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Meditaciones diarias del Hno. Elías

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Los últimos mensajes 4

2023-05-06 23:00:44 7 de mayo de 2023
Quinto Domingo de Pascua
“Os conviene que me vaya”

NOTA: Puesto que en los últimos días hemos meditado varias veces el evangelio que se lee hoy en el Novus Ordo (Jn 14,1-12), tomaremos en esta ocasión el evangelio según el calendario tradicional.

Jn 16,5-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Ahora voy a quien me envió y ninguno de vosotros me pregunta: '¿Adónde vas?' Pero porque os he dicho esto, vuestro corazón se ha llenado de tristeza; pero yo os digo la verdad: os conviene que me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a vosotros. En cambio, si yo me voy, os lo enviaré. Y cuando venga Él, acusará al mundo de pecado, de justicia y de juicio: de pecado, porque no creen en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no me veréis; de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está juzgado. Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero no podéis sobrellevarlas ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de la verdad, os guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que va a venir. Él me glorificará porque recibirá de lo mío y os lo anunciará.”

“Os conviene que me vaya.”

Esta afirmación de Jesús ciertamente era difícil de entender para los discípulos: ya no tener en medio suyo la presencia amorosa del Señor, que llegue a término aquel tiempo de fructífero servicio a los hombres, las horas de intimidad a solas con el Señor, sus múltiples enseñanzas… Los discípulos sin el Maestro: ¿cómo puede ser? ¿No es acaso un dolor demasiado grande quedarse sin Él? ¿Por qué no pueden marcharse con Él? ¿Por qué Jesús no los llevó inmediatamente consigo a la casa del Padre Celestial? ¿Qué habrán de hacer sin Él? Su corazón está embargado de tristeza…

Sin embargo, el Señor les dice que incluso les conviene que Él se vaya. ¿Cómo entenderlo?

En su momento lo entenderán, porque el Señor les dice la verdad. Lo experimentarán cuando descienda sobre ellos el Espíritu prometido, que Él les enviará. El Espíritu mismo les hará comprender estas palabras del Señor, y, aunque su Maestro ya no esté físicamente en medio de ellos, no se quedarán sin guía. El Espíritu les conducirá a la verdad plena.

En la Última Cena, cuando Jesús dirige estas palabras a los discípulos, ellos no las habrán comprendido todavía, ni tampoco lo que les dijo sobre el Espíritu de la verdad y lo que éste hará. Pero –como podemos suponer– le habrán creído y habrán asimilado sus palabras.
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2023-05-06 23:00:01
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2023-05-05 23:00:49
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2023-05-05 23:00:48 “Te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta los confines de la tierra”.

Ahora el Evangelio llega a los gentiles y es recibido con alegría por aquellos que creen. ¡Es el gozo de los conversos que han encontrado la salvación!

Aún hoy podemos ser testigos de esta alegría y gratitud de una persona al ser liberada de las cadenas del pecado. O también cuando la luz de la fe ilumina a aquellos que, en su búsqueda de Dios, habían caído en falsas doctrinas. Pero también puede suceder con los que ya conocían la fe, pero nunca la vivieron realmente; o con aquellos que fueron educados en otra religión y, en un momento dado, se encuentran con el Señor. ¡Qué alegría cuando descubren que es Él a quien siempre habían buscado! ¡Cuán grande es el gozo de un judío hoy en día, cuando reconoce que Jesús es el Mesías prometido desde antiguo!

Esta fue la alegría que inundó a los gentiles en el pasaje que hoy hemos leído, y así la Palabra del Señor siguió difundiéndose. Así debería ser: Quien haya encontrado la fuente de la que mana el agua de la vida, no puede dejar de mostrársela a otros.

Pero, por otra parte, los apóstoles tuvieron que experimentar que sus oponentes no solamente se quedaran en las contradicciones e injurias. De hecho, aquellos son capaces de injuriar a otros, fácilmente están dispuestos a incitar e instigar persecuciones en su contra. La envidia –y el desprecio y el odio¬ que suelen acompañarla– se apoderaron de ellos y rigieron su comportamiento.

Pero también ante las adversidades los discípulos permanecieron en la alegría del Señor. ¡El Espíritu Santo los fortaleció!

He aquí una importante lección para todos los que permanecen fieles a nuestra santa fe y tal vez sufren perjuicios, burlas e incluso persecuciones por causa suya. Fijémonos en el ejemplo de los apóstoles y, más aún, en el Señor mismo. A Él hemos de mantenernos fieles y apartarnos de toda deformación modernista de la fe, sin prestarle atención alguna.
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2023-05-05 23:00:48 6 de mayo de 2023
Sábado de la Cuarta Semana de Pascua
“Permanecer en la alegría”

Hch 13,44-52

El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad para oír la palabra del Señor. Cuando los judíos vieron la muchedumbre se llenaron de envidia y contradecían con injurias las afirmaciones de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía: “Era necesario anunciaros en primer lugar a vosotros la palabra de Dios, pero ya que la rechazáis y os juzgáis indignos de la vida eterna, nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo mandó el Señor: ‘Te he puesto como luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta los confines de la tierra’.” Al oír esto los gentiles se alegraban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban destinados a la vida eterna. Y la palabra del Señor se propagaba por toda la región. Pero los judíos incitaron a mujeres piadosas y distinguidas y a los principales de la ciudad, promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de su territorio. Éstos se sacudieron el polvo de los pies contra ellos y se dirigieron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.

Este es el orden salvífico que Dios había previsto: los primeros que debían recibir el mensaje de la salvación eran los judíos, a quienes el Señor había preparado desde hacía tanto tiempo. Imaginemos qué habría sucedido si no sólo un “remanente fiel” hubiera aceptado el evangelio; sino gran parte del Pueblo, junto con las autoridades religiosas. ¡Qué impulso tan grande habría sido de esperar, si el Espíritu Santo hubiera podido mover a muchos judíos con el celo de un San Pablo y de un Bernabé, convirtiéndolos en testigos del Resucitado!

Como sabemos, las cosas no se dieron así. Los judíos no solamente contradecían a los apóstoles que anunciaban el mensaje del Señor; sino que también los injuriaban.

Las injurias son algo como una “antesala” de la maldición. Pretenden usurparle su dignidad a la otra persona, introduciéndola en un campo oscuro y haciéndola sospechosa ante los demás. Uno ya no se confronta con el contenido de sus afirmaciones como tales, y posiblemente tampoco con la persona en cuestión a nivel objetivo; sino que ha emitido su juicio negativo sobre ella, y lo consolida mediante todo tipo de injurias.

No obstante, los apóstoles no se dejan intimidar por esto; sino que dan la respuesta correcta, que consiste en seguir anunciando intrépidamente la verdad. Aunque los judíos eran los primeros y más eminentes destinatarios del mensaje del Evangelio, el Señor no abandonó su plan de salvación para todas las naciones cuando aquéllos se mostraron indignos de la vida eterna, como dicen Pablo y Bernabé.
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2023-05-04 23:00:33
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2023-05-04 23:00:32 Ahora bien, si se pierde o se relativiza este punto de partida para un diálogo verdaderamente misionero, entonces el diálogo interreligioso se convierte en un instrumento de confusión. No sólo pierde su sentido sobrenatural y descuida, por tanto, el encargo del Señor, sino que se convierte en contraproducente. ¡Con cuánta facilidad se corre el riesgo de cooperar en la promoción de una especie de “Religión universal”, que pretenda abarcar y superar a todas las demás. Esto no necesariamente significa que tenga que haber un culto común y visible entre todas las religiones; sino que el culto de cada religión sea considerado a un mismo nivel, de modo que cada religión constituiría un camino propio de salvación.

Sin embargo, no hay nada que contradiga más al evangelio y a estas claras palabras del Señor. Si uno, como católico, adoptaría una visión tal, entonces el corazón ya habría caído en confusión, y las inequívocas palabras que hoy escuchamos de boca de Jesús se desvanecerían cada vez más de la memoria o se las tergivesaría por completo.

Con toda la buena intención que pueda tenerse al buscar la comprensión entre las naciones y la fraternidad entre todos los hombres, si se pierde de vista el hecho de que esto sólo puede suceder bajo el único Salvador de la humanidad, uno acabaría encegueciendo espiritualmente. Aun sin quererlo, terminaría emparentado con aquellas agrupaciones que dicen: “Católicos, ortodoxos, musulmanes, hinduistas, budistas, libres pensadores y pensadores creyentes son para nosotros sólo primeros nombres. Nuestro apellido común es masonería.” ¡Lejos de nosotros tal concepción!

El Señor, por el contrario, no deja lugar a dudas sobre cuál es el único camino del hombre para llegar al Padre: consiste en escuchar y seguir a Jesús. Es esto lo que lo saca de la confusión y le ofrece la verdadera relación con Dios. Son más que suficientes las referencias bíblicas que nos señalan esta verdad.

Las “muchas moradas” de las que nos habla Jesús están en la Casa del Padre. Ciertamente Dios quiere conducir a todos los hombres a la salvación y los invita a sus moradas. Pero allí sólo podrán estar aquellos que acojan la invitación del Padre. Una verdadera fraternidad entre todos los hombres sólo podrá surgir cuando todos obedezcan al mismo Padre, y lleguen a Él a través de Jesús.

En el evangelio de San Juan, cuando Jesús se encuentra con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob, el Señor le dice:

“Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.” (Jn 4,21-24)

Hay que tener presentes dos afirmaciones de este pasaje, que señalan claramente los límites del diálogo interreligioso. Primero, que las otras religiones no adoran a Dios “en espíritu y en verdad”. Segundo, que, para poder hacerlo, deben primeramente conocer la “salvación que viene de los judíos”: al único Salvador, al Redentor...

El camino hacia las moradas eternas es el Señor mismo, quien prepara un sitio para nosotros.
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2023-05-04 23:00:32 5 de mayo de 2023
Viernes de la Cuarta Semana de Pascua
“Yo soy el Camino”

Jn 14,1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, no os habría dicho que voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y ya sabéis el camino adonde yo voy.” Le dijo Tomás: “Señor, no sabemos adónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?” Respondió Jesús: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.”

Estas palabras del Señor, mostrándose como el Camino, la Verdad y la Vida, son de una claridad insuperable. Son precisamente las últimas palabras del evangelio de hoy, de modo que son la instrucción que el Señor nos da para contrarrestar aquella confusión del corazón que menciona al inicio del texto: “No se turbe vuestro corazón.”

Estas afirmaciones son esenciales para la preservación de nuestra fe cristiana. En el mundo globalizado en el que vivimos, surgen cada vez más contactos con personas de otras religiones, o con otras que no tienen ninguna fe y se interesan principalmente en la dimensión terrenal de la vida humana.

En lo que refiere a la práctica de nuestra fe cristiana, sabemos que, por un lado, es necesario rechazar las influencias de aquellas creencias y corrientes de pensamiento ajenas; y, por otro lado, tenemos el mandato del Señor de llevar el mensaje del evangelio al mundo entero (Mc 16,15), siendo “luz del mundo” (Mt 5,14) y “levadura en la masa” (Mt 13,33).

Especialmente en las últimas décadas, la Iglesia le ha dado cada vez más peso al “diálogo”, entendido como una forma de encontrarse con aquellas personas que no profesan la fe cristiana. Actualmente se lo considera casi como el modo primordial de entablar conversación con los que no comparten nuestra fe. Si el “diálogo” se entiende correctamente y se lo practica así, podría denominárselo como un “diálogo misionero”, que se convierte en un instrumento muy delicado para evangelizar conforme al mandato que nos dejó el Señor.

Así, pues, podemos estar de acuerdo con el catedrático Bürkle, que escribe lo siguiente: “El estudio teológico de los fenómenos y contenidos [de las otras religiones] no es un fin en sí mismo. El interés que la fe cristiana tiene en el encuentro con personas de otras religiones, está necesariamente ligado a la validez de este evangelio también para aquellas personas.”
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2023-05-03 23:00:32
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2023-05-03 23:00:31 El problema está en que, a lo largo del camino, podemos perder aquella vigilancia, de modo que caemos más fácilmente en la tentación de centrar nuestra atención más en nuestra propia persona y en sus necesidades que en crecer en nuestra relación con Dios.

Podemos verlo en el ejemplo de una vocación religiosa. En una vida tal, es necesario actualizar diariamente la responsabilidad ante Dios, que se nutre de la oración y del cumplimiento de la tarea encomendada. Esta actualización le dará al religioso la fuerza para continuar día tras día, aunque el camino sea largo y él corra el riesgo de agotarse. En este sentido, también conviene recordar que nuestra vida ha de servir para la glorificación de Dios, en lugar de estar centrada en nuestra propia persona, aunque ciertamente podamos también cosechar los frutos de un camino recorrido en fidelidad. “Quien pierda su vida, la encontrará” –nos dice el Señor (Jn 12,25).

La íntima unión entre Aquel que envía (y todo envío procede de Dios) y aquel que es enviado, abre una dimensión más profunda. Si nos fijamos en los discípulos del Señor, vemos que aquellos que aceptan el mensaje de los enviados, acogen a Jesús mismo, que es el enviado del Padre; de manera que, a fin de cuentas, acogen al Padre: “Quien a vosotros os recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado” (Mt 10,40). De este modo, el envío del Señor continúa siempre, hasta nuestros tiempos.

Si escuchamos a la Iglesia, que a su vez escucha al Señor y es enviada por Él, entonces nos encontramos en la más íntima unión con Dios, de quien todo procede. A través de estas estructuras espirituales, la misión perdura hasta nuestros días.

El lavatorio de los pies, que tuvo lugar inmediatamente antes de que Jesús pronunciara las palabras que leemos en el evangelio de hoy, nos muestra concretamente en qué consiste el servicio que debemos prestar. El amor de Dios se abaja hacia los hombres. No se presenta poderoso en el modo en que el mundo comprende el poder. No requiere medios de coacción, sino que llama a los discípulos a un servicio humilde.

En el lavatorio de los pies, el Señor estableció una señal que sirviera de orientación perenne a los discípulos. El enviado de Dios ha de cumplir su misión en la actitud adecuada. Han de ser vencidas, o al menos refrenadas, todas aquellas carencias y deformaciones de nuestra naturaleza caída: el orgullo, la vanidad, la ira, la actitud de superioridad y de querer tener siempre la razón… Así, el discípulo podrá cumplir su misión en el mismo espíritu de Aquel que lo ha enviado.
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