Get Mystery Box with random crypto!

El aborto es lo primero. Durante 2020 en España se registraro | Provida

El aborto es lo primero.

Durante 2020 en España se registraron 88.269 abortos provocados. En todo el mundo se estima que rondaron los diez millones.

La inmensidad de estas cifras suele provocar, con escasas variaciones, el siguiente sofisma: no parece posible que la Humanidad, que se ha alzado contra tiranos y asesinos de todo tiempo y lugar, que abomina de los genocidios del pasado, pueda estar ahora transando con algo tan aparentemente perverso como la eliminación en masa de personas en el vientre materno: si el aborto existe es porque es admisible (de lo contrario sería una masacre sin precedentes que liquida cada año el mismo número de personas que la Primera Guerra Mundial... y eso nos pondría en muy mal lugar).

En todo contacto inicial con el aborto, con “lo que sucede en un aborto”, siempre se percibe su malignidad intrínseca, objetiva (ajena a la culpa o intencionalidad de quienes lo promueven o practican), malignidad implacable, proyectada esencialmente sobre el no nacido, al que se mata antes de que consiga llenar los pulmones con la primera bocanada de aire y pueda hacernos oír su llanto. Por eso, al descubrir la existencia del aborto todos pensamos o deseamos lo mismo: No será tan brutal, tan bestial… si no, alguien haría algo.

Pero así es. Hoy el aborto no consigue la atención que cabría esperar de su esencia o su extensión. En las “sociedades avanzadas” –con sus derechos para animales– es una cuestión menor, estacional, de segundo nivel: rara vez consigue un titular. Incluso la oposición al aborto se hace frecuentemente bajo la borrosa bandera de una genérica “defensa de la vida”.

Y justo ahí es donde, individualmente y con muchísima frecuencia, descarrila la formación del concepto personal, directo y genuino sobre el aborto: se asume que si existe y se permite es porque, previamente, alguien –autoridades, asambleas, un consejo de sabios– lo declaró aceptable (o al menos no categóricamente malo). Y así, antes de comenzar a hacernos preguntas obvias, el aborto ya tiene argumentos, se ha abierto paso en las entrañas de las embarazadas y los niños no nacidos son fulminados a millones sin que la inmensa mayoría de las personas lleguen a cuestionárselo desde la perspectiva correcta.

Por eso es crucial que la gran mentira homicida vuelva a quedar expuesta en toda su magnitud: para salvar a los que vendrán, pese a nuestra vergüenza y condena ante la Historia. Desde hoy, desde ya: el aborto debe pasar a la cúspide de las encrucijadas morales de nuestra época o nunca conseguiremos que ese océano de sangre inocente deje de crecer. Tampoco pervivirá nuestra civilización, en la que, mediante el aborto, unas personas se atribuyen el poder de decidir sobre la vida de otras, destruyendo así el fundamento primordial de todo orden humano: la igualdad en dignidad y derecho de todos y cada uno de sus miembros, ninguno de los cuales puede pretender que su vida es más valiosa que la de otro. Sólo sobre ese principio intocable, indiscutible, puede erigirse, progresar y perdurar una jerarquía justa de derechos y valores legítimos. En el instante en que se admite el aborto quiebra ese principio y todo lo demás –por definición, subordinado al derecho individual y universal a la vida– se vuelve discutible, transable, revocable. Todos los demás principios y valores humanos, culturales y sociales quedan viciados y sobre ellos se cierne la amenaza latente de acabar también siendo valorados con criterios de conveniencia o suprimidos en pos de soluciones radicales, ajenas a cualquier valor moral, ético o social.