2022-08-14 16:49:16
Cuando hace 14 años nació mi primer hija, pensé que este mundo no es lo suficientemente empático y adecuado para las mujeres. Me dio pena que fuera mujer. Y pensé lo mucho que iba a sufrir por su condición.
Pensaba todo eso, porque venía de un país verdaderamente machista, donde las mujeres eran tratadas como meros trapos. En mi infancia viví, vi y presencié decenas de maltratos físicos y psíquicos hacia ellas. En mi casa hemos recibido millones de veces a mujeres del pueblo, cuyos maridos, borrachos y agresivos, echaban a golpes en plena noche y en pleno invierno, junto a sus 5 o 6 hijitos en edad preescolar, asustados, con los ojitos empapados en lágrimas y descalzos porque no tuvieron tiempo de ponerse los zapatos al huir de su progenitor violento y rugiente. Les despertaba en mitad de la noche y les empezaba a pegar. Así, porque si. Por demostrar su “valía” y por hacer notar la llegada del “hombre de la casa” al hogar. Si es que ese sitio podía llamarse hogar…
En ese entonces yo solo era una niña. No entendía muy bien lo que pasaba pero era lo suficientemente mayor para entender que eso no estaba bien. Algo marchaba mal en el mundo para que esas cosas pasaran. Agradezco a Dios el hecho de no haberlo vivido en mi propia carne, ya que tuve la bendición de tener un papá amoroso, cariñoso y compasivo, que además de recibir a esas mujeres en su casa, se enfrentaba al “galán” que las perseguía.
Cuando llegué a España, vi un panorama muy diferente. Al principio, me pareció un paraíso para las mujeres. Comparándolo con Rumanía… vivir aquí era un LUJO. Podía respirar tranquila: los hombres no me acosaban en la calle, no me silbaban, no me miraban con ojos de deseo… simplemente coexistían junto a las mujeres, como seres humanos que somos. Me sentí aliviada.
Con el paso de los años, empezó a suceder un fenómeno extraño. Las mujeres tomaron el mando (no lo veía mal) pero abusaron de él, igual que lo hacían los hombres en mi país. “No somos diferentes a ellos”, pensé. Solo no teníamos poder. Pero ahora que nos lo dieron, demostramos ser IGUAL o peor a ellos. Peor, porque la mujer es más astuta, más ágil, más retorcida, más calculadora… y puede hacer mucho más daño si se lo propone. Dale un poco de poder y te lo demostrará. Y lo demostró. No entraré en detalles de porqué ni cómo ni cuál… porque todos sabemos de sobra lo que sucede en España con la LIVG, los chiringuitos feministas y de género, la discriminación que se le hace el hombre por el mero hecho de serlo, y mil barbaridades más…
¡NO SOMOS DIFERENTES A ELLOS! 
Cambiaron los roles. Pero el daño sigue siendo el mismo. Quizás no les pegamos, ni les dejamos moretones… porque no tenemos su fuerza física, pero no todo es daño físico. El daño psicológico, el separarles de sus hijos, el quitarles todo lo que pudieron ahorrar en una vida, las denuncias falsas, el manchar su reputación,… todo eso y más, deja en ellos una herida igual de grande que las heridas de esas mujeres que os contaba al principio.
Toda esta agenda de género que tiene fines muy oscuros y cuyos hilos están siendo movidos con un objetivo muy claro, no hizo otra cosa que abrir una brecha muy dolorosa y difícil de reparar entre el hombre y la mujer. Se buscó su enfrentamiento y se consiguió. Hoy, mujeres y hombres vivimos en guerra. Nos tememos los unos a los otros. Vivimos a la defensiva. Tomamos medidas para ello ”por si acaso”. Nos enseñaron a odiarnos, a tenernos miedo, a desconfiarnos… pero no fue ese el plan desde el principio. El plan era que juntos formáramos familias, que juntos criáramos hijos, que juntos construyéramos hogares… Ese plan está destruido. Y hoy, pocas parejas se aman, confían mutuamente el uno en el otro y se perciben como parte de la misma familia… porque LOS DE ARRIBA consiguieron enfrentarles.
Ahora que tengo un VARÓN, y que pasaron 14 años y tantas cosas cambiaron desde que tuve a mi hija, veo las cosas de forma muy diferente. Ahora, también me da pena mi hijo.
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