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En otoño de 2022, tras la contraofensiva exitosa de Ucrania, l | Inna Afinogenova

En otoño de 2022, tras la contraofensiva exitosa de Ucrania, la propaganda bélica que abunda por estos lares (no es solo cosa de Rusia) creó unas expectativas desmesuradas alrededor de lo que podría hacer el ejército de ese país, totalmente dependiente del bloque de la OTAN. Y las expectativas no siempre coinciden luego con la realidad, como bien sabemos.

La realidad es que miles de millones de dólares en efectivo y en armamento no han traído, por el momento, los resultados esperados, y los principales donantes empiezan a revisar sus volúmenes de “ayuda” a Ucrania y a repensar sus estrategias.

Al fin y al cabo, para ellos esta guerra siempre ha sido una inversión (y también una posibilidad de conseguir unos objetivos geopolíticos que poco tienen que ver con la cacareada ayuda al pueblo ucraniano). Y cuando una inversión no resulta rentable, pues se retira el dinero.

Hablamos del periplo de Volodymyr Zelenski por conseguir más financiación para continuar la guerra frente a un escepticismo generalizado acerca de su desenlace y a una Rusia que toma la iniciativa en el frente.