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La historia de este viaje comenzó en 2016 cuando me vine a Car | Inna Afinogenova

La historia de este viaje comenzó en 2016 cuando me vine a Caracas por trabajo y me quedé absolutamente abrumada por lo bella, cálida y rica que era. Desde entonces soñé con volver a Venezuela de vacaciones, mejor con mi gente querida, para que también la conozcan a ver si sienten eso mismo que sentí yo al pisar este país por primera vez.

Pasaron unos cinco años (muy difíciles para Venezuela) y aquí estamos: mi pareja, nuestros dos queridos amigos, y yo. Un viaje que parecía difícil de emprender se organizó entero en dos semanas: la aerolínea venezolana Conviasa tiene un vuelo directo de Moscú a Caracas y ahora mismo ofrecen una tarifa del 2x1 en este trayecto. Este fue el factor determinante: 12 horas, sin escalas, sin controles adicionales y por un precio muy económico para un vuelo transoceánico.

Y qué feliz estoy ahora, gente. De reencontrarme con mis amigos de aquí, volver a ver este paisaje, sentir esta calidez humana, meterme en el mar Caribe, comer empanadas, y, sobre todo, ver a mis amigos y a mi pareja moscovitas de adopción enamorarse de este lugar, igual que me pasó a mí hace cinco años.

Estoy muy acostumbrada a leer en redes el dichoso “por qué no te vienes una semana a Venezuela” que, dependiendo de si viniste o no, cambia por el “por qué no te vienes a vivir a Venezuela”. Yo no voy a negar las dificultades que está pasando mucha gente en este país. Soy y siempre he sido consciente de lo que sucede (y también del porqué o al menos de algunos de los porqués, aunque eso es precisamente lo que genera los debates más acalorados).

Pero no puedo dejar de pensar en cómo en tan solo unos años se ha logrado- mediante un esfuerzo coordinado entre medios, políticos, voceros de todo tipo- convertir en el imaginario colectivo a un país tan hermoso en un Mordor, un país al que no se va de vacaciones, del que se escapa, al que no se vuelve, un paria. Y no sé cuánto han contribuido los propios venezolanos (o, mejor dicho, algunos de ellos) a crear y a alimentar ese mito con su “por qué no te vienes a probar un trocito de comunismo aquí”.

Sin entrar en el tema de la enorme imprecisión (por decirlo con un eufemismo) que supone llamar a esto (o a cualquier cosa con la que no estés de acuerdo o no te guste) de ese modo, he de decirles que ya lo hice y que me gustó tanto su país que repetí y que si la vida me da la oportunidad, volveré a hacerlo cuando me sea posible.

¡Muchísimas gracias a todos los venezolanos que me enviaron sus mensajes de bienvenida!

Y los compañeros que me buscaron para entrevistas, reuniones y demás: les agradezco muchísimo, pero en estos días no quiero hacer nada que se parezca mínimamente a trabajar. Vine a disfrutar de su hermoso país y ustedes sabrán mejor que nadie que en platós de televisión y en despachos oficiales no se disfruta tanto como en una de sus calles o sus playitas. También está el tema de que con toda la gente a la que tengo que ver y todas las cosas que tengo programadas para estos pocos días, me es materialmente imposible encontrar tiempo para más, de verdad que lo lamento, pero ya habrá tiempo más adelante.