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—Hace muchos años —le confesó ella mientras él dormía— hubo una ninfa que se convirtió en bruja, cansada y hastiada de cómo otros la juzgaban y trataban por no ser como se le exigía. Su madre la negó ante los reyes y estos estuvieron de acuerdo a la hora de desterrarla. En conjunto, borraron la memoria de su padre y de sus hermanas para que no la buscaran.

Él no abrió los ojos y ella le dió la espalda, no buscaba el perdón de nadie, no había sido una buena aldeana, ya que desde pequeña se había equivocado en varias cosas y fueron errores que le terminaron pesando. Su furia cayó sobre la hija de los reyes y no se arrepentía, sabía que la cacería estaba justificada y que tarde o temprano tenía que pagar.

Los días llenos de coito siguieron, una semana más con el príncipe que estaba cautivo en su hechizo. Como todas las noches se acostó con él cerrando los ojos, pero esta vez no fue mucho lo que durmió, ya que el retumbe de los caballos galopando la despertaron. Rápido salió de la cama abriendo la ventana, un sin número de personas venían directo a la cabaña con antorchas.

—Oye—despertó al príncipe—, tenemos que irnos.

Le pasó rápido la ropa tratando de recoger lo indispensable, se cerró el abrigo que la cubría y juntos salieron por la puerta de atrás queriendo alcanzar la línea de árboles, pero… muchos aldeanos salieron de la nada arrojándose sobre ella, alejando al bárbaro de la bruja. Eran demasiados, no se podía levantar y la palma le dolió cuando abrieron su mano sacando la sangre que echaron en la copa y que le dieron de beber al príncipe, queriendo acabar con el hechizo.

La atacaron con palos, con piedras y la arrastraron entre la maleza mientras que él se levantaba aturdido.

—Ilenko —Intentó llamarlo—. Yo solo quería…

Le taparon la boca y la encerraron en una jaula de oro, la cual pasearon por todo el reino. No tenía poderes dentro de ella, su sangre la usaron para romper el hechizo del castillo y durante tres días no supo de nadie, ya que estaba encerrada en un viejo calabozo dentro de la jaula.

—Hoy se casa el príncipe con la bella durmiente —le dijeron y eso le dolió más que las heridas que tenía— y quemarte será el espectáculo principal.

El palacio fue decorado para la ocasión, la iglesia estaba llena de aldeanos, los novios esperaban frente al altar y la jaula fue arrastrada hasta el sitio; quitaron la manta que la cubría y miles de abucheos cayeron sobre la bruja a la que le temblaba la barbilla.

El rey era dueño de una vara con la que la chuzaba durante la ceremonia y eso la tenía contra los barrotes, Zoe miró a su futuro esposo perdidamente enamorada, el príncipe se había untado los labios de sangre antes de darle el beso que la despertó y ahora no podía dejar de mirarlo, mientras el sacerdote daba inicio a la ceremonia. Lo que decía se perdía entre los insultos a la bruja, los jadeos de esta siendo maltratada y él bárbaro no se molestó en mirarla, ya que estaba concentrado en la bella durmiente, quien se acercó a besarlo cuando se le dio la orden.

Dió dos pasos hacia él con una sonrisa en el rostro, pero, en vez de la cercanía de sus labios, sintió el frío de la espada que la atravesó desatando un río de sangre cuando el príncipe la apuñaló dejando a todo el mundo anonadado. Lo cierto era que no le gustaba para nada y pensándolo bien, podía someter al reino con sangre. Con fuerza sacó la hoja del vientre de la princesa, ésta cayó y con un ágil movimiento decapitó al sacerdote.

El rey se fue contra él y corrió con la misma suerte del cura, pateó la jaula de oro hasta romperla liberando a la bruja que, con la poca fuerza que le quedaba, se alzó huyendo. Los aldeanos y los hombres que lo acompañaban no entendían nada, sin embargo, Ilenko Romanov era su futuro rey y tenían que defenderlo, por ello, un río de sangre corrió por la iglesia dejando un montón de cadáveres.

—¡Mi príncipe! —Boris llamó al bárbaro que se subió a su caballo corriendo al bosque en busca de lo que necesitaba.