2022-06-24 17:15:05
Breve lectura espiritual en el día del Sagrado Corazón de Jesús
“Vengan a mí los que estén cansados y afligidos y yo los haré descansar. Lleven mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11, 28-29). Entre las festividades en torno a la figura de Nuestro Señor Jesucristo, sin duda la del Sagrado Corazón es una de las más cercanas y entrañables. Lo es porque al centro está un aspecto de Jesús -su corazón- que en nuestra vida personal es todo un campo de satisfacciones, pero también de penas.
¿No es verdad que en diferentes momentos de la propia vida experimentamos no sólo el cansancio y la aflicción interiores, sino también la tremenda necesidad de encontrar un poco de paz en medio de tantas presiones? No es sólo cansancio y aflicción interiores lo que sentimos y tantas veces nos pesa, es también la necesidad de tener dónde o, por decirlo de un modo más personal, en quién descansar.
La fiesta del Sagrado Corazón nos vuelve a indicar que en Jesús encontramos un punto de descanso. No es nuestra imaginación ni una sugestión: ¡él mismo nos lo ha dicho! Es nuestro Creador, pero no uno que nos lanzó al Coliseo de la existencia para luego dejarnos abandonados. Él mismo se convierte en el lugar, en la persona a quién acudir especialmente cuando ya no podemos. Por eso clara y abiertamente nos invita a que si estamos cansados o afligidos vayamos a Él. Y también nos dice qué podemos encontrar si acudimos a su encuentro: el descanso.
Ese descanso significa tanto… ¿Alguna vez reposaste en el regazo de tu padre y de tu madre con esa experiencia de protección, amor y paz que pocas veces se experimenta en la vida y cuyo recuerdo queda para siempre? Tantas veces acudíamos a ese regazo paterno o materno sabiendo que no se arreglaban nuestras dificultades pero saliendo de ese descanso tan fortalecidos. Ese es el descanso que nos quiere dar Jesús. Es un descanso que nos devuelve las ganas de vivir, es decir, de seguir para adelante, aunque las cosas no hayan cambiado del todo.
Es interesante que, en el pasaje del inicio, después de habernos llamado al descanso, el Señor diga a continuación: “tomen mi yugo y aprendan de mí”. En efecto, tantas veces, aunque hayamos ido con Dios, tras descansar en él nos ponemos de pie y volvemos a cargar el yugo que ya traíamos. Pero aunque es un yugo ya no estamos igual que antes: ahora tenemos aliento, motivación, fuerzas, ganas y, sobre todo, sabemos por dónde. Porque quien descansa en Jesús al mismo tiempo encuentra luces para saber por dónde ir, aunque de modo inmediato el peso de la aflicción no desaparezca automáticamente ni esté evidenciado totalmente todo el recorrido a emprender. Está iluminado el camino para los primeros pasos pero sabemos que conforme avanzamos se irá iluminado paulatina y progresivamente el resto del camino.
O en otras palabras: incluso después de descansar en el corazón de Jesús, las cosas no cambian. Quien cambia somos nosotros y el modo como las afrontamos. Y ese es el milagro que Dios obra cuando nosotros vamos a Él buscando descanso. Ese es el milagro de su amor. De un amor que hoy de modo especial recordamos señaladamente. Que esto no sea simplemente una reflexión depende en gran medida de nosotros. Dios no nos puede dar el descanso si primero no reconocemos que traemos aflicciones y cansancio. Dios no nos puede dar descanso si no vamos a donde Él está: ¡el corazón de Jesús no se pide por medio de una aplicación que te llevan a la puerta de tu casa! Somos nosotros los que debemos ir a Él sabiendo que Dios ya viene en camino hacia nosotros.
P. Jorge Enrique Mújica, LC | https://twitter.com/web_pastor
N.B.: escribí esta reflexión espiritual para concluir así la novena del Sagrado Corazón de Jesús. Espero que alimente su espíritu y ayude a encontrar parte de ese descanso tan lleno de amor que Jesús quiere regalar porque lo tiene en su corazón generoso.
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