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P. Pablo Achem

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Meditación y enlace para la Misa

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Los últimos mensajes

2021-12-09 00:29:32 LA VIRGEN ES MI MAMÁ



La Virgen es mi mamá, es la mamá de cada uno de nosotros. ¿Qué es para mí la mamá, mi mamá? Mi mamá ha sido la creatura elegida por Dios para colaborar con él para darme la vida, la que me ha enseñado a comer y que, antes, me ha dado de comer un poco de sí misma en mis primeros meses de vida. Hay una gran analogía entre la mamá que he tenido sobre la tierra y la mamá que he recibido del cielo, o sea la Virgen. También la Virgen ha colaborado con Dios en darme la vida espiritual. Si yo puedo levantar mi mirada hacia el cielo y decir: “Padre nuestro, que estás en cielos...”, si puedo tomar en mano la hostia consagrada y decir: “Jesús, tú eres mi hermano...”, lo debo al amor del Padre, a la generosidad del Hijo, al calor del Espíritu Santo que habita en mí, pero también a aquel “sí” generoso que ha llevado a la Virgen a aceptar ser la mamá de Jesús con todas sus consecuencias, hasta ser mi corredentora sobre el monte Calvario. Por eso yo puedo verdaderamente decir: la Virgen ha colaborado con Dios para generarme a la gracia, para darme la vida. Si debo arrodillarme frente a mi mamá y agradecerle el don que me ha hecho, colaborando con Dios para darme la vida natural, igualmente debo postrarme frente a la Virgen que me ha ayudado a ser hijo de Dios. Si mi mamá me ha dado su leche, o sea algo de sí misma, aquel Cristo que tomamos en comida ¿no es acaso carne de María? Esa sangre divina que bebemos ¿no era antes sangre de María? ¿No hay continuidad en la línea de la sangre entre la Virgen y Cristo? No les parece que la Virgen pueda decir: “Si tu mamá te ha dado la leche, yo te he dado algo más: te he dado a mi hijo, te he dado mi sangre, sigo dándote mi sangre y mi carne”.

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2021-12-08 01:32:41 EL SANTO ES UN REVOLUCIONARIO



En nosotros debe haber un verdadero amor para con los hermanos. ¿Recuerdan la fábula del lobo y del cordero? El lobo fue a confesarse y se acusó de haber robado una cosa y otra. A un momento vio pasar un cordero y dijo: “Padre, mi dé pronto la penitencia porque no puedo más...”. El confesor creía que tuviese dolor de los pecados, pero el lobo volvió a insistir: “apúrese, de lo contrario el cordero se va y no lo agarro más”. Debe haber en nosotros esta sed de almas. Por eso, si yo me encuentro con personas o si entro en una casa, debo de repente emprender el discurso, debo sentir dentro de mí algo que me impulsa a elevar aquellas almas. Casi como el Niño Jesús que del seno purísimo de la Virgen comenzó a lanzar sus rayos de amor hacia el pequeño Bautista que todavía no había nacido. ¡Nosotros somos los portadores de Cristo, hijos! Estas cosas se entienden sólo a los pies del tabernáculo. Cuando ustedes tendrán un corazón grande, ustedes tendrán un poder de expansión, encontrarán siempre ideas nuevas. Observen a los santos: encontraban siempre algo nuevo, eran inventores, mientras los otros son simples repetidores. El santo inventa siempre algo nuevo porque está lleno de amor y el amor da un poder de expansión. El santo es un revolucionario porque está impulsado por el amor de Dios.

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2021-12-02 18:49:06 UN ÚNICO AMOR: HACER LA VOLUNTAD DE DIOS



Amigos míos, si analizamos la vida de Jesús, la vida de nuestra buena mamá, la Virgen, la vida de los santos, descubrimos que los santos tenían este ideal en frente: hacer la voluntad de Dios. La chispa de vuestro amor hacia Dios nace aquí. Si no tienen este deseo de hacer la voluntad de Dios, ¡cambien de camino! Porque, aunque fueran unos organizadores extraordinarios, pero trabajaran humanamente, serían una campanita que sigue tocando, pero que no entra jamás a la iglesia. Yo no he visto nunca las campanas de mi pueblo entrar a la iglesia: las he siempre visto en el campanario; cuando era pequeño estaban allá y están todavía allá. Amigos míos, lo digo en nombre de Dios: si queremos que todas nuestras acciones sean guiadas verdaderamente por este filón de oro, hace falta que entre en nosotros este único amor: hacer la voluntad de Dios. Y no debe entrar solamente en la inteligencia, sino también en nuestra vida, en nuestro corazón, en nuestras oraciones. Debemos decir estas palabras: “Señor, yo quiero hacer lo que tú quieres. Si tú quisiera hacerme volver mudo, sordo, paralizado..., Señor, dame la fuerza de aceptarlo. Si para tu gloria, para la salvación de los hermanos quieres a uno molido con el molinillo para hacer embutidos, ¡heme aquí, Señor!”. El Señor quiere esto de nosotros: un grupo de personas entregadas totalmente a él, que asumen sus dotes y las desarrollan de modo maravilloso. Entonces se verán a hombres capaces de ser personas de prestigio, pero que conservan la humildad, observan la caridad, porque lo que hacen, lo hacen en nombre de Dios.

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2021-11-30 22:16:32 OJOS NUEVOS PARA VER LOS ACONTECIMIENTOS Y LAS PERSONAS



Debemos cultivar la unión con Dios, sentir la presencia del Espíritu de Dios, intensificar la ofrenda de nosotros mismos a Dios. Solamente entonces veremos en las cosas, en los acontecimientos de la vida, en las personas, las almas además del cuerpo; veremos en los acontecimientos el paso de Dios más allá de la maldad de los hombres, que alguna vez ha provocado esos acontecimientos; sabremos dar una interpretación espiritual, sobrenatural a todo aquello que encontraremos en nuestro camino. Pero para hacer esto hace falta la abundancia del Espíritu de Dios, hace falta una consagración total a nuestro ideal por amor de Cristo. El amor de Dios nos hará aceptar generosamente el sacrificio, la cruz, el martirio; pero sin este amor de Dios, que es donación, que es un deseo ardiente de poner contento al Señor, todo se vuelve difícil. Cada vez que nos encontramos con el Señor en la Comunión podemos decir: “Señor, yo quiero ser todo tuyo: mi jornada, mis respiros, los latidos de mi corazón, mis palabras, mis pensamientos, mis acciones...”. Este fuego, también en la aridez, nos debe impulsar a ser todos del Señor, no podemos vivir nuestra donación sin hacer la experiencia de la total adhesión a nuestro gran ideal.

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2021-11-29 15:06:05 YO LO DOY TODO A JESÚS Y ÉL ME LO DA TODO A MÍ.



“Para imitar de alguna manera la generosidad de su amor, programemos una rivalidad entre nosotros y Jesús, una maravillosa contienda…” Éstas son las cosas que valen, éstas son las competiciones que deberíamos hacer nosotros, un torneo ciclístico, ¡un concurso entre yo y Cristo! Esto es el fruto de la amistad. ¿No es verdad que entre amigos se suele rivalizar para intercambiarse regalos, para hacerse favores, para agradecerse mutuamente? Sí, él me lo dio todo, yo tengo que llegar a un empate. Tú me das una lira, yo te doy dos; tú me das cuatro, yo te doy ocho; tú me regalas una flor y yo te regalo dos. Es casi natural querer ganar en la caridad; no tanto para salir vencedores, sino, más bien, porque me siento confundido frente al gesto de gentileza y amor que acabo de recibir y quisiera responder con la misma calidez. Es mi cumpleaños y alguien me entrega un ramo de flores. Cuando llega el suyo, ¿no le doy nada? ¡No sólo le llevo un ramo de flores, sino que, además, le agrego también una torta! En el día de mi nuevo cumpleaños, se presenta otra vez y me regala un ramo de flores, una torta y una bicicleta: yo correspondo con un ramo de flores, una bicicleta y una moto. ¡Es natural querer ganar! ¿Ven cómo debe ser nuestra paridad con Cristo? ¿Pero cómo puedo dar a Cristo lo mismo que él me da a mí? Tengo cuatro pollitos y nada más. Él es el dueño del Cielo: ¡es ridículo hablar de igualdad perfecta! Pero, ¡ojo! “Yo le doy todo y él me da todo, y entonces hay igualdad, empatamos. Él me da todo y yo le doy todo. ¿Qué más le podría regalar?

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2021-11-18 04:40:47 ¡QUÉ LINDO SERÍA SI TODOS LOS HOMBRES SE AMARAN!



Me parece que el Señor sueñe con la Iglesia, sueñe con una humanidad unida; Dios sueña con la unidad, sueña con una gran familia. Me parece que, si el Señor mirara ahora a la humanidad, podría decir: “Tengo muchos hijos: algunos están fuera de la casa y de los que están en ella, algunos huyeron y otros siguen peleando entre ellos”. Debemos preguntarnos si el Señor está verdaderamente contento de ver estas disputas internas a la Iglesia. Piensen en Jesucristo y en los doce apóstoles: si Jesús viera a los doce apóstoles peleando entre ellos, San Juan que pellizca a Santiago, y así los demás… ¿piensan que estaría contento? Tal vez no. Me refiero al ambiente de los sacerdotes, de las hermanas religiosas, de los religiosos. Si, además, nos referimos a los cristianos, considerando solamente los que comulgan por lo menos una vez por semana, ¿será que el Señor está contento con esta parte de la humanidad? ¿Se vive la unidad? El demonio ha sido tremendo: sabía que Dios quiere la unidad y ha sembrado cizaña. Comprenderán claramente que el Señor no está contento. El sueño de Jesucristo, que tiene corazón humano, es éste: “Que sean uno” (Jn 17, 21). Muchas veces hemos dicho: qué lindo sería el mundo si todos los hombres se sintieran hermanos, si todos los hombres se quisieran, si se realizara esto: que cada quien tuviera su casita, su terreno, su fábrica, pero sintiendo que son propiedades de hermanos; sentir que somos hermanos, que nos queremos y que no nos odiamos, que no hay cañones apuntados los unos contra los otros… En la tierra una nación está en contra de otra a causa del gallinero o a causa de la higuera, porque las hojas se le caen por acá o por allá. ¡Qué lindo sería, en cambio, ver realizada esta unidad! Es precisamente lo que el Señor desea y es lo que el Señor trata de realizar por medio de sus hombres, por medio de sus apóstoles.

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2021-11-12 14:53:06 NUESTRO CÁNTICO DE ACCIÓN DE GRACIAS POR LOS DONES RECIBIDOS


Recuerden que el primer acto de la oración debe ser el agradecimiento: debemos agradecer por los dones recibidos y, de modo particular, por la gracia de la gracia, por haber recibido la gracia de Dios. Debemos sentir que somos hijos de Dios, que no somos más pobres creaturas llenas de pecados, que hemos sido rehabilitados y elevados, por lo cual podemos decir: “¡Abbá, Padre!”, “Padre nuestro, que estás en los cielos...”. Debemos sentir esta grandeza y, cuando la sentimos, comprendemos cuán malos somos si ofendemos esta gracia, si faltamos en el reconocimiento hacia el Padre que nos ha dado al Hijo y nos ha dado la gracia. Nuestra oración debe ser ante todo: “Señor, gracias! Señor, gracias! y te pido perdón porque no he correspondido a tu gracia”. Me parece que agradecer y pedir perdón deberían ser las primeras cosas a hacer, el primer respiro cuando nos despertamos, el primer pensamiento cuando llegamos a la capilla: “Señor, gracias por la gracia y por todo el resto!”. Hace falta que este "gracias” brote natural en cada circunstancia, porque el Señor está presente y todo aquello que hay de bueno viene de sus manos: resplandece una jornada de sol: “Gracias, Señor!”; hay una jornada nublada: “Señor, hágase tu voluntad!”; ves que el trabajo corre bien: “Gracias, Señor!”; ves que no va tan bien: “Señor, hágase tu voluntad!”; llega el sueldo: “Gracias, Señor!”; una persona nuestra conocida sana: “Gracias, Señor!”. Hace falta que nos acostumbremos a ser sensibles a este deber de reconocimiento para con Dios. Este cántico de agradecimiento frente a los dones de Dios debe sernos natural. Si, al contrario, mi oración está dictada únicamente por la necesidad de esto o de aquello, soy un cristiano muy mediocre y ordinario.

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2021-11-11 01:35:43 SOPORTARSE MUTUAMENTE


Debemos soportarnos mutuamente. Es necesario partir de la idea: “Yo debo ser soportado y debo soportar a los demás”. ¡No hay nada que hacer! Si pretendo no necesitar de ser soportado y de no querer soportar a nadie, es imposible vivir juntos. Claro que, si hago un viaje en un tren y en el compartimiento estoy solo, puedo hasta roncar, acostarme en los asientos. Pero si en ese tren hay seis personas en el mismo compartimiento, yo debo soportar a los demás y ellos a mí. Supongamos que entro en un compartimiento de cuatro asientos y hay tres personas allí, entrando digo a mí mismo: “¡Caramba, cuántos son! Esperaba poder acostarme, tener todo el lugar sólo para mí”; pero también los demás pueden decir: “¡Caray, llega otro más!”. Miren que en la vida comunitaria es así: yo mando al cuerno a los demás, pero ellos me mandan a mí. Por eso se necesita mucha humildad y debemos repetirnos: “¡Quién sabe cuánto los demás me compadecen a mí!”. Pero no estamos convencidos de deber ser compadecidos. Es raro, rarísimo que uno realmente se dé cuenta de apestar y que esté convencido de que con su olor hace desagradable la vida en común; es rarísimo, y yo creo que nunca he encontrado realmente a uno. Sin embargo, miren que todos, al entrar en el compartimiento del tren, volvemos el aire más pesado. Luego, al empezar la conversación, los demás dirán: “¡Oh, qué bella conversación! En un primer momento habíamos dicho ¡caray! y en cambio mira qué lindo, ha sido él quien animó de alegría toda la compañía, al punto que el tiempo se pasó rápido”

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2021-11-06 01:39:28 NO ENSOBERBECERSE POR LOS DONES RECIBIDOS


Cuando yo digo que hay que tener presente el arco de la vida, quiero decir esto: no solamente tener presente que las piernas en un momento dado no sostienen más, que el cuerpo no camina más, sino que también hablo de la inteligencia. Por lo tanto, lo que tenemos, pensémoslo como cosa a la que no debemos aferrarnos. Yo quisiera casi considerarlo como una casa en alquiler, no una casa en la que nos quedaremos por siempre. En un momento dado nadie puede decir: “Ésta es mi casa”, porque mi casa es el Paraíso, nuestra casa es aquella donde habitaremos eternamente, ¡es el Cielo! Por eso este bendito cuerpo que tenemos, la inteligencia que tenemos, debemos considerarlos como dones de Dios y no sentirnos superiores a los otros porque somos veinte centímetros más altos que los otros, o porque tenemos las piernas más fuertes que los otros, o porque somos más resistentes que los otros, o porque tenemos más inteligencia que los otros, o porque comprendemos mejor las cosas. Son dones de Dios, y por eso no debemos ensoberbecernos si los poseemos. Yo, un buen día, deberé morir y aparecer frente al juicio de Dios y me llevaré en la valija solamente los méritos. Todos los halagos del mundo, los actos de soberbia, los triunfos y las alabanzas que he buscado, ¡no valen nada! Que yo pueda haber tenido también unos momentos de triunfo, está bien, pero lo esencial es que yo haga todo por el Señor y sólo por el Señor. Y cuando sobrevenga un momento de soberbia, porque acaso tenemos algo más que otro, pensemos que esto es un don que nos ha sido dado por Dios y que, en pocos años, irá a parar a un sepulcro.

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2021-10-30 01:57:54 “HEME AQUÍ, MÁNDAME!”


San Pablo dice con claridad: “Hace falta completar lo que falta a la pasión del Señor” (Cfr. Col 1,24), no porque el Señor no hubiese podido pagar él mismo, sino porque el Eterno Padre quiso que una parte la pagara Jesús y una parte la pagáramos nosotros, con la gracia de Jesús, el cual da poder, da fuerza, da valor a nuestro sufrimiento. Nosotros somos llamados para eso a colmar el cáliz, a reponer la medida. Imaginemos que tenemos una balanza: en uno de los dos platos está el mal, en el otro el bien. El mal es lo que los hombres siguen acumulando en uno de los dos platos con sus propios pecados. Jesús ha dado un golpe maravilloso al otro plato de la balanza, pero, para restablecer el equilibrio y hacer de modo que el bien sea superior al mal, el Señor ha elegido a San Pedro y a todas las personas buenas, de modo particular a los cristianos. No podemos hacer faltar en la balanza el peso de nuestra ofrenda, o sea el peso de la ofrenda de nuestro sacrificio, porque terminaríamos por hacer faltar una parte esencial. Supongamos que el Señor dijera a los ángeles del Paraíso: “En la tierra, para reponer el equilibrio de los platos de la balanza, serviría otro redentor, uno que complete el peso faltante; ¿hay entre ustedes alguien dispuesto a encarnarse como el Hijo y bajar a la tierra y ser crucificado?”. Díganme ustedes, ¿cuántos ángeles dirían al Señor: “Heme aquí, mándame, dame este privilegio!”? Yo pienso que todos se ofrecerían y se sentirían honrados y gozosos de poder imitar al Verbo encarnado. ¿Entienden entonces que aquí está el fundamento de nuestra caridad?
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