2022-03-02 23:05:36
Reflexionando con el Ps. Durley
(332).
“¡PAPI, HAY QUE ORAR!”
Ese domingo en la mañana mi pequeña de tan solo 5 años me dio una gran lección, mi mente atravesaban un mar de pensamientos que se entrelazaban entre sí. Íbamos a comenzar el tiempo de oración esa mañana y la verdad, la carga que sentía en mi corazón por tantas peticiones y necesidades era tal que de pronto me turbé, me quedé en blanco, pero… cuando observé a mi lado, ya mi niña estaba de rodillas, orando. Y aunque no sé exactamente cuáles eran sus palabras, me sorprendió cuando levantó su cabeza me miró a los ojos y me dijo: ¡Papi, hay que orar! Waooo, - Claro mi niña, hay que orar. – Le dije sin pena alguna a que viera asomarse en mis ojos una pequeña lágrima de emoción al escucharla.
Lo cierto es que si entendiéramos que hay momentos y circunstancias en la vida en las cuales no tenemos de otra que arrodillarnos y orar, anduviéramos menos cargados y más dependientes de Dios. Al ser humano le cuesta mucho reconocer que necesita ayuda, que por sí solo no puede y que en vez de atormentarse inútilmente una y otra vez, como yo lo estaba haciendo aquella mañana lo mejor que podemos hacer es humillarnos ante Dios, mirar al cielo y decir:
“Señor, tú me conoces mejor que nadie, sabes que no puedo seguir, que las fuerzas me están abandonando e incluso que estoy a punto de renunciar a mis sueños; pero… yo también te conozco Dios y… sé que contigo puedo hacerlo, lograrlo, llegar, alcanzarlo, sé que no estás ajeno a mi dolor y que me acompañas aunque yo no comprenda lo que está sucediendo. Sé que donde yo termino muchas veces tú comienzas y este momento sería estupendo para que lo hagas. Si tú no estás en el asunto prefiero salir de él yo también. Porque ahora mismo estoy turbado, no entiendo lo que me está pasando, y los por qué, solamente tú los conoces, aunque… no me interesa averiguarlo, solo quiero saber Dios, el ¿Cómo lo hago? ¿Cómo salgo de esta? Y es ahí, justo cuando recuerdo la voz de mi hija diciéndome: ¡Papi, hay que orar!”
La Biblia me enseña la importancia de ser un como un niño, de hecho, sino asumo la actitud de ellos no entraría al reino de los cielos. Mateo 18.2-6 Los niños son tardos para la ira, todo lo comparten sin importar con quién, no guardan rencor, son felices a toda hora sin tener en cuenta las circunstancias y sobre todo, nunca se dan por vencido hasta lograr lo que quieren, y lo que más me impacta: los niños cuando se sienten mal, corren a los brazos de sus padres, porque saben que ellos les cuidan, pelean sus batallas y les cargan cuando más débiles están. ¡Yo quiero ser como uno de ellos! Al menos en esos momentos como aquella mañana, en los que, mientras yo no sabía qué hacer para aliviar mis preocupaciones, mi pequeña princesa me enseñó, me dio el ejemplo, se arrodilló primero que yo, y con su carita de ángel me dijo: ¡Papi, hay que orar!
¡Cuánta verdad en sus labios! ¡Cuán grande la lección que me acaba de dar! Quizás, ella no percibía todo lo que me tenía tan tenso, pero si había entendido perfectamente que lo que había que hacer en ese momento era orar, correr a los brazos de nuestro padre. Y es que los niños son así, la humildad que les caracteriza no les deja ver en muchas ocasiones la gravedad del asunto y esto, les hace inmune a la preocupación y al estrés. Y es justamente lo que nos enseña el apóstol Pablo cuando expresa: “No se preocupen por nada. Más bien, oren y pídanle a Dios todo lo que necesiten, y sean agradecidos. Así Dios les dará su paz, esa paz que la gente de este mundo no alcanza a comprender, pero que protege el corazón y el entendimiento de los que ya son de Cristo.” (Filipenses 4.6-7) Y lo cierto es que en la frase amorosa de mi niña se reducían estos versículos que de cierta forma me decía: - Papá, estás cansado, te noto preocupado, “hay que orar”-
Me pregunto… si ahora mismo puedas estar atravesando un momento así, en el que crees que todo se está derrumbando, que nada sale como lo esperabas, o que hay cosas que se levantan con la mera intención de destruirte y… no sé si tengas a tu lado a una niña
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