Get Mystery Box with random crypto!

4. Si Pablo no pretendió enseñar la “sola fe”, entonces, ¿”cóm | Apologética 1 Pedro 3, 15

4. Si Pablo no pretendió enseñar la “sola fe”, entonces, ¿”cómo explicamos su afirmación en Romanos 3:28 de que el hombre es justificado por la fe aparte de las obras de la ley”? No podría argüirse que la expresión “aparte de” es muy parecida a la palabra “sola”, y así concluir que S. Pablo realmente enseñó que la fe está sola en la justificación?

5. Para contestar a esto, debemos caer en la cuenta de que “justificado por la sola fe” no significa lo mismo que “justificado por la fe aparte de las obras de la ley”. Gramaticalmente, la expresión “sola fe” significa que la fe es el UNICO instrumento de justificación, mientras que la afirmación “fe aparte de las obras de la ley” meramente significa que “las obras de la ley” -sea lo que sea lo que S. Pablo quiere decir con esto- son la única cosa que no puede juntarse con la fe para la justificación. En otras palabras, “sola fe” excluye que se añada cualquier cosa a la fe, mientras que “fe aparte de las obras de la ley” impide sólo que a la fe se añadan las “obras de la ley”. Esto deja abierta la posibilidad de que haya algo que no sea considerado “obra de la ley” que tal vez pueda ser añadido a la fe, o de que podamos entender la “fe” asociada con otras virtudes que no estén técnicamente relacionadas con las “obras de la ley” (v. Concilio de Trento, Sesión 6, Capí­tulo 7).

6. De aquí que aunque debamos dar la debida justicia al dicho de Pablo de que la fe debe estar aparte de las obras de la ley, esto no quiere decir necesariamente que la fe esté completamente sola, especialmente de otras virtudes como el amor y la obediencia (Gálatas 5:6; Romanos 1:5, 16:26). Según ciertas Escrituras, algo pasa con las “obras de la ley” que fuerza a Pablo a separarlas de su concepto de fe; sin embargo, otros pasajes autorizan, incluso exigen, la adición de otras obras virtuosas, que no están necesariamente asociadas con las obras de la ley, para procurar la justificación.

III. La clave: el principio de “obligación” de San Pablo

1. Para empezar a descubrir la verdadera relación entre fe y obras, necesitamos entender uno de los más fundamentales principios en la teología de Pablo -el principio de obligación legal o deuda. Vemos este principio establecido en aquél pasaje tan conocido, Romanos 4:4: “Al que trabaja, el salario no se le cuenta como favor, sino como deuda” (LBLA).

2. Para ayudarnos a entender este principio, Pablo usa el ejemplo del empleador que está obligado a pagar a su empleado por su trabajo. “Obligación” se refiere a una compensación medida que es legalmente debida por el empleador al empleado. Como entendemos el trabajo como algo que requiere el arduo uso de nuestras facultades, el trabajador es alguien que debe ser remunerado, en alguna manera, de forma igual a sus esfuerzos. Hablando vulgarmente, por un trabajo de una hora, debe ser pagado un salario de una hora. Salvo que el empleador quiera quebrantar la ley, está legalmente obligado a pagar al trabajador lo que le es debido. No importa si el empleador ama u odia al empleado, o si éste le gusta o disgusta. Está bajo la obligación legal de pagarle.

3. Estableciendo este principio de obligación legal, Pablo introduce la regla fundamental para cualquiera que intente “trabajar” su camino a Dios. Si la apelación a Dios está basada en la obligación, entonces la relación entre Dios y el hombre se vuelve una en la que la parte que trabaja (el hombre) está legalmente obligando a la parte para la que el trabajo es hecho (Dios) a pagarle por la obra realizada.

4. Por ello, en lo que a la justificación se refiere, un hombre que se acerque a Dios esperando ser remunerado legalmente por sus esfuerzos pone a Dios en la posición de ser “obligado” a reputarlo recto y aceptable, merecedor de vivir con Dios y de ser bendecido por Él por toda la eternidad. Como en esta situación Dios sería forzado a deber un deuda legal al hombre que trabaja, la relación se basaría en la ley, esto es, en un contrato legal. Si se basara en la ley, entonces no podría basarse en la benevolencia personal de Dios, también llamada gracia.