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Hace un tiempo nos dijeron que el mundo se abría. Sucedió al f | Revista 5W

Hace un tiempo nos dijeron que el mundo se abría. Sucedió al final de la Guerra Fría: se puso de moda el término globalización, se instaló el llamado nuevo orden mundial, se nos dijo que los Estados estaban de retirada, se hizo propaganda de un mundo sin fronteras. Pero el mundo, caprichoso, se encerró en sí mismo: desde la caída del muro de Berlín, en 1989, decenas de países han construido barreras, en su mayoría para separar el norte del sur global.

La seguridad es la explicación: protección frente al terrorismo, frente a la “inmigración ilegal”, frente a refugiados —personas que, precisamente, buscan protección—. Los gobiernos y los medios de comunicación hablamos de muros y vallas, pero cada vez tiene menos sentido nombrarlas: las fronteras modernas son sofisticados dispositivos que, con su diseño y su virtuosismo tecnológico, exhiben la superioridad del Estado que las construye. Ahí se concentran el dolor y la muerte, y los Estados ya no hacen nada para ocultarlo, sino que lo exhiben. La angustia existencial de los Estados se expresa en sus bordes, y tiene como víctimas a los fugitivos del planeta.

La tragedia bajo la valla de Melilla, que ha dejado al menos 37 muertos y centenares de heridos, se inscribe en esta lógica perversa. Hoy publicamos un ensayo de Agus Morales sobre los muros y las vallas como instrumento de los Estados para exhibir su poder: bit.ly/3ykE9uw