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En algunas culturas esto y el hecho de tenerme ahí cinco horas | Hilo Cívico

En algunas culturas esto y el hecho de tenerme ahí cinco horas sin tomarme declaración alguna ni interrogarme, acusándome de delitos que no he cometido (y esperen que esto sigue ahora), obligándome a desnudarme, con la entrada y salida constante de unas diez personas diferentes, dejándome sola en el cuarto frío o sala de grabación por largos períodos de tiempo, se llama TORTURA.

Me dejaron sola entonces. Oportunidad que aproveché para “decidir estar presente” (no sé si saben que yo practico yoga y meditación desde que empezó la cuarentena en el 2020), hasta que llegaron dos inspectores del Ministerio de Comunicaciones con otra adefesio vestida de civil con cara de guaricandilla que tampoco se identificó, para decirme que me iban a multar con 3,000 pesos por violación de la Ley 370. Los inspectores se comportaron como los funcionarios que son, en contraste con la adefesio que más bien se comportó como si aplicar la Ley 370 se tratara de un asunto de solar.

Mientras estábamos en eso volvió la guajira Yamilé para contarme que me iba a “ayudar” y en lugar de acusarme por desacato me iba a acusar por desórdenes públicos en las redes sociales, cosa de lo que también me declaro inocente y en consecuencia no firmé tal acusación. Los que firmaron como testigos fueron la adefesio con cara de guaricandilla y uno de los inspectores.

Yo no sé muy bien de leyes, pero esto de estar cometiendo un delito de desórdenes públicos en las redes sociales me parece de lo más absurdo e improcedente.

Otra vez sola. Y esta vez decidí disfrutarlo. Conté los 120 rectángulos que conforman el cielo raso, los 12 cuadrados de tabla que conforman las paredes, los 24 cuadrados de la lámpara de techo. Me di cuenta de que la silla de los acusados en ese cuarto estaba fijada al piso con cemento, y noté como de pronto habían aparecido en el cuadrado de tabla de al lado mío, rayados con algo filoso sobre la pintura carmelita veteada que lo cubría, ocho letreros que decían “Patria y Vida”, uno que decía “Libertad para los presos políticos” y otro de “Abajo la dictadura”. ¿Quién los habrá dejado ahí?.

También me puse a visualizar con los ojos cerrados la vida que tendré cuando logremos que caiga la dictadura. Hasta besé y le llevé el café de la mañana a la cama al hombre de mi vida en nuestra casa en Cuba Libre.

Y volvió el Tío Scar a decirme que nos íbamos. Le pedí que por favor me tratara bien, que lo notaba alterado. Yamilé salió corriendo de otra oficina para hacerme firmar el acta de liberación. Eran las 6:15 pm, ya estaba todo oscuro.

Y otra vez en el auto blanco particular con el Tío Scar y las tres leonas-hienas con caras de guaricandillas. Una de ellas dice de pronto, mal actuando un papel que no le sienta nada: “Ay, casi se me pasa la directa”, y se pone a ver el programa de Otaola, momento que aproveché para comentarle lo bien que le hacía al pueblo de Cuba un programa donde se contaban tantas verdades y se abrían tantos ojos. Dice ella que Otaola habla mal de mi, y eso los tiene muy contentos… cuando vuelva a tener teléfono propio voy a proponerle a Alexander Otaola resover este asuntico.

Me dejaron justo en la esquina de mi casa. Conmigo se bajó la leona-hiena con cara de guaricandilla que ostentaba notablemente el calificativo fea y me propinó un empujoncito cuando le sugerí que por favor, se lavara el pelo alguno de estos días. Mis vecinos buenos lo vieron todo. Escucharon también las ofensas que me profirieron desde dentro del auto blanco particular.

Cuando llegué a casa no había nadie. Mi madre, como la Mariana que es, había salido a hacer lo que había que hacer, orientada y acompañada por varios actores de la sociedad civil que también han decidido plantarle cara al terror y mostrar la solidaridad que necesitamos para que Cuba sea finalmente libre de dictadura. Llegaron al ratico y yo lloré conmovida al verlos. También me conmovieron las llamadas telefónicas de anoche, y los Whatsapp de esta mañana al teléfono de mi madre.