2022-08-11 00:52:30
UN DOLOR MÁS FUERTE QUE LAS QUEMADURAS
Varios miembros de una misma familia matancera estuvieron a punto de morir en la madrugada del 6 de agosto, tras la explosión del tanque 51 en la base de Supertanqueros. Se trata de los Millares.
De los tres, el más experimentado es Jesús. Tiene 64 años y durante casi cuatro décadas fue bombero. Lleva tiempo retirado y su pasión por el oficio lo llevó a la zona industrial tan pronto supo del incendio. Su pericia ayudó a salvar a su hijo Renier, a quien le gritó ¡corre, corre!, en cuanto sintió el colapso del tanque 51. Eran las 5.20 de la madrugada del día 6, narra Yunier, sobrino de Jesús.
«Fui yo quien llamé a mi tío para ponerlo al tanto de lo sucedido. Él y mi primo, que es hoy bombero voluntario, enseguida se incorporaron a las labores para tratar de apagar el fuego. Yo sí no tengo la experiencia de ellos. Me fui allí a dar lo mío. Soy delegado del Poder Popular de la circunscripción 13, en la ciudad de Matanzas, y estamos acostumbrados a cooperar en lo que sea».
Por eso llegó a la base de Supertanqueros lo más pronto que pudo. «Allí sentí alivio por ver a personas preparadas para combatir el fuego y a la máxima dirección de la provincia, apoyando en todo».
Desgraciadamente, lamenta, sucedió lo que no queríamos. La jugada mala fueron los vientos. Cambió la trayectoria de la llamarada y explotó el tanque que se enfriaba con agua…», dice y se mira las vendas en sus brazos.
Cuenta que su tío, su primo y él recibieron solo quemaduras leves producto de las altas temperaturas. Estamos los tres de alta. «Yo creo que a mí me salvó la necesidad de tomar agua. Estaba allí desde la 7 de la noche del día 5 de agosto y minutos antes del siniestro, fui a hidratarme un poco. Cuando comencé a beber, miro y veo una candela enorme y eché a correr con todas mis fuerzas».
Aún adolorido, con un ardor constante en la cabeza y las incomodidades propias de sus lesiones, Yunier quisiera volver ahora mismo al sitio donde pudo haber muerto. Él no es el único. «Estar en casa, sin poder ayudar, eso sí me quema el alma».
(Juanita Noryis Perdomo Larezada y Yimel Díaz Malmierca)
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