Get Mystery Box with random crypto!

Meditaciones diarias del Hno. Elías

Logotipo del canal de telegramas meditacionesdiariashnoelias - Meditaciones diarias del Hno. Elías M
Logotipo del canal de telegramas meditacionesdiariashnoelias - Meditaciones diarias del Hno. Elías
Dirección del canal: @meditacionesdiariashnoelias
Categorías: Religión
Idioma: Español
Suscriptores: 5.86K

Ratings & Reviews

2.33

3 reviews

Reviews can be left only by registered users. All reviews are moderated by admins.

5 stars

0

4 stars

1

3 stars

0

2 stars

1

1 stars

1


Los últimos mensajes

2023-05-25 23:00:35

22 views20:00
Abrir / Cómo
2023-05-25 23:00:34 26 de mayo de 2023
Meditaciones sobre el Espíritu Santo (13/14)
“La fidelidad”

Amado Espíritu Santo, Tú quieres que vivamos en fidelidad, y eso en una época en que la infidelidad parece haberse convertido en un estilo de vida. Será un arduo trabajo que tendrás que realizar, porque muchas personas ya no comprenden el sentido de la fidelidad, sea en el matrimonio, en las promesas hechas o incluso en los votos religiosos… A menudo tenemos que volver a aprender lo que significa la fidelidad, la responsabilidad, la constancia, la estabilidad…

Pero ante nuestros ojos tenemos un ejemplo sin igual: Es la fidelidad de Dios. ¡Dios es fiel y jamás abandona su fidelidad! Todo el Antiguo Testamento da testimonio de ello, en contraste con la frecuente infidelidad del pueblo de Israel.

Si nos fijamos en el tiempo en que vivimos, constataremos que lamentablemente son cada vez más las personas que se apartan de la fe y son infieles a Dios. En consecuencia, también resultará más difícil guardar fidelidad en las relaciones humanas.

La situación se pone particularmente difícil, oh Espíritu Santo, cuando en la misma Iglesia tenemos que confrontarnos a la infidelidad. Todos los católicos, desde el más sencillo de los fieles hasta el Papa mismo, estamos llamados a permanecer fieles al Evangelio y al Magisterio de la Iglesia.

No solamente debemos ser fieles a Dios y al prójimo; sino también –entendiéndolo correctamente– con nosotros mismos. Hemos de ser fieles a la verdad que hemos reconocido, mientras que no reconozcamos con claridad una verdad más alta y convincente. Entonces, esta fidelidad irá formando nuestro carácter y nos convertirá en personas en las que se puede confiar y con las que se puede contar en todas las circunstancias.

Podemos “entrenarnos” en la fidelidad con las cosas pequeñas, que de ninguna manera son insignificantes, porque, como nos dice el Señor: “Quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho; y el que es injusto en lo insignificante, también lo es en lo importante” (Lc 16,10).

Cuando nos comprometemos o prometemos algo, debemos guardar nuestra palabra. Y en caso de que realmente no nos sea posible, tenemos que informar a quien corresponda. Los deberes que asumimos, debemos cumplirlos. También la puntualidad nos ayuda a adquirir una actitud responsable, que a su vez se relaciona con la fidelidad.
Todos estos maravillosos frutos que Dios quiere cosechar en el árbol de nuestra vida, nos hacen semejantes a Él. Será tu obra, Amado Espíritu Santo, hacerlos crecer en nuestro interior, siempre y cuando nosotros estemos dispuestos a cooperar y a dejarte actuar.

La Sagrada Escritura nos advierte que no seamos hombres “movidos por el viento y zarandeados de un lado a otro” (St 1,6). La fidelidad nos consolida y nos convierte en fiables cooperadores en el Reino de Dios, como lo fue, por ejemplo, el Apóstol San Pablo.

La fidelidad es particularmente importante en lo que refiere a Dios y a nuestra fe. Ésta puede sufrir ataques de diversos tipos, y conocemos el testimonio de los mártires, que prefirieron entregar su vida antes que traicionar su fidelidad a Dios. Y Tú, oh Espíritu Santo, los hiciste capaces de ello a través del espíritu de fortaleza, que se manifestó en su fidelidad como fruto.

Espíritu Santo, te suplicamos que nos fortalezcas especialmente en estos tiempos en que la fe está siendo cada vez más atacada, para que permanezcamos fieles a ti y no nos dejemos confundir; fieles a tu Palabra, fieles al auténtico Magisterio de la Iglesia y a todo aquello que procede de ti y lleva el sello de tu luz.
27 views20:00
Abrir / Cómo
2023-05-24 23:01:24

44 views20:01
Abrir / Cómo
2023-05-24 23:01:24 25 de mayo de 2023
Meditaciones sobre el Espíritu Santo (12/14)
“La modestia”

¡Qué adorno tan precioso es un alma modesta, oh Espíritu Santo; un alma en la que habita este fruto tuyo! Se ha refrenado en ella la apetencia desordenada y ha llegado a la calma. No piensa constantemente en sí misma, y se contenta fácilmente con lo que recibe. No quiere ser el centro de atención, sino ocupar el sitio que Tú has previsto para ella. Por eso, el precioso don de la gratitud y el fruto de la humildad actúan en el alma modesta. Ella irradia serenidad y contento, no tiene que llamar la atención y está libre de toda arrogación o presunción. Sin embargo, en lo que respecta al amor, quiere ser grande: grande en el amor a ti y en el amor a los hombres. ¡El alma modesta tampoco se contenta con una fe pequeña!

¡Qué dulce y suave brillo podemos percibir en un alma así! ¡Con cuánto gusto y facilidad puedes Tú, y también nosotros, agasajarla! En el alma modesta se hacen realidad estas palabras de San Pablo: “Tened los mismos sentimientos los unos hacia los otros, sin dejaros llevar por pensamientos soberbios, sino acomodándoos a las cosas humildes. No os tengáis por sabios ante vosotros mismos.” (Rom 12,16)

El alma modesta no es complicada, sino sencilla. Tampoco está atrapada en un sinnúmero de deseos e ideas propias.
Pero, ¿cómo llegaremos a ser modestos, oh Espíritu Santo? ¿Cómo podrá actuar en nosotros este delicado y suave brillo tuyo? ¿Cómo alcanzar esta actitud de serenidad y contento?

Una de las claves, oh Espíritu Santo, será entender que todo es un regalo, que somos personas agasajadas y que obtenemos de la sabiduría de Dios todos los dones materiales y espirituales que Él ha dispuesto para nosotros. ¡Muchas veces estamos tan ocupados en velar por nuestros derechos, en poseerlo todo, en “tener que tener”, en querer asegurarnos...! Fácilmente se manifiesta aquí aún una avaricia oculta, tanto hacia los bienes materiales, como también la búsqueda de honor, de reconocimiento, de alabanzas y de atención de las otras personas.

En cambio, si aprendemos a considerarlo todo como un regalo, aceptándolo y valorándolo tal como lo recibimos, entonces, oh Señor, descubriremos en todo una expresión de tu amor. Podremos ser sensibles para el derecho ajeno; mientras que, en ocasiones, sabremos renunciar a nuestro propio derecho por razones más altas.

Oh Espíritu Santo, a cada uno el Señor le ha dado dones. ¡Y a los talentos no podemos enterrarlos (cf. Mt 25,14-30)! Esto no sería modestia, sino falta de comprensión. Incluso podemos y debemos aspirar los dones espirituales, como nos dice San Pablo: “Buscad la caridad; pero aspirad también a los dones espirituales, especialmente a la profecía.” (1Cor 14,1)

Vemos, entonces, que la modestia no significa, de ningún modo, renunciar a aquellas cosas que son importantes para nuestro crecimiento espiritual y para servir en el Reino de Dios. Más bien, se trata de alcanzar, a través de la modestia, una paz interior y gratitud ante las situaciones tal como Dios las dispone, dejando atrás nuestras propias exigencias y expectativas…
46 views20:01
Abrir / Cómo
2023-05-23 23:01:36

53 views20:01
Abrir / Cómo
2023-05-23 23:01:35 24 de mayo de 2023
Meditaciones sobre el Espíritu Santo (11/14)
“La bondad”

Espíritu Santo, con los dones que Tú infundes en nuestra alma, quieres hacer surgir todos aquellos frutos sobre los cuales estamos meditando en estos días previos a la Fiesta de tu descenso. Son verdaderos frutos que hacen resplandecer nuestra vida, son expresión de tu amor y nos ayudan a nosotros, los hombres, a tratarnos los unos a los otros así como Jesús quiso:

“Que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. Yo en ellos y Tú en mí, para que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que Tú me has enviado y los has amado como me amaste a mí.” (Jn 17,21-23)

Oh Espíritu Santo, nosotros, los hombres, hemos de vivir en verdadera unidad contigo y también los unos con los otros. Pero si abrimos los ojos y no vivimos en una ilusión, resulta evidente que no seremos capaces de ello por nuestras propias fuerzas. Por eso debemos recurrir a la fuente del amor y de la bondad, y beber de ella. ¡Esa fuente eres Tú mismo, Espíritu Santo!

Si tus frutos crecen en nosotros, las personas no sólo escucharán que el amor y la bondad existen; sino que podrán experimentarlos en el encuentro con nosotros.

Nosotros, los hombres, tenemos que testificar con humildad que, aunque podamos hacer cosas buenas, no somos buenos por nosotros mismos; sino que es tu bondad, oh Espíritu Santo, la que puede crecer y madurar en nosotros. Y si ésta crece como un fruto y se va haciendo eficaz, entonces podremos constatar cómo se cumplen estas palabras de Albert Schweitzer:

“La bondad constante alcanza grandes cosas. Como el sol derrite el hielo, así la bondad disipa los malentendidos, la desconfianza y la hostilidad. La bondad que una persona ofrezca al mundo, actuará en el corazón y en el pensar de los hombres.”

De hecho es así: cuando el maravilloso fruto de la bondad irradia su calor, uno se encuentra con la misericordia, aquella extraordinaria cualidad de Dios que nos hace vivir y nos levanta una y otra vez. ¡Es difícil resistir a una persona bondadosa! El corazón debe estar muy cerrado si no se deja tocar por ella… Porque la bondad es capaz de derretir el hielo que a menudo rodea nuestro corazón. Y es que la verdadera bondad no sólo es ocasional, sino que es una actitud constante y una fina nobleza del corazón, que abarca la benevolencia, la aceptación de la otra persona, la generosidad…

A veces se dice que una persona se va volviendo bondadosa en cuanto va avanzando en edad. Pero esta relación no siempre atina, porque la bondad crece como fruto del Espíritu, y quizá alcanza su madurez sólo tras un largo camino de purificación interior.

Así como todos los otros frutos tuyos, oh Espíritu Santo, también la bondad sirve para la glorificación de Dios y manifiesta algo de su Ser. Al mismo tiempo, estos frutos están al servicio de los hombres, pues ¿quién no se complace en la amabilidad, en la verdadera paz, en la pureza del corazón y en la bondad?

Así Tú, Amado Espíritu Santo, quieres glorificar al Señor por medio de tus frutos, y modelar al hombre para que llegue a ser como Dios quiere que sea.
56 views20:01
Abrir / Cómo
2023-05-22 23:00:25

84 views20:00
Abrir / Cómo
2023-05-22 23:00:24 23 de mayo de 2023
Meditaciones sobre el Espíritu Santo (10/14)
“La castidad”

Espíritu Santo, hoy vengo ante ti con una intención especial y te presento un problema que oscurece la vida de tantas personas. Se ha perdido la sensibilidad por la castidad, y a muchos les parece ser solamente una reliquia del pasado. Si se habla sobre la pureza, frecuentemente uno se choca con una total incomprensión, e incluso en círculos de la Iglesia podremos encontrarnos con personas que nos miran con lástima y nos consideran anticuados porque aún creemos en la castidad… ¡Pero en realidad es un fruto que brota de la vida contigo, oh Espíritu Santo, y es un maravilloso regalo que realza sobremanera la dignidad de la persona!

Oh Espíritu Santo, ¿por qué será que somos tan poco sensibles a la belleza de la castidad? ¿Acaso ya no tenemos ojos para reconocer la dignidad de la pureza? ¿Es que estamos a tal punto “sexualizados” que nos hemos vuelto incapaces de percibir la nobleza de la castidad, la fuerza interior y la integridad de una virgen?

La castidad no es una actitud tensa y escrupulosa frente a la sexualidad; ni tampoco es una temerosa represión de cualquier reacción natural; ni es la ausencia de atracción frente a este campo vital… Antes bien, es la capacidad de manejar con sensibilidad esta esfera.

La castidad, que abarca mucho más que la sola esfera sexual, es una escuela interior del espíritu, que lleva a una abstinencia en sentido amplio. Es como una brújula interior, que le permite al hombre manejar la esfera de los sentidos de tal forma que ésta no se imponga sobre el valor más alto de la existencia humana. Entonces, la castidad implica una prudente ascesis, y, a la vez, hace parte de ella.

La castidad nos enseñará a comprender la sexualidad en la perspectiva de Dios. Dentro del matrimonio, permitirá vivirla como una expresión del verdadero amor, de manera que, en el amoroso y respetuoso trato mutuo, se integre también el placer de esta esfera. En el tiempo previo al matrimonio, la castidad enseña a esperar, guardando entera e indivisa la capacidad de amar, para entregársela a aquel a quien pertenecerá todo nuestro amor humano. En el celibato, la castidad le regalará a Dios de forma consciente toda la esfera de la sexualidad, de modo que ésta experimenta una trasformación y espiritualización.

Amado Espíritu Santo, ¡frecuentemente la realidad está tan lejos de la dignidad y belleza de la castidad! ¡Y cuánto sufrimiento trae consigo la impureza! ¡Con cuánta facilidad los hombres venden la belleza de su alma y la integridad de su persona, y ni siquiera se dan cuenta! Tampoco perciben cómo se va debilitando su capacidad de amar…

¡A qué bombardeo de impureza están expuestos nuestros niños, adolescentes y jóvenes! A ti, oh Espíritu Santo, te exponemos nuestras quejas: mira cómo en algunos países a los niños ya en las escuelas se los confronta a esta esfera tan importante, pero de una forma tan vulgar.

¡Permítenos redescubrir el valor de la castidad! Si en nuestra vida hemos caído en la trampa de la impureza; y el Señor, en su gracia, se ha dignado sacarnos, podremos adquirir una nueva castidad, que nos limpia de todo desorden y nos concede una nueva dignidad y belleza, que será tu esplendor en nosotros, oh Espíritu Santo.
89 views20:00
Abrir / Cómo
2023-05-21 23:01:02

128 views20:01
Abrir / Cómo
2023-05-21 23:01:02 22 de mayo de 2023
Meditaciones sobre el Espíritu Santo (9/14)
“Luz en la oscuridad”

Ven, Espíritu Santo, ilumínanos, pues Tú eres la luz que esclarece nuestra oscuridad. Aparta de nosotros toda ceguera espiritual, para que podamos reconocerte mejor y sepamos percibir la realidad a tu luz. Y es que hay una gran diferencia entre ver la realidad simplemente en su dimensión natural, o saber reconocer tu obra en todo.

¿Sabes, Espíritu Santo? En realidad, entendemos muy poco…

Para nosotros, la vida se compone de distintas impresiones, con las que tratamos de construir una imagen coherente de la realidad. A veces descubrimos algo como un “hilo interior”, y en fe sabemos que éste realmente existe. Pero fácilmente perdemos este hilo a lo largo del día, cuando estamos ocupados en diversos quehaceres y éstos nos absorben demasiado.

¿Cómo podemos entonces, oh Espíritu Santo, permanecer en contacto contigo y percibirte aún mejor en nuestra vida?

La oración será una gran ayuda: el hablar contigo y, aún más, el escucharte. Quizá no estemos acostumbrados a dirigirnos a ti, sino que solemos hablar más bien con Jesús, con el Padre Celestial o con nuestra Madre María.

Entonces, es necesario que primero te conozcamos mejor, que te veamos realmente como una Persona, como un “Tú” al que podemos dirigirnos. Porque Tú no eres simplemente una fuerza impersonal que actúa en el Cosmos, ni tampoco has de ser para siempre el “Gran Desconocido” para los cristianos.

Lo mejor será que sencillamente empecemos a hablar contigo y te pidamos poder conocerte mejor. Tú sabrás llegar a nosotros y esparcirás discretamente tu luz en nuestra alma. Pero, sobre todo, quieres que conozcamos mejor nuestra fe, y que sepamos percibir la sutil guía de Dios en nuestra vida.

Pero francamente, Amado Espíritu Santo, tenemos que reconocer que muchas veces somos tan indiferentes y nos cuesta tanto escuchar. Las muchas impresiones que nos bombardean nos confunden, y las incontables voces que nos susurran hacen que sea difícil escucharte atentamente y percibir sutilmente tu presencia.

Por eso Tú nos invitas al silencio y quieres que vayamos a nuestro interior, para que nuestro corazón sea capaz de recibirte. Quizá Tú, Espíritu Santo, nos llamas a permanecer en silencio ante el Santísimo Sacramento, acogiendo la invitación de Jesús a estar junto a Él. En un mundo en que todo se mueve tan rápidamente, esto nos ayudará a saber detenernos. Ciertamente también eres Tú quien nos atrae a recibir los sacramentos y a leer la Sagrada Escritura, pues a través de ella nos hablas directamente.

Cuando nos hayamos vuelto más receptivos a ti a través de la oración, el silencio y la Palabra de Dios, sabremos descubrir tu voz y percibiremos cómo nos hablas al corazón, cómo nos recuerdas la Palabra del Señor, cómo nos diriges al bien… Así, comenzaremos a mirarlo todo cada vez más desde tu perspectiva. Empezarán a caer de nuestros ojos las escamas que nos ciegan; nuestros oídos se abrirán y nuestra boca aprenderá a ponderar mejor sus palabras, conformándolas contigo.

Entonces se intensifica el contacto contigo. Empezamos a pedirte consejo con más frecuencia en las situaciones concretas y a invocar tu auxilio y asistencia. ¡Ojalá tampoco nos olvidemos de agradecerte cuando nos hayas ayudado!

Tu fuerza está en tu suavidad; Tú no te impones pero estás siempre presente, y tu luz disipa nuestra ceguera y nos ilumina.

Tú, Espíritu Santo, estás ya ahí, esperando… ¡Nosotros hemos de ponernos en camino para acudir a tu encuentro y comprenderte cada vez mejor!
143 views20:01
Abrir / Cómo