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Pero marque el número de días. Porque recuerda que durante cua | Jesús, el Verbo de Dios

Pero marque el número de días.
Porque recuerda que durante cuarenta días se derramaron las aguas del abismo, y al santificar un ayuno de ese número de días, Él trae ante nosotros las misericordias que regresan de un cielo más tranquilo.
También mediante un ayuno de tantos días, Moisés se ganó el conocimiento de la ley. Nuestros padres, que durante tantos días se establecieron en el desierto, obtuvieron el alimento de los ángeles (Ambrosio)

Pero debido a que no padecer hambre está por encima de la naturaleza del hombre, nuestro Señor tomó sobre sí el sentimiento del hambre y se sometió a la naturaleza humana como le agradó, tanto para hacer como para sufrir las cosas que le eran propias.
No forzado a esa necesidad que domina a la naturaleza, sino como provocando al diablo al conflicto.
Porque el diablo, sabiendo que donde hay hambre, hay debilidad, se dispone a tentarlo, y como maquinador o inventor de tentaciones, Cristo, permitiéndole, trata de persuadirlo para que satisfaga su apetito con las piedras (Albahaca)

"Manda a ésta piedra..."
"Dulce es al hombre el pan de engaño, pero después su boca se llenará de arena",
Pr 20:17
Compare éste versículo con Pr 20:9, y mira cómo el diablo suele tentar por los extremos, para hacer que los hombres ofendan ya sea en defecto o en exceso (Trapp)

Hay tres armas especiales con las que el diablo suele armarse para herir el alma del hombre.
Uno es de apetito, otro de jactancia, el tercero de ambición.
Comenzó con aquello con lo que ya había conquistado, a saber, Adán.
Cuidémonos entonces del apetito, cuidémonos del lujo, que es un arma del diablo. Pero ¿qué significan sus palabras, si eres el Hijo de Dios, si no hubiera sabido que el Hijo vendría, pero supuso que no venía de la debilidad de su cuerpo?
Primero se esfuerza por encontrarlo, luego por tentarlo. Él profesa confiar en Él como Dios, luego trata de engañarlo como hombre (Ambrosio)

Cuando un padre le pide pan a su hijo, no le da una piedra por pan, pero el diablo, como un enemigo astuto y engañoso, le da piedras por pan.

Trató de persuadir a Cristo para que satisfaga su apetito con piedras, es decir, que cambiara su deseo del alimento natural a lo que estaba más allá de la naturaleza.

Supongo también que incluso ahora, en éste mismo momento, el diablo muestra una piedra a los hombres para tentarlos a hablar, diciéndoles: Manda a ésta piedra que se convierta en pan. Si ve a los herejes devorando sus doctrinas mentirosas como si fueran pan, sepa que su enseñanza es una piedra que el diablo les muestra (Origen)

No sólo de pan se sostiene la naturaleza humana, sino que la palabra de Dios es suficiente para sostener toda la naturaleza del hombre.
Tal era la comida de los israelitas cuando recolectaban maná durante cuarenta años, y cuando se deleitaban en la captura de codornices.
Por consejo divino, Elías hizo que los cuervos lo alimentaran; Eliseo palpa a sus compañeros sobre las hierbas del campo (Teófilo)

O, nuestro cuerpo terrenal se nutre de alimentos terrenales, pero el alma razonable es fortalecida por la Palabra Divina, para el correcto orden del espíritu, porque el cuerpo no nutre nuestra naturaleza inmaterial (Cyril)

La virtud, entonces, no se sustenta en el pan, ni el alma mantiene la salud y el vigor, sino que con otros banquetes además de éstos se fomenta y aumenta la vida celestial.
El alimento del buen hombre es la castidad, su pan, la sabiduría, sus hierbas, la justicia, su bebida, la libertad de la pasión, su deleite, ser sabio con razón (Greg)

Entonces ve usted qué tipo de brazos usa para defender al hombre contra los asaltos de la maldad espiritual y las tentaciones del apetito.
Él no ejerce Su poder como Dios (pues ¿cómo me habría beneficiado eso?), Sino como hombre, Él convoca a Sí mismo una ayuda común, para que mientras esté concentrado en el alimento de la lectura divina, pueda descuidar el hambre del cuerpo y obtener el alimento de la Palabra.
Porque el que busca la Palabra no puede sentir la falta de pan terrenal porque las cosas divinas sin duda compensan la pérdida de lo humano (Ambrosio)