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Comentario a la 1 Jn. 1, 1-4: En estos días de Navidad hast | Algo del Evangelio

Comentario a la 1 Jn. 1, 1-4:

En estos días de Navidad hasta el día de los Reyes, el seis de enero, salvo algunas interrupciones, como primera lectura de cada día, la Iglesia nos propone la primera carta del apóstol san Juan. Estarás pensando, pero… ¿estos no son los audios de Algo del Evangelio? Es verdad, pero te propongo romper un poco los esquemas, como se dice, nos vendrá muy bien a todos, para descubrir otros textos lindos de la Palabra de Dios. Y además podríamos hablar, en sentido general, que el Evangelio es toda la buena noticia que nos trajo Dios a nuestros corazones, al mundo, y por eso también otras palabras de Dios son, de algún modo, Evangelio.
¿Por qué te propongo esta carta? Primero, para conocer otros libros del Nuevo Testamento que tienen una riqueza infinita también y ayudan a comprender mejor los evangelios; segundo, para entender que la obra del Evangelio de Juan tiene su continuidad en sus cartas y son complementarios, se comprenden entre sí; y tercero, para animarnos a más, animarnos a meditar otros textos que también pueden enriquecer nuestra vida espiritual, nuestra fe. Siempre digo que la Palabra de Dios es inagotable, es una fuente infinita de sabiduría, y eso, por supuesto, no se agota en los cuatro evangelios. Espero que nos ayude y nos sirva a seguir rezando y meditando en este tiempo de Navidad.
Habrás experimentado en tu vida que las alegrías profundas no son completas hasta que no se las comparten, o bien cuando no se las comparte con aquellos que amamos. No hay alegría verdadera si no es compartida, cuando otros no la conocen junto a nosotros. Recuerdo que cuando me dieron la noticia de que me ordenarían sacerdote, me pidieron que no lo diga hasta cierta fecha por cuestiones internas, porque había que cumplir algunos pasos necesarios hasta poder decirlo. Fue, me acuerdo, muy difícil para mí. Había recibido la mayor alegría de mi vida y no podía contársela ni siquiera a mis seres queridos, a mi familia, a los que me interesaba que compartan esa noticia. Esa vez experimenté en carne propia que una alegría no es completa hasta que no se la comparte. Me imagino que te debe haber pasado alguna vez, por ahí no porque te lo prohibieron, sino porque siempre se tarda un poco desde que se recibe la buena noticia hasta que se la cuenta, hasta que se la comparte con alguien cara a cara. Algo así es la alegría del Evangelio, algo así quiere decir la carta de Juan que acabamos de escuchar: «Les escribimos esto para que nuestra alegría sea completa». Algo así decía el papa Francisco en una de sus cartas: «La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús».
¿Para qué anunciamos el evangelio? ¿Para qué anunciamos que conocemos a Jesús? ¿Para qué anunciamos que de alguna manera vimos, oímos, o tocamos con nuestras manos el misterio del Padre que se reveló en Jesús? No solo para dar una alegría a los otros, sino para que nuestra alegría sea completa, para poder llenarnos el corazón, abriéndolo a los demás. Por ahí te pasó en esta Navidad, por ahí vos quisiste vivirla de otra manera, vos intentaste bajar un cambio –como decimos–, vos intentaste no caer en la frivolidad y la superficialidad, vos intentaste hablar de Jesús, intentaste darle otro sentido y tu familia por ahí o algunos, no todos, estaban en otra, y los otros no se dieron cuenta. Tu alegría era alegría, pero no era completa. Le faltaba algo, le faltaba que los otros te acompañen, le faltaba que los otros la descubran. En realidad, podríamos decir que la alegría de Dios no será completa hasta que todos descubran la verdad del evangelio; a los primeros cristianos les pasaba lo mismo, a todos nos pasa lo mismo; a todos los que descubren a Jesús les pasa esto; a los que nos vamos enamorando lentamente y día a día de Jesús, pero en serio, como una persona, a quien contemplamos, como alguien a quien «vemos», «oímos» y «tocamos» con nuestros propios sentidos. Si nos pasa, es un buen signo.