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Ella con los dedos peinó las hebras sueltas que se le escapaba | 🔥𝐵𝑜𝑜𝑘𝑛𝑒𝑡 𝑦 𝑃𝑒𝑐𝑎𝑑𝑜𝑠 𝑃𝑙𝑎𝑐𝑒𝑛𝑡𝑒𝑟𝑜𝑠 🖤📲

Ella con los dedos peinó las hebras sueltas que se le escapaban y lo obligó a mirarla, a fundirse en los ojos azules en lo que la empalaba con la verga que palpitaba dentro de ella.

Las estocadas la llevaron de arriba abajo moviendo la cama que se estrellaba contra la madera y, mientras la bella durmiente dormía en la torre más alta del castillo a la espera de su ser amado, este caía en las redes de la bruja que la condenó.

La nieve seguía cayendo, los bárbaros esperaban al otro lado del abismo a la espera del príncipe que en ese momento absorbía los gemidos de la mujer, quien se corría entre sus brazos, consiguiendo su cometido, y es que aquellos jadeos aniquilaron el razonamiento del hombre que tenía encima, quien se derramó dentro de ella y no paró, ya que entre más la penetraba, más poder tendría el embrujo, por ello le entregó su cuerpo hasta que este no dió para más.

El clima hizo que los bárbaros se volvieran, estaban casi en medio de una tempestad y horas después Emma se despertó sola en la cama.«No funcionó», fue lo primero que pensó al no verlo en la cabaña. Los hechizos en ocasiones fallaban y se apresuró a tomar el camisón, pero…

Él atravesó la puerta dejando caer la leña que traía, el que estuviera tan empapado era señal de que se había bañado en el lago. Ella sabía que él no estaba en sus cinco sentidos y por ello se apresuró a su sitio tomando los palos.

—A la próxima salgo yo, ¿bueno? —le dijo—. No quiero que salgas.

Él se agachó a ayudarla y sus miradas chocaron cuando sus ojos se encontraron, era demasiado… atractivo, apuesto, su sexo todavía dolía por la noche anterior, pero eso no fue impedimento para empaparse.

—Siéntate, te haré de comer.

Él se movió a la pequeña mesa y ella tomó el conejo que tenía en la jaula, lo preparó para ambos y sirvió la cena. No recordaba cuándo había sido la última vez que había comido con una persona y el que él no dejara de mirarla lo volvía más raro.

—¿Quieres más? — ella le preguntó cuando terminó.

—Si.

Sintió los ojos de él en su espalda en lo le volvió a servir, le avisó que iría a asearse mientras él terminaba de comer y cuando regresó estaba desnudo en la cama esperándola. Lo ideal sería irse a caminar y planear qué hacer, ya que las medidas no son más que algo temporal, sin embargo, a ella le convenía. Le servía sumirlo mucho más y esa fue la excusa que usó para acercarse.

El despiadado príncipe sujetó su miembro y lo alzó mostrándolo, demostrando las ganas que tenía de empalarla. Ella abrió las piernas sobre este, no le importó el dolor que sintió al deslizarse en el tronco endurecido que la hizo mirar el techo en lo que la movía.

Ráfagas de nieve seguían cayendo afuera, la primera semana pasó y la preocupación empezó a abarcar a los bárbaros y los aldeanos, que esperaban por la cabeza de la bruja, pero lo que no sabían era que su príncipe estaba ocupado en una cosa totalmente diferente.

La cabeza que tenía que arrancar la sujetaba, pero para tirar del cabello que tomaba mientras la embestía. A la hechicera se le erizaba la piel cada que despertaba con él al lado, cuando paseaba la esponja húmeda por sus pectorales mientras lo aseaba, cuando la besaba mientras cocinaba.

A su modo le sacó lo que necesitaba saber: era el futuro rey de tierras crueles y sangrientas, el reino de la bella durmiente era lo único que le faltaba para tomar el trono y el hecho de saberlo la encogió, porque sí que tenía motivos para despertar a su verdadera amada.

La bruja de ojos azules lo observaba mientras dormía sin saber qué hacer más que besarlo cada vez que la buscaba. Creía estar enamorado de ella y a la segunda semana era él quien la aseaba a ella y quien se sentía cada vez más vulnerable entre sus brazos.

Como todas las noches la hizo suya y, mientras él dormía, ella tomó un mechón del cabello del príncipe guardándolo tras su oreja.