voluntariamente entre sus tropas. Seré infinitamente feliz, a pesar de mi apego a mi hogar y a mis cuatro hijos pequeños, de conocer el destino militar de su heroica juventud.

Que Dios, Führer, lleve sus banderas a la victoria y a la paz.

~ Leon Degrelle. - Cahiers D'Histoire De La Seconde Guerre Mondiale, 1978.