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​​Me dejaron en el calabozo exhausto y dolorido. Me dolía hast | ♱𖤍 ₮ɆⱤⱤØⱤ ɆӾ₮ⱤɆ₥Ø 𖤍♱

​​Me dejaron en el calabozo exhausto y dolorido. Me dolía hasta el pelo más corto de mi cabeza y no podía mover ni un sólo músculo de mi cuerpo. Otra vez no veía absolutamente nada. De pronto, sentí unos sonidos cercanos; parecidos a los de la clave Morse que tantas veces había oído en las películas de espionaje que solía ver. Tac, tac... tac, tac...tac. Creí que alguien intentaba comunicarse conmigo desde el calabozo contiguo al mío.
Pero no; el sonido provenía de abajo. Alguien golpeaba las piedras adoquinadas del suelo con algo que parecía metálico, pero no estaba cerca. No. Parecía estar muy lejos, abajo.
Aquel sonido se fue haciendo cada vez más audible hasta que paró.
Noté que afuera se oían voces y percibí el humo de un cigarrillo. Deseé que no hubieran descubierto a lo que fuera que se acercaba desde abajo. Pareció que no fue así, ya que no hubo revuelo, y se fueron tranquilos, llevándose el olor a cigarrillo y charlando de quién sabe qué.
Segundos después, se reinició el golpeteo, esta vez tan cerca que parecía que provenía desde la superficie misma. Toqué el suelo y percibí la vibración provocada por cada golpe, hasta que algo me pinchó levemente la palma de la mano. Los siguientes mazazos terminaron el trabajo y algo surgió desde abajo de la tierra. Por supuesto, no pude verlo. Me tocaron los ojos unos dedos suaves y cálidos, y sentí la sensación como que ya no necesitaría mis ojos para nada. No me hacía falta ver a la criatura que se hallaba a mi lado. El amor que sentí por ella o él y la protección que percibí que me brindaba hizo el resto del trabajo. Le dije:
- Quienquiera que seas, ¡llevame con vos, por favor!
La voz más dulce que alguna vez escuchara me contestó.
- No te preocupes, a eso vine.
Me tomó de la cintura con firmeza y comenzamos a bajar...
Y desde ese momento estoy aquí. Es cierto, no puedo ver, pero tampoco me hace falta hacerlo. Me manejo con total soltura entre mis amigos, aquellas criaturas o dioses que, créanme, viven junto con el hombre en algún lugar de este planeta. Supe que los guardias del calabozo adonde me encerraron fueron destituidos y que uno de ellos se suicidó años más tarde. También me enteré que mi familia me dió por desaparecido, que mi madre marchaba con mi foto y un pañuelo blanco en la cabeza por la Plaza de Mayo, y que a veces lloraba por las noches. Con la esperanza de que ella alguna vez la escuche, me decidí a contar mi historia, que es la pura verdad. Aquí no hace falta comer ni beber, ni oler ni, como ya dije, ver. Todo es felicidad aquí abajo.
Hoy han llegado cincuenta y tres nuevos compañeros.
Creo que todos, alguna vez, caminaremos juntos, felices, por estos túneles de oscuridad. No temas. La oscuridad no es como te la pintaron. La protección y seguridad que te brinda son incomparables... ¿La luz del Sol? Ya no me hace falta.
No puedo contarte más que esto. Ni quiénes somos, ni nuestras costumbres o nuestro aspecto. Algún día, cuando te sientas solo y dolorido, pasaré a buscarte.
Nuestros secretos te serán confiados recién cuando seas uno más entre nosotros.
Y ahora, debo seguir disfrutando de mi existencia. Porque si, existo.
Nos veremos pronto. O, más bien, nos sentiremos… Quizás esta misma noche...


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