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*VIDA DE SAN JOSÉ* *Hna. María Cecilia Baij* *Entrega 63* | 💐Libros católicos grabados💐 Apóstoles de Su Amor



*VIDA DE SAN JOSÉ*
*Hna. María Cecilia Baij*

*Entrega 63*

*CAPÍTULO XVII*

*EL MILAGRO DE LA VARA FLORECIDA. BODA MARAVILLOSA. SALIDA DE LOS ESPOSOS HACIA NAZARET*( Continuación)

El Santo no se atrevía a mirar a la purísima esposa suya, sino que también se sentía mover por un verdadero y cordial amor y por una tierna devoción para mirar y venerar la belleza y majestad de su rostro, y cada vez que levantaba los ojos para mirarla, quedaba estático, y bien conocía con luz superior, cómo su esposa estaba llena de Gracia y se humillaba, reconociéndose muy indigno de tratar con Ella y a menudo replicaba: “¿cómo habéis hecho Señor y Dios mío para hacerme un favor tan grande?”, el Sacerdote mientras tanto hizo la función que en esos tiempos se practicaba, y los desposó, y en el acto del desposorio vieron los Santos esposos, salir de sus corazones una llama que se juntó formándose una sola y voló hacia el Cielo, confirmando Dios, con esta señal visible, lo que había dicho a José en su interior, esto es que su amor se uniría en uno solo y que El sería siempre el objeto de su Amor, al que llegará la llama de este único amor.
Después que terminó la función y que la Santa doncella fue entregada a José por el Sacerdote, y a él cálidamente recomendada, se fueron todos del Templo, quedando aquí los dos Santos esposos orando arrebatados durante mas horas en éxtasis, donde Dios les revelo altísimos misterios: José más que nunca quedo informado de las grandes virtudes de su purísima esposa; así también su Santísima esposa conoció claramente las virtudes y los méritos de su Santo esposo e hicieron ambos los actos de agradecimiento a la Divina Providencia que tanto los había favorecido, acompañado y unido en tan perfecto y casto amor.
Después de haber terminado su oración y de haber obtenido ambos la bendición de Dios, salieron del Templo, llevando consigo, nuestro afortunado José, a su Purísima esposa como un tesoro incomparable que Dios le había dado. El Santo miraba sus pasos y en todo la conocía colmada de Gracia, modestia y prudencia.
Fuera del Templo San José hablo a su Santísima esposa María, con gran respeto y amor, y brevemente le dijo que él no tenía un albergue para vivir en él, teniendo tan solo

una pequeña habitación donde él trabajaba, que por lo tanto si se contentaba la habría llevado allí por ahora, porque luego habrían decidido lo que debían hacer. ( Continuará)

*Apóstoles de Su Amor*