2022-07-17 21:36:25
Dios hace la apuesta más grande posible, para la mayor ganancia (si es que usted lo acepta). Dios da todo, para equipar al ser humano con todo lo mejor. Jokmá, la sabiduría divina, conoce, comprende y da cabida a toda posibilidad de devenir del Ser. Es la concentración de Dios, de donde surge el mundo. Infinitamente pequeña entra en el espacio vaciado, en la “nada”. Y a pesar de ello, en su nadería contiene la fuerza de Dios, Su voluntad de regalar amor y la dicha mayor.
Jokmá, la sabiduría divina, contiene todo, también aquello que se llama el final, hasta la vuelta al lugar del principio. Esa es la noción absoluta de jokmá. En la sabiduría divina, y por el amor de Dios, comienza el camino de la creación. Con aquel punto aparece también el SER HUMANO en el Sancta Santorum, a imagen y semejanza de Dios. Su nombre es Adam, en hebreo. Es también uno de los nombres de Dios, porque el nombre del Señor en su valor LLENO es 45, como Adam. Estar a imagen y semejanza de Dios se refleja en el mundo de los números. Tan alto es el rango del ser humano, que allí está como un ser divino al lado de Dios. La tradición, en esta conexión, habla de él como Adam Kadmón, el primero, el más alto. Se dice también que ese Adam Kadmón sea el Mesías que espera el momento de la reunificación definitiva de todo, de todos los seres humanos que salen al mundo después de él.
¿Y acaso podemos suponer que la breve reseña anterior nos revela todo? De ninguna manera. Ni tampoco la simplicidad de estas palabras se debe interpretar como ausencia de una infinita complejidad y sabiduría. Se nos ha revelado que previo a esta creación descrita hubo 974 creaciones anteriores y que fueron destruidas por asuntos relacionados precisamente con la Variable Divina nueva de nuestra actual existencia... La Neshamá (el aspecto divino del alma con el cual Dios mismo entra en Su Creación). De aquí el carácter divino del Adam Kadmon (la definición del "ser humano") como parte primordial del propósito. De aquí el conflicto cósmico de "tiempos de antaño", de los resagos de dichas 974 creaciones anteriores, de misterios insondables que nuestra arrogancia infinita trivializa.
Dios... Él es el principio y él da salida a todo lo venidero. Y a través de él está todo ser humano conectado con aquella “nada”, con aquel germen divino en el espacio vaciado, con aquel olam Atzilut, el mundo al lado de Dios, en la sombra de Dios. La “nada” no tiene nada que ver con un espacio vacío, como quizás podamos imaginar... ¿Acaso realidad virtual? ¿Matrix holografica? Nada que ver. Estos conceptos van mucho más allá de nuestras muy limitadas y corruptas visiones de nuestra realidad. Sin cambiar nuestro chip actual de entendimiento es imposible percibirlo. Se necesita "nacer de nuevo". Paradójicamente, esa “nada” llena todo aquello que a nosotros nos parece vacío. También en las investigaciones científicas nos encontramos con esa dualidad básica: en el fondo no hay nada más que vacuidad; y a pesar de todo, lo no-vacío, en su conjunto constituye una masa infinitamente grande. Ayin, la “nada”, llena todo lo vacío, también el espacio entre dos personas o entre dos cosas. Ayin, al mismo tiempo, es lo que une. Es permeable para la mirada, lleva el sonido de la voz. Y en ayin surge el punto reshit, la voluntad divina de crear. Reshit a su vez es jokmá elyona, la sabiduría suprema.
Y únicamente por la colocación de ese punto, únicamente por reshit, inicia la creación su recorrido. Pensémoslo bien: en todo lugar donde encontramos la vacuidad, está ayin y jokmá, una dualidad infinita en requisito de entendimiento que de ser vencida nos liberaría de la esclavitud de tiempo y espacio, así como del conflicto entre el bien y el mal. Todo lo vacío en nuestro mundo es sombra de ayin, un reflejo lejano de la corona, del Ser divino en el espacio vaciado por Dios. Keter es la presencia de Dios en el espacio que Dios crea, retirándose. Ayin de hecho es Keter, como hemos dicho ya. En el mundo de las apariencias es ayin.
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