2021-12-19 03:59:53
#HastasiempreVicente
𝐔𝐧𝐚 𝐜𝐚𝐧𝐜𝐢𝐨́𝐧. 𝐄𝐥 𝐦𝐚𝐫 𝐲 𝐞𝐥 𝐯𝐮𝐞𝐥𝐨
Cuando muere un poeta se busca asidero. La ausencia, el ser náufrago que nació emparejado a una tabla, invoca la salvación de momento: un guiño, un gesto, una canción, un beso en el que vuelve como una ola todo el pasado –diría Borges–. Pero, como el momento, el asidero es injusto, incompleto.
«Créeme» es un puerto. No de esos puertos impíos en que se agolpan los barcos para bajar cajas con cosas; menos de aquellos de nuestras tierras en que, sobre una arena de olvido y sangre, los europeos lanzaron gentes para llenar las cajas de cosas. «Créeme» es un puerto de embarque, de vuelo, de libertad.
Cuando muere un poeta llamado Vicente Feliú, te rasgan el rostro los recuerdos de sus cercanos. Pero esas marcas, ya un mapa inmenso, son también incompletas. Vicente es de esa estirpe inapresable, que deja de pertenecer a quienes lo conocen.
«Créeme» es puerto, despegue y vuelo. Por eso el poeta viaja en una nube, va al viento, es bala feroz, tiene palomas. «Créeme» confirma ese cuerpo inatrapable de Vicente, que no es otra cosa que multiplicación –no invisibilidad–: «Y así no soy de nadie». ¿O de muchos?
Y el vuelo, en esta Isla del mundo, es tener al principio el mar por todas partes y añorar la presencia de esta Isla. Y se me antoja, ahora que vuela el poeta, recorrer su credo –que es la honestidad– «todo este día de punta a punta». Porque allí, en su cuerpo, sus puertas y ventanas, su «poema de luz y de fe» está guardada, para nosotros, la esperanza.
Y deseo, cuando zarpó del puerto, perseguir sus alas y saberlas en tierra cercana, con la mira al sur y aleteando al porvenir.
Y quiero que regrese a terminarlo todo. Y que nos acompañe a utilizar al máximo lo que deja al partir. Y que me azuce –porque es de todos cuando no es de nadie– cuando no lleve «la vida al límite mayor».
Cuando te dicen que muere un poeta llamado Vicente Feliú, no hay muerte, «ni duelo, ni adiós»: quedan los apuntes del vuelo que inicia. Un vuelo al sur –quiero pensar–, para que cuando llegue a tierra y se libere de la circunstancia del mar por todas partes, se siente a bendecir las auroras de los poetas y los pobres en los Andes.
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