Te damos gracias,
Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Pues, para llevar a plenitud el misterio pascual, enviaste hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo
Aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo,
fue el alma de la Iglesia naciente;
el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos;
el Espíritu que congregó en la confesión de una misma fe
a los que el pecado había dividido en diversidad de lenguas.
¡Feliz y gran Domingo de Pentecostés!