2022-06-21 10:52:10
Esencia de Hembra
Recupero el aliento, me enjugo el sudor. Me levanto. Ella aún respira fuerte entre las sábanas blancas profanadas por el deseo en el motel.
-¿No te quedas a dormir?
-No. Mejor para ti, también.
Las cortinas dejan entrever las luces de las estrellas y la madrugada. Resbala también el brillo del rótulo del local. Podría quedarme y descansar. Pero.. ¿Para que alargar la agonía de tiempo posterior al climax? Hasta aquí, como tantas otras veces, nos trajo el deseo voraz. La carne. El tiempo de la carne pasó. Sé que le estorbo casi tanto como ella a mi. Ninguno de los dos es un hipócrita. Me gusta eso de ella.
Reposa desnuda, con mi jugo rebosando dentro de su cuerpo, dentro de ese jirón en la piel que es el salón de las delicias carnales comunes. Allí me vertí generoso, después de pasear por donde su cuerpo prometió más placer. Allí me volqué y reventé. Sé que ahora lo disfruta, se toca suavemente jugando con mi esencia, sintiéndose llena y realizada en el acto. Los remordimientos los dejamos en el check- in del motel, por muy automatizado que esté. La automatización es una mierda. Antes los recepcionistas de los moteles eran gente discreta y elegante. Ahora todo se hace desde el movil. Los moviles no son discretos. Son simples máquinas.
Bajo la escalera queda su coche. En un par de horas de sueño, se irá . Y yo saldré ahora como siempre por la puerta, en esta madrugada como un simple peatón. Si alguien le sigue no sabrá que estuve aquí y no la asociará conmigo. Ella tiene mucho más que perder. Yo no tengo nada.
- Menet, lo nuestro es salvaje... casi enfermizo
Si. Tiene razón. Es mucho mejor de lo que yo habría pensado jamás sobre ella. Somos unos enfermos. Deseamos la carne, verternos en el otro, sentir al otro, frotarnos en el otro, mearnos en el otro como si fuese oxígeno en los pulmones. Como la mosca moribunda moviéndose compulsivamente en el suelo queriendo recuperar el vuelo.
Me voy sin lavar. Con la esencia de la hembra dando todavía brillo a mi sexo. Ahí queda, como la colonia más íntima, como la marca imborrable de una cicatriz. Cierro los ojos cuando salgo. Afuera del hotel, bajo las luces de verde neón, abro un botellín robado del minibar. Corre una brisa demasiado cálida para ser Abril. Allí arriba las estrellas adornan una noche donde el placer ha reinado.

Son las tres. Un taxi debería de ser casi imposible. La carretera solitaria. Casi se puede oler el mar desde aquí, pienso. Luego me lanzaré al teléfono esperando que alguien pueda enviarme el taxi más caro del mundo. Me bebo el botellín. Sigo oliendo y degustando el sabor de la carne entregada al deseo. ' Hueles bien y sabes bien' -le dije- 'sabes como hueles' . Y posteriormente introduje mi lengua en su sexo.
La suerte se alía. Afuera hay un lavadero de coche 24 horas. Y allí un taxista echándole agua y jabón al vehículo. Conversación breve: jefe ¿admite pasaje? En cuanto termine, Nen, sin problema. Gracies.
Me gusta el tipo. Es un taxista de los de antes, mayorcito y discreto. Tres de la madrugada y el tipo huele bien, huele a limpio y a copita de Magno para endulzar las carreras. Le ofrezco un negro. Lo acepta. El coche brilla en la madrugada mientras esperamos que escurran las gotas. El taxista mira el motel y apretando ente los labios el cigarro me pregunta con respeto ¿El tema no le ha ido bien?
La bajada del deseo es un abismo que deriva en perspectivas cercanas a la propia muerte. Me siento vacío y satisfecho, vivo y mortal e incluso fuerte y vulnerable a la vez. Eso abre mis perspectivas más sinceras.
- Ha ido bien. Muy bien. Pero ya no tengo hambre de hembra. Pasado el menú no me interesa la carne. Solo el postre. El hombre rie en silencio, esbozando una sonrisa.
Nos vamos. Dentro de mis pantalones todavía resbala el brillo otorgado del deseo y moja mi ropa interior. Valencia se promete delante como un mar de luces inconexas. Estoy vacio. Pero me siento bien. El hambre volverá. Mientras tanto la bestia descansa. La esencia de la hembra perfuma mi piel.
Autor X.Menet
Fotografía X.Menet
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