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28 de abril de 2023 Viernes de la Tercera Semana de Pascua “El | Meditaciones diarias del Hno. Elías

28 de abril de 2023
Viernes de la Tercera Semana de Pascua
“El pan de vida”

Jn 6,52-59

En aquel tiempo, discutían entre sí los judíos y decían: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Jesús les dijo: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.”
Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.

Las palabras que hoy escuchamos de boca del Señor no son fáciles de entender. Sin embargo, aunque no comprendamos todo, en realidad el Señor se adapta aquí a nuestra forma de pensar, y especialmente a la forma de pensar de los judíos de aquella época.

La incomprensión de las palabras del Señor y de los sacramentos cristianos llegó a tal punto que, en el mundo pagano-romano, se pensaba al inicio que los cristianos practicaban el canibalismo en sus extraños y secretos ritos, pues creían que ingerían verdaderamente carne y sangre humana.

Su historia les recordaba a los judíos que Dios había hecho descender maná del cielo para alimentar a su pueblo en el desierto, y después los nutrió también con codornices (cf. Ex 16).

Jesús hace alusión a este maná, y quiere dejar en claro a los que lo escuchaban que Él mismo es este pan bajado del cielo. Los israelitas necesitaban el maná para sobrevivir en el desierto. Y ahora el Señor quiere que los judíos entiendan que, así como requieren el pan para vivir, así lo necesitan a Él. Sus cuerpos pueden preservar la vida sólo si ingieren alimento. Del mismo modo, el alma necesita al Señor, que se entrega a sí mismo como alimento. Sólo podrá desplegarse y florecer en nosotros la vida sobrenatural si comemos de este pan y bebemos de esta sangre.

Al hablar de la sangre, se hace alusión a los sacrificios, que eran esenciales en el culto judío. Eran un símbolo del perdón de los pecados. Con la muerte del Señor, que es nuestro sacrificio expiatorio, el cordero llevado al matadero, todos los anteriores sacrificios adquieren su verdadero significado como preparación para el sacrificio único de Cristo.