Eva rondaba la treintena cuando se quedó en paro, después de que uno de los proyectos para los que trabajaba terminase. Había estudiado trabajo social. “Es muy vocacional, pero muy precario”, admite. Entonces decidió explorar un camino que nunca había barajado: una oposición. Alfonso, sin embargo, tenía un buen salario en una multinacional pero se sentía estancado. “Solo me ofrecían irme fuera de España”, cuenta. Con dos niños de cuatro y un año, no era una posibilidad, así que optó por una excedencia por cuidados, que ahora compagina con el estudio para lograr una plaza pública. Tiene 43 años.
Cada vez son más quienes abandonan el sector privado para lanzarse a estudiar una oposición pasados los 30. Estas son sus historias y motivos https://lee.eldiario.es/32bdda
