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*VIDA DE SAN JOSÉ* *Hna. María Cecilia Baij* *Entrega 48* | 💐Libros católicos grabados💐 Apóstoles de Su Amor



*VIDA DE SAN JOSÉ*
*Hna. María Cecilia Baij*

*Entrega 48*

*LIBRO 2*

*CAPÍTULO XIII*

*OTRAS TENTACIONES Y PERSECUCIONES DE SATANÁS*( continuación)

El Santo no temía, porque tenía a Dios de su parte y decía como el santo David: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el refugio de mi vida ¿quién podrá hacerme temblar? Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no teme" (Salmo 26, 13). "Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque Tú vas conmigo". (Salmo 22, 4). Y con gran confianza decía esto a su Dios que siempre encuentra, en El su ayuda.
Al terminar las tentaciones del enemigo infernal, nuestro José no estuvo mucho tiempo en paz, porque Dios quiso probarlo El mismo, quitándole las luces, el fervor y el consuelo interior, cayendo el Santo en una gran aridez espiritual. Oh, aquí sí que nuestro José sufrió una gran angustia, por el temor de haber disgustado a su Dios y por verse como desamparado y abandonado de Él, único objeto de su amor. ¡Oh, como enloquecía! ¡Oh, como se encomendaba! ¡Oh, cuantas súplicas y suspiros enviaba hacia el Cielo! Noches enteras se quedaba de rodillas en acto de suplicar, rogando a su Dios para que le manifestara cual había sido el motivo por el cual Él estaba ofendido, de modo que, al reconocer el error, hubiese podido hacer la debida penitencia; pero el Cielo, hecho como de bronce para sus suplicas, no le daba consuelo alguno. El Ángel ya no le hablaba en el sueño, y al no tener el Santo con quien desahogar su pena se dirigía a menudo a su Dios diciéndole: "¡0h Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob! ¡Oh Dios mío del cual tanto bien he recibido, que sois toda mi herencia, todo mi consuelo, tened compasión de vuestro indigno y despreciable siervo! Vos me habéis prometido vuestra ayuda, vuestro favor; ahora es tiempo que mantengáis vuestra promesa y me consoléis en tanta pena mía. ¿Qué mal os he hecho, para que Vos os hayáis alejado de mí? ¡Hacedme la Gracia para poderlo conocer! ¡Oh!, mucho os he ofendido, es verdad, pero Vos sois bueno, Misericordioso, por lo tanto, os pido perdón. Es verdad que yo no lo merezco, pero Vos sois bueno y por lo tanto lo espero".
Nuestro José hacía estas &apneas, de las cuales Dios gozaba mucho, pero también se demoraba en atenderlo y en manifestársele. El Santo sufría su angustia con mucha resignación, pero no dejaba de seguir orando a su Dios.
Un día, más afligido y angustiado que de costumbre por la ausencia de su único bien, le parecía que ya no podía vivir, y con gran Fe y confianza se fue al Templo, y dirigiéndose a su Dios de nuevo le dijo que se dignara consolarlo por el gran Bozo que le daba la niña María que estaba en el Templo y por los méritos y virtudes de la misma. Mientras José hacía estas súplicas la Santísima niña María estaba orando a Dios por José, pues en espíritu, Dios le hizo ver las necesidades y angustias del Santo, por lo cual Dios acepto las súplicas de la Santa niña y las oraciones de su siervo fiel, y se le manifestó con gran claridad, llenando su mente de luces y encendiendo su corazón de amor. Le hizo oír su Voz en lo más profundo de su corazón que le dijo: —"José, siervo fiel y amigo mío, no temas porque Yo estoy contigo, y nunca te he abandonado. Ten seguridad del Amor y de mi Gracia". ( Continuará)

*Apóstoles de Su Amor*