2022-01-02 15:54:42
Hola Pensarás que está historia llegó retrasada pero no es así , la intensión es que la reflexión quedé para cada día de tu vida , porque cada día puede ser Navidad para ti y para alguien más.
FELICES FIESTAS.....
Contada por el abuelo del autor, Ryan B. Anderson, sucedida en 1881 cuando Estados Unidos era un país rural.
Espero sea de tu agrado.
De mi padre aprendí, una lejana Navidad, que la más grande de las alegrías viene de dar, no de recibir.
Era la Nochebuena de 1881.
Yo tenía quince años y sentía que el mundo se había hundido bajo mis pies.
¡No me habían comprado el rifle que yo tanto deseaba esa Navidad!
Mi desilusión no tenía límites y no digamos mi enfado.
Sintiéndome el más desgraciado de los muchachos, después de la cena me senté frente a la chimenea a esperar a mi padre que, como todas las Navidades, leería unos versículos de la Biblia antes de retirarnos a descansar.
Pero mi padre aquella noche no fue a buscar la Biblia.
En vez de sentarse frente al fuego con el libro en las manos, me llamó:
"Matt, ven afuera conmigo. Abrígate bien".
¡Sólo faltaba eso! . . .
No sólo no me habían regalado el rifle, sino que ahí estaba mi padre haciéndome abandonar el calor de la casa y por ninguna razón lógica que yo pudiera ver.
Miré a mi madre para hacerle ver la injusticia pero ella sólo me dedicó una misteriosa sonrisa.
Obedecí, porque mi padre no tenía mucha paciencia cuando había ordenado alguna cosa, así que volví a ponerme las botas, los guantes , la gorra, la gruesa chaqueta y salí a la helada noche.
Fuera, aún me desanimé más.
Delante de la casa mi padre había puesto todo el equipo de trabajo.
El trineo grande estaba preparado.
Nunca usábamos el trineo grande a menos que fuera para una carga voluminosa.
Me desalenté.
Pero cuando mi padre acercó el trineo a la leñera y me ordenó que empezara a cargarlo hasta que no se pudiera más creí verdaderamente que se había vuelto loco.
"Papá, ¿que estamos haciendo...?"
Él me contestó con otra pregunta "¿Conoces a la viuda Jensen?"
La viuda Jensen vivía a unas dos millas de distancia.
Su marido había muerto hacia algo más de un año y tenía tres hijos, el mayor de los cuales sólo tenia ocho años.
"Sí, la conozco ¿por qué?"
"Yo les he visto hoy -dijo mi padre-. El pequeño Jakey recogía astillas por el camino del pueblo. No tienen leña, Matt".
Y volvió a entrar a la leñera a coger otra brazada de troncos.
Yo le seguí.
Cargamos tanto el trineo que pensé que los caballos no podrían con la carga.
Aún cargamos un jamón, una pieza grande de tocino, un saco de harina y otro pequeño saco, que no sabía que podía ser.
Pregunté qué había dentro: "Zapatos, Matt, hay zapatos. Y también un poco de dulce. No parecería Navidad sin un trozo de dulce para los niños".
Recorrimos las dos millas en silencio.
Yo pensaba que la viuda Jensen tenía vecinos más próximos que nosotros.
No eran amigos íntimos.
Nosotros no éramos ricos, ¿por qué papá tenía que comprarles dulces o zapatos a esos niños?
¿Realmente teníamos que hacerlo?
No lograba entender que aquello debiera preocuparnos tanto.
Cuando llegamos a casa de los Jensen, descargamos los comestibles en la puerta y llamamos.
Una voz tímida, preguntó; "¿Quién es...?"
"Soy Lucas Milles, señora, y mi hijo Matt, ¿podríamos entrar un momento?"
La señora Jensen abrió la puerta.
Llevaba una manta sobre los hombros.
Los niños, sentados alrededor de un mínimo fuego que apenas emitía luz (mucho menos calor) también estaban envueltos en mantas pero se les veía temblar de frío.
"Le hemos traído algunas cosas, señora".
Mi padre puso los alimentos que llevábamos sobre la mesa y luego le dio el saco con los zapatos.
La señora Jensen, lo abrió vacilando y sacó los paquetes de él.
Había cuatro pares de fuertes zapatos allí dentro.
Un par para cada miembro de la familia.
Yo miraba a la señora.
Ella mordió su labio inferior para que no le temblara y entonces las lágrimas llenaron sus ojos y empezaron a correr por sus mejillas.
Parecía querer decir algo a mi padre, pero no le salieron las palabras.
"Matt, entra una buena car
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