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Cuán grande fue entonces el castigo en aquel cuerpo, en que co | Jesús, el Verbo de Dios

Cuán grande fue entonces el castigo en aquel cuerpo, en que con tales heridas no recordaba el dolor de sus llagas, sino sólo su hambre "deseando ser alimentado con las migajas, etc".
Como si dijera: Lo que tiras de tu mesa, da para limosna, haz que tus pérdidas ganen (Chris)

La comida se tomaba con las manos, en casas muy ricas, las manos eran limpiadas al frotarse con piezas de pan, que después eran tiradas. Esto era por lo que Lázaro estaba esperando (Barclay)

Pero la insolencia y soberbia del rico se manifiesta después con las más claras señales, porque sigue: "y nadie le dio". Porque tan despreocupados son de la condición de la humanidad, que como si estuvieran colocados por encima de la naturaleza, derivan de la miseria de los pobres una incitación a su propio placer, se ríen de los indigentes, se burlan de los necesitados y roban a quienes deberían lástima.(Ambrosio)

La mayoría de nosotros tenemos al menos un Lázaro a las puertas de nuestra vida.
La acusación contra el hombre rico no era que hubiera dañado a Lázaro, sino que no lo había ayudado.
El hombre nos condena por hacer el mal, Dios por no hacer el bien (Meyer)

Porque la codicia del rico es insaciable, no teme a Dios ni respeta a los hombres, no perdona al padre, no guarda su lealtad al amigo, oprime a la viuda, ataca la propiedad de un pupilo (Ago)

Además, el pobre vio al rico salir rodeado de aduladores, mientras él mismo yacía enfermo y necesitado, sin ser visitado por nadie. Por eso nadie vino a visitarlo, testifican los perros, que sin miedo le lamieron las llagas.(Greg)

Esas llagas que ningún hombre se dignó lavar y vendar, las bestias lamen con ternura (Chris)

¡Observe la patética paradoja de que el perro afuera mostró más compasión por Lázaro que el hombre rico adentro!

Por una cosa Dios Todopoderoso mostró dos juicios. Permitió que Lázaro yaciera ante la puerta del rico, tanto para que el rico impío pudiera aumentar la venganza de su condenación, como para que el pobre aumentara su recompensa con sus pruebas; el uno veía diariamente a aquel de quien debía tener misericordia, el otro aquello por lo que podía ser aprobado (Greg)

“No es bueno tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos.
Sí, Señor; pero hasta los perros se alimentan de las migajas que caen de la mesa de sus amos”.
Mt 15:26-27
¿Quién es el equipo de limpieza? Perros.

La gente está comiendo, llevándose el pan que necesitaba para limpiar, echándolo ahí abajo. Los perros venían y se lo comían; y el pobre hombre hubiera dado cualquier cosa si hubiera podido moverse debajo de la mesa con los perros para conseguir ese pan.
Los perros se representan como sucios. “Los perros lamen su propio vómito”, 2Pe 2:22.
Nos recuerda al hijo pródigo, que acabó comiendo con cerdos.
Una situación tan humillante y desvalida. Así también lo tratarían los fariseos.(MacArthur)

El hombre rico staba viviendo una vida esencialmente egoísta y mundana. Dios le dio sus poderes y sus posesiones para que con ellos pudiera glorificar a su Hacedor y servir a sus hermanos. Pero los estaba gastando por completo en sí mismo, o más bien en su presente disfrute personal.
Si partió con unas pocas migajas de las que no podía sentir la pérdida, esa fue una excepción tan lastimosamente pequeña que no sirvió para otro propósito que el de "probar la regla". Fue para nada en absoluto.
Su espíritu era radical y completamente egoísta; sus principios eran esencialmente mundanos. No le importaba nada que fuera de sus puertas había un mundo de pobreza, del cual el pobre Lázaro era sólo una dolorosa ilustración; ese triste hecho no turbó su apetito ni hizo perder nada de su sabor a sus vinos.
No le importaba en absoluto que hubiera tesoros de mejor clase que los de la casa y las tierras, de oro y plata; que había una herencia que ganar en el mundo invisible; le bastaba que su palacio fuera suyo, que sus ingresos estuvieran seguros, y que nadie interrumpiera sus placeres.
El egoísmo y la mundanalidad caracterizaron su espíritu; ellos oscurecieron y degradaron su vida, y sellaron su destino
(Exell, Joseph)