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Como la fe no es don de los soberbios sino de los humildes, pr | Jesús, el Verbo de Dios

Como la fe no es don de los soberbios sino de los humildes, procede el Señor a añadir una parábola sobre la humildad y contra la soberbia.(Ago)

(v 9-10) "Y dijo esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos como justos, y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar; el uno fariseo, y el otro publicano".

El orgullo también, más allá de todas las demás pasiones, perturba la mente del hombre.
Y de ahí las muy frecuentes advertencias en su contra.
Es además un desprecio de Dios; porque cuando un hombre atribuye el bien que hace a sí mismo y no a Dios, ¿qué otra cosa es esto sino negar a Dios? Entonces, por el bien de aquellos que confían tanto en sí mismos, que no atribuyen todo a Dios, y por lo tanto desprecian a los demás, propone una parábola, para mostrar que la justicia, aunque puede llevar al hombre a Dios, sin embargo, si él se viste de soberbia, lo arroja al infierno.(Teófilo)

Ser diligentes en la oración fue la lección enseñada por nuestro Señor en la parábola de la viuda y el juez, Él ahora nos instruye cómo debemos dirigir nuestras oraciones a Él, para que ellas no sean sin fruto.
El fariseo fue condenado porque oró descuidadamente.(Griego)

(v 11) "El fariseo, de pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, TE DOY GRACIAS porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano".

Se dice "de pie", para denotar su temperamento altivo. Porque su misma postura presagia su extremo orgullo.
"Oró consigo mismo", es decir, no con Dios, su pecado de orgullo lo devolvió a sí mismo (Basil)

Su culpa no fue que dio gracias a Dios, sino que no pidió nada más. Porque estás lleno y abundas, no tienes necesidad de decir: "Perdónanos nuestras deudas"
¿Cuál debe ser, pues, su culpa quien lucha impíamente contra la gracia, cuando es condenado quien orgullosamente da gracias? Oigan los que dicen: Dios me ha hecho hombre, yo me he hecho justo.
O peor y más odioso que el fariseo, que con orgullo se llamaba a sí mismo justo, pero daba gracias a Dios por serlo (Ago)

Observa el orden de la oración del fariseo. Primero habla de lo que no tenía, y luego de lo que tenía.(Teófilo)

"Yo no soy como los otros hombres".
Al menos podría haber dicho, "como muchos hombres"; porque ¿qué quiere decir con "otros hombres", sino todos además de él mismo?
"Yo soy justo, dice, los demás son pecadores".(Ago)

Hay diferentes formas en las que se presenta el orgullo de los hombres seguros de sí mismos; cuando imaginan que o lo bueno que hay en ellos es de ellos mismos; o cuando creyendo que les es dado de lo alto, que lo han recibido por sus propios méritos; o en todo caso cuando se jactan de tener lo que no tienen. O, por último, cuando desprecian a los demás pretenden aparecer singulares en la posesión de lo que tienen. Y a este respecto el fariseo se atribuye a sí mismo especialmente el mérito de las buenas obras.(Greg)

Mira cómo él; deriva del publicano cercano a él una nueva ocasión para el orgullo.
"O incluso como este Publicano"; como si dijera: "Estoy solo, él es uno de los otros".(Ago)

Despreciar a toda la raza humana no le bastaba; todavía debe atacar al publicano. Habría pecado mucho menos si hubiera perdonado al publicano, pero ahora en una sola palabra ataca al ausente e inflige una herida al que estaba presente. Dar gracias no es amontonar reproches sobre los demás. Cuando le deis gracias a Dios, dejad que Él os sea todo en todo. No vuelvas tus pensamientos hacia los hombres, ni condenes a tu prójimo.(Chris)

La diferencia entre el hombre orgulloso y el escarnecedor está únicamente en la forma exterior. El uno se dedica a denigrar a los demás, el otro a exaltarse a sí mismo.(Basil)

El que injuria a los demás se hace mucho daño a sí mismo y a los demás:
°Los que le escuchan se vuelven peores, porque si son pecadores, se alegran al encontrar a uno tan culpable como ellos, si son justos, son exaltados, siendo llevados por los pecados de los demás a tener un mejor concepto de si mismos.

°El cuerpo de la Iglesia sufre; porque los que lo escuchan no se contentan con culpar