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*VIDA DE SAN JOSÉ* *Hna. María Cecilia Baij* *Entrega 52* | 💐Libros católicos grabados💐 Apóstoles de Su Amor



*VIDA DE SAN JOSÉ*
*Hna. María Cecilia Baij*

*Entrega 52*

*LIBRO 2*

*CAPÍTULO XIV*

*VIDA DE ORACIÓN*( continuación)

Mucho le agradaba a Dios estas súplicas y una vez le asegura la satisfacción que tenía de ellas; mientras oraba José por la conversión y arrepentimiento de un pecador obstinado, después de muchas súplicas oyó la voz de su Dios que le decía: "Te sea concedido todo cuanto me pides". Y efectivamente el pecador se convirtió, de lo cual se enteró nuestro José y sintió un gran consuelo y dio afectuosas gracias a Dios. Se mostraba dispuesto a sufrir todos los males con tal de que su Dios no fuera ofendido por nadie, y decía. "Dios mío enviad sobre mí los castigos, las angustias, con tal de que Vos no seáis ofendido ni disgustado por nadie. Yo estoy listo para sufrirlo todo con tal de que no se encuentre a nadie culpable". Y cuando oía decir que había algún pecador moribundo, se deshacía en lágrimas y estaba en continua oración, de modo que Dios le hubiese dado un gran dolor de sus culpas y decía: "Dios mío que no se pierda ninguna alma que Vos habéis creado a su Imagen y Semejanza". Dios a menudo lo consolaba devolviendo la salud al moribundo, y dándole tiempo para la penitencia, pero estas Gracias le costaban mucho al Santo, para las cuales velaba noches enteras orando y llorando; y además de esto añadía también mortificaciones y penitencias, ayunando por varios días, viviendo de solo pan y agua.
Al oír corno había muchos gentiles y naciones que no conocían ni adoraban al verdadero Dios sino a los demonios, se sentía traspasar el alma por el dolor, y todo en lágrimas oraba a su Dios para que se dignara enviar pronto al Mesías prometido, de modo que hubiese dado a conocer a todos al verdadero Dios, y les hubiese enseñado el Camino de la salvación.
Aunque el Santo estuviera ocupado en el trabajo, no perdía la memoria de todo lo que hasta ahora he dicho, sin embargo, era continua su petición aun durante el tiempo de su trabajo, y en todo otro tiempo, suplicando continuamente a su Dios a quien siempre tenía presente en su mente. Había luego aprendido de memoria todas las súplicas que hacían los patriarcas y profetas, para que Dios envié pronto al Mesías prometido al mundo; y todas las invocaciones que dirigían al Mesías era para que viniera pronto a redimir al pueblo y al mundo entero; y de estas se servía nuestro José repitiéndolas continuamente con gran fervor y deseo, y sobre todo cuando iba al Templo las repetía y con cálidas lágrimas y encendidos suspiros suplicaba a su Dios diciendo: "¡0h, dichosos los ojos de aquellos que verán al Mesías encarnado! ¡Dichosos los oídos que oirán sus Divinas Palabras! ¡Y más dichoso todavía el corazón que lo amará y se entregará a El!".


*Apóstoles de Su Amor*