2022-08-29 19:31:01
No debemos esperan en cada caso que la oración pidiendo sanidad sea contestada; si así fuera, no moriría nadie que tuviera un niño, un amigo o un conocido que ora por él. En nuestras oraciones intercesoras por la vida de los hijos amados de Dios, no olvidemos que podría haber una plegaria que se cruza con la nuestra. De hecho, Jesús ora: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria” (Jn.17:24). Oramos pidiendo que algún ser querido no nos deje, pero cuando nos damos cuenta que Jesús lo quiere en el cielo, qué podemos hacer más que reconocer su soberanía y decir: “No sea como yo quiero, sino como tú” (Mt. 26:39). En nuestro propio caso, podemos pedirle al Señor que nos sane y, aunque nos ama, puede ser que permita que empeoremos hasta morir. A Ezequías le dio quince años más, pero podría ser que a nosotros no nos dé ni uno más. Nunca valore tanto la vida de un ser querido y ni siquiera la suya propia, tanto como para rebelarse contra el Señor. Si se está aferrando con demasiada fuerza a la vida de un ser querido, está fabricando una vara para su propia espalda. Si ama tanto su propia vida terrenal, está fabricando una almohada de espinas para su lecho de muerte. A menudo los hijos son ídolos y, en esos casos, amarlos demasiado es idolatría…
¿Será el polvo tan querido para nosotros como para altercar con Dios por su causa? Si el Señor nos deja sufrir, no nos quejemos. Él tiene que hacer por nosotros lo más compasivo y lo mejor porque nos ama mejor de lo que nos amamos nosotros mismos.
Si me dicen y preguntan: “Sí, Jesús permitió que Lázaro muriera, ¿pero acaso no lo resucitó? Les respondo: “Él es la resurrección y la vida para nosotros también”. Consolémonos en cuanto a los que ya han partido recordando las palabras: “Tu hermano resucitará” (Jn. 11:23) y todos los que ciframos nuestra esperanza en Jesús, participaremos en la resurrección de nuestro Señor. No solamente vivirán nuestras almas, sino también nuestros cuerpos resucitarán incorruptibles. La tumba será crisol y este cuerpo impío se levantará sin su impiedad. Algunos cristianos sienten gran aliento pensando que vivirán hasta que el Señor venga, escapando así de la muerte. Confieso que no creo que esto sea preferible, pues lejos de tener una ventaja sobre los que han muerto, los que vivan hasta su venida, perderán un punto de comunión, por no morir y resucitar como su Señor. Amados, todas las cosas son suyas y la muerte es una de ellas, mencionada expresamente en la lista de Romanos 8:35-37. Por lo tanto, no le tengamos terror, sino más bien “anhelemos la noche para desvestirnos y poder descansar con Dios”.
CONCLUYO CON UNA PREGUNTA: “Amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro”; ¿le ama Jesús a usted en un sentido especial? Ay, muchos enfermos no cuentan con ninguna evidencia de algún amor especial de Jesús por ellos porque nunca han buscado su rostro ni han confiado en él. Jesús podría decirles: “Nunca os conocí” (Mt. 7:23), pues le han dado la
espalda a su sangre y a su cruz. Conteste en su corazón esta pregunta, querido amigo: “¿Ama usted a Jesús?” Si lo ama es porque él lo amó primero a usted (1 Jn. 4:19). ¿Confía en él? Si confía en él, esa fe suya es prueba de que él lo amó desde antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4) porque la fe es una muestra de su compromiso con su amado… Si Jesús lo ama a usted y está enfermo, demuestre a todo el mundo cómo glorifica a Dios en su enfermedad. Procure que sus amigos y enfermeras vean cómo el Señor alienta y reconforta a sus amados. Haga que su resignación santa los llene de asombro y los impulse a admirar a su Amado, quien es tan bueno con usted que le da felicidad en el dolor y alegría a las puertas del sepulcro. ¡Si de algo vale su religión, lo sostendrá ahora!
Tomado de un sermón predicado ante una reunión de mujeres discapacitadas en Mentone, Francia.
__________
Charles Haddon Spurgeon (Kelvedon, Reino Unido, 19 de junio de 1834 – Menton, Francia, 31 de enero de 1892)
14 viewsGabriel Galué Camacho, 16:31