2022-07-29 23:02:28
Memoria que no se puede olvidar:
SANTOS MÁRTIRES QUE LLEVARON EL EVANGELIO A CANADÁ.La Iglesia Católica, fiel al mandato de su divino Maestro de «id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura» (Mar.16,15), lleva a cabo desde su fundación una vasta labor misionera con la cual no sólo ha llevado al mundo la Fe sino también la civilización, santificando lugares, pueblos, instituciones y costumbres. Gracias a dicha labor, la Iglesia ha civilizado también los pueblos de las Américas, que estaban inmersos en el paganismo y la barbarie.
La primera misión Jesuita del Canadá entre los pieles rojas iroqueses, dirigida por el padre Carles Lallemant (1587-1674), desembarcó en Quebec en 1625. En 1632 llegó una nueva misión, guiada por el padre Paul le Jeune (1591-1664). El padre Giovanni de Brébeuf (1593-1649) regresó en 1633 con otros dos sacerdotes. De choza en choza, empezaron a instruir en el Catecismo a niños y adultos.
Pero algunos hechiceros convencieron a los indios de que la presencia de los padres atraía sequías, epidemias y otras calamidades. Entonces los jesuitas decidieron proteger a los catecúmenos aislándolos en poblaciones cristianas. La primera se construyó a cuatro millas de Quebec. Constaba de fortín, capilla, viviendas, hospital y una residencia para los padres.
Contemporáneamente, algunos voluntarios se ofrecieron a convertir a los indios: Santa María de la Encarnación Guyart Martin (1599-1672), ursulina originaria de Tours, que junto con otras dos religiosas había fundado un internado en Quebec para enseñar a los niños indios; doña Maria Madeleine de la Peltrie (1603-1671), viuda francesa que con algunas hermanas hospitalarias de Dieppe había fundado un hospital, asimismo en Quebec; miembros de la Società di Nostra Signora que con la ayuda del padre sulpiciano Jean Jacques Olier (1608-1657) y de la Compañía del Santo Sacramento fundaron en 1642 Villa María de Montreal, a partir de cual nacería la actual Montreal.
Pero los iroqueses se mostraron irreductiblemente hostiles. Habían mutilado de forma atroz al padre Isacco Jogues (1607-1646) y a su coadjutor René Goupil (1608-1642) y los cubrieron de carbones encendidos. En marzo de 1649 los iroqueses martirizaron a los padres Brébeuf y Gabrielle Lallemant (1610-1649). Atravesaron al padre Brébeuf con barras de hierro candente y le arrancaron trozos de carne que devoraron ante sus ojos. En vista de que el mártir no dejaba de alabar a Dios, le arrancaron los labios y la lengua y le clavaron tizones encendidos en la garganta.
El padre Lallemant fue torturado poco después con mayor crueldad aún. Más tarde, un salvaje le destrozó la cabeza con una hoz y le arrancó el corazón, cuya sangre bebió para asimilar su fuerza y valor. En diciembre, una nueva ola de odio feroz dio dos nuevos mártires, los padres Charles Garnier (1605-1649) y Noël Chabanel (1613-1649). Los ocho misioneros jesuitas, conocidos como los Mártires del Canadá, fueron beatificados en 1625 por Benedicto XV y canonizados por Pío XI en 1930.
Estos episodios forman parte de la memoria histórica del Canadá y no se pueden olvidar!!!RDM (AF)
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