2022-08-10 10:03:15
¿Por qué tienen miedo?
Los miedos de la etapa infantil suponen un fenómeno universal y omnipresente en todas las culturas y tiempos. A pequeña escala, estas sensaciones que se viven como desagradables por parte del niño o adolescente pueden cumplir una función de supervivencia en el sentido de apartarlo de situaciones de peligro potencial.
Sin embargo, cuando estos miedos no obedecen a ninguna causa real de peligro o se sobrevaloran las posibles consecuencias, el resultado puede ser un gran sufrimiento por parte del niño que las padece y por sus padres. Y a pesar de ser un miedo «irreal» puede llegar a condicionar el funcionamiento del niño y alterar sensiblemente su capacidad para afrontar situaciones cotidianas como pueden ser acostarse, ir a la escuela, quedarse solo, …
Sin duda, los miedos son evolutivos y «normales» a cierta edad, cambiando el objeto temido a medida que el niño crece y su sistema psicobiológico va madurando. La tendencia natural debe ser que estas vayan desapareciendo progresivamente.
Tener miedo de…
Entre los 6 y los 11 años el niño empieza atener la capacidad de diferenciar las representaciones internas de la realidad objetiva. Los miedos serán más realistas y específicas, desaparecen los temores a seres imaginarios o del mundo fantástico. Toman el relevo temores más significativos como el daño físico (accidentes) o los médicos (heridas, sangre, inyecciones,…).
Dependiendo de las circunstancias también puede presentarse el temor al fracaso escolar, temores a la crítica de los demás y miedos diversos en la relación con sus iguales (miedo hacia algún compañero en especial que puede aparecer amenazador o agresivo).
El miedo a la separación o el divorcio de los padres estaría presente en aquellos casos en que el niño perciba un ambiente hostil o inestable entre los progenitores.
¿Cómo actuar ante un niño que tiene miedo?Para poder ayudar a nuestros hijos a combatir los miedos, hay unos comportamientos básicos que son importantes a tener en cuenta:
En primer lugar, tenemos que vivir la situación del niño con normalidad y sin mostrar preocupación o angustia ante él. Recordemos que el niño a menudo interioriza los comportamientos y percibe el estado anímico de los padres. Unos padres excesivamente preocupados pueden aumentar la tensión de su hijo. En general es importante no forzar al niño en aquellas conductas que le suponen miedo o angustia.
Hay que diferenciar entre aquellos miedos que son necesarios, como por ejemplo ir a la escuela, y otros que suponen pocas consecuencias en el ámbito familiar, educativo o social, por ejemplo tener miedo a los perros.
Hay que evitar ridiculizar al niño por sus miedos ante sus compañeros. No reírse de él, ni castigarlo. La atención debe estar dirigida a las posibles soluciones y no a las consecuencias punitivas.
Hay que evitar el visionado de películas, juegos o actividades que conlleven violencia, miedo o terror. Procure también, que las personas de su entorno no lancen mensajes amenazadores.
Otro forma de actuar es mediante el modelado: Uno de los padres puede efectuar la conducta temida, demostrando que no pasa nada (por ejemplo entrar en una habitación a oscuras,…). No se trata de sobre proteger al niño, sino de acompañarlo en sus emociones.
Cuando los miedos son más severos y alteran significativamente el funcionamiento del niño en su entorno familiar, escolar o social, podemos encontrarnos con trastornos que ya no formarían parte del ciclo evolutivo normal, sino que deberían ser objeto de tratamiento especializado. Por ejemplo las fobias específicas, los trastornos de ansiedad o similares.
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