2022-08-08 03:51:37
El príncipe llegó y guardó la espada mientras se acercaba. No lucía como una muerta, simplemente parecía estar en un profundo sueño, tenía las manos sobre su abdomen, los labios eran delgados y la nariz fileña. El bárbaro se quedó a la espera que se le agitara el corazón, pero nada pasó y acortó más el espacio.
—Besela, mi príncipe, y rompa con la maldición de esa bruja desgraciada —pidió Boris, su noble caballero.
Ilenko se inclinó dejando un beso sobre los labios de la princesa, pero todo seguía igual, torció los ojos y lo volvió a hacer.
—¿Se siente enamorado, señor? —le preguntó su consejero—. Porque hay que estar enamorado, tal vez si la observa por varios días…
—¡No tengo tiempo para eso! —se incorporó—. No vine a enamorarme, vine por las tierras.
—Pero la profecía dice…
—¡¿Cuál es la segunda opción?!
—Matar a la bruja —contestó su caballero y él suspiró cansado— o encerrarla en una jaula de oro.
—Entonces vamos por ella.
A miles de kilómetros del castillo, en una pequeña cabaña, los ojos azules de la bruja brillaban frente al fuego, el cabello negro le cubria los hombros, era un ser solitario, el cual llevaba años apartada, sobreviendo a la inclemencia de la naturaleza, resguardandose sola de aquellos que querian matarla. Ya había sido apedreada dos veces, los aldeanos se habían reunido y juntos organizaron la cacería que la había hecho moverse.
Una gran parte de su poder quedó en el hechizo del reino y no era la misma de antes, ya que todavía no hallaba una nueva fuente con la cual nutrirse.
—¡Mi señora! —Uno de los elfos tocó su puerta— ¡Mi señora!
Se apresuró a abrir dando paso al hombrecillo jorobado y con verrugas.
—Mi señora, tiene que irse —le avisó—. Un despiadado príncipe con sangre de bárbaro viene para acá y los aldeanos han dicho que quiere su cabeza.
—¡Fuera! —La bruja echó al elfo.
El pulso de la bruja se disparó, era consciente de lo que había hecho y que una de las hadas había cambiado su hechizo. Desde lo sucedido, los príncipes que intentaron rescatar a la bella durmiente hacían hasta lo imposible por matar a la bruja que la hechizó.
Se apresuró a la hoguera a la que le exigió el nombre del hombre extranjero, su imagen apareció entre las llamas y no era cualquiera, no era como los que habían venido antes. Pudo captar distintas imágenes de sus sangrientas batallas mientras blandía la espada como ninguno, el pecho de ella dolió, ya que cortaba cabezas con hachas y las alzaba como trofeo. El corazón le dió un vuelvo cuando se vio sin salida, la iba a despedazar. de eso no tenía duda alguna, y los labios le temblaron frente al fuego, ya que no quería morir.
La nieve caía con fuerza, uno de los puentes se había derrumbado, pero eso no fue un impedimento para detenerse, el príncipe era de los que no cedía y obligó a su caballo a dar el salto casi mortal que lo dejó al otro lado del abismo. Sus hombres no eran capaces de hacer tal maniobra y por eso lo dejaron avanzar, sabían que sólo Ilenko Romanov era capaz de traer el corazón de la bruja y, mientras los cascos del caballo levantaban el hielo, Emma buscaba su única esperanza de vida.
Si salía, no llegaría muy lejos, algo le decía que era del tipo de hombre que se empecinaba. Era obvio que la perseguiría, así que vació el cajón en busca de la pócima que no aparecía, vació el segundo y el tercero, hasta que halló el frasco. Afanada, se quitó la ropa y destapó el recipiente con la boca esparciendo el élixir por su cuerpo, luego corrió por uno de sus camisones y se lo puso dejándolo abierto. No podría matarlo, pero sí embrujarlo.
Nunca había estado con un hombre, pero conocía un viejo hechizo que, temporalmente, lo tendría a sus pies. El caballo relinchó a las afueras de la cabaña, el jinete bajó de un salto y, furioso, se apresuró a la puerta que derribó, hallando a la mujer que se volvió hacia él con el camisón abierto.
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