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Meditaciones diarias del Hno. Elías

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Los últimos mensajes 154

2021-11-24 00:00:23 24 de noviembre de 2021
Miércoles de la Semana XXXIV del Tiempo Ordinario
“Permanecer firmes”

Lc 21,12-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, llevándoos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: esto os sucederá para dar testimonio. Así pues, no os propongáis preparar vuestra defensa; porque yo os daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados incluso por padres y hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas.”

Durante los últimos días, escuchamos una serie de cuatro meditaciones sobre la virtud de la fortaleza, y el evangelio de hoy está perfectamente en línea con este tema, presentándonos ahora las situaciones más drásticas que pueden sobrevenir al cristiano: ser perseguido, arrestado, encarcelado, entregado por los propios padres, hermanos y demás familiares, brutalmente asesinado… Es como si el Señor nos dijera con toda claridad: “¡Debéis ser valientes y fuertes! ¡Estad preparados, porque debéis permanecer firmes!”

En lugar de suavizar o trivializar estas palabras de Jesús, confrontémonos a ellas… Quien no cierre sus ojos, podrá constatar que no es una realidad meramente del pasado o que sólo se vive hoy en día en determinadas regiones; sino que una “nube oscura” se cierne sobre muchos cristianos.

Los escenarios que vemos surgir en la crisis actual –en los cuales se ejerce presión sobre las personas para que, aun en contra de sus convicciones y de su conciencia, se sometan a una vacunación experimental–, tienen ya un cierto “olor” a persecución.

¿Exagerado? No, lamentablemente no.

En la meditación del 18 de noviembre me referí brevemente a este asunto (http://es.elijamission.net/obedecer-a-dios-antes-que-a-los-hombres-3/). Sin embargo, quisiera retomarlo hoy, puesto que es una cuestión que afecta a tantas personas. Existen diversos motivos por los que las personas no quieren participar en este experimento. Pero aquí me enfocaré en una razón, que se relaciona con lo que el Señor describe en el evangelio de hoy.

Entre los cristianos hay algunos que deciden no vacunarse por razones de conciencia. Para ellos, es una directriz del Señor lo que algunos prelados expresaron en el manifiesto “Veritas liberabit vos”: “Para los católicos es moralmente inaceptable inocularse con vacunas en cuya producción se haya utilizado material procedente de fetos abortados.” En este caso, estos fieles no se adhieren a ciertas declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que, por cierto, no son de carácter vinculante y en las cuales se da a entender que, dadas ciertas circunstancias, podría justificarse el uso de vacunas que hayan empleado líneas celulares embrionarias (Para mayor información sobre las objeciones morales, consulte la “Reflexión sobre la vacuna contra Covid-19”: http://es.elijamission.net/wp-content/uploads/2021/04/Impfbroschure-in-spanisch-DIN-A4_-ganze-Version.pdf).
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2021-11-23 00:00:13 Aquí nuevamente nos ayuda la virtud de la fortaleza, que en este caso consistirá en dar un paso de confianza. Cada acto de confianza en Dios nos desprende de nosotros mismos, y así se convierte en un elemento purificador, porque ya no edificaremos tanto sobre nuestras propias capacidades. Precisamente en esta etapa de purificación, uno empieza a abandonar las seguridades que solía tener, y el alma se va anclando cada vez más en Dios, en lugar de confiar en sí misma. Éste es un gran reto, que desafía nuestra fortaleza. En este caso, no se trata tanto de “resistir”, sino de adentrarnos en una cierta “oscuridad”. Aunque por fe sabemos que Dios nos espera y acompaña, el alma aún no está suficientemente arraigada en Dios ni suficientemente segura de Su amor. Así, ahora, cuando están siendo purificadas sus satisfacciones en la esfera de los sentidos, que solían darle una seguridad natural, ella tiene que dar un paso valiente que la introduce en la “noche”, por así decir; pero que en realidad la acerca más a Dios.

Puede suceder que en nuestro camino de seguimiento se repitan una y otra vez ciertas tentaciones, y uno caiga en ellas. Entonces, el alma quisiera “echar la toalla” y desanimarse. Aunque el sacramento de la penitencia la robustece y fortalece una y otra vez, ella no es capaz de resistir a las tentaciones como se había propuesto. Quizá el Señor permita esta “plaga” para que crezca en humildad, pues aún está demasiada segura de sí misma. Aquí nuevamente se requiere de la virtud de la fortaleza, para no rendirnos y proponernos una y otra vez hacer todo lo que esté en nuestras manos para resistir en el combate. Hace falta valentía para volverse a levantar tras las derrotas y seguir luchando, en lugar de quedarse en el suelo y ceder a sus debilidades.

En un camino intenso de seguimiento de Cristo y en las purificaciones que hacen parte de él, podemos llegar una y otra vez a situaciones que nos exigen dar un nuevo paso. Siempre se trata de abandonarnos aún más en Dios. La mística cristiana habla de dos “noches” que el alma tiene que atravesar. La primera “noche” (llamada “noche de los sentidos”) consiste en dejar atrás aquellas seguridades que nos dan los placeres y apegos en la esfera sensual. La segunda “noche” (llamada “noche oscura del alma”) consiste en que somos purificados de nuestras propias ideas, imaginaciones, constructos de pensamientos, etc, en los cuales muchas veces ponemos nuestra seguridad. El objetivo es que el alma se ancle cada vez más en Dios y se desprenda de sí misma.

En este marco no podremos entrar en detalles sobre lo referente a estas etapas del camino de purificación. Dentro del contexto de la virtud de la fortaleza, basta con señalar que en todos estos procesos de transformación interior hace falta dar pasos valientes, o también ser valientes en permitir que Dios purifique nuestra alma.

Entonces, para todos los combates que tenemos que afrontar en nuestra vida cristiana es muy importante la virtud de la fortaleza: sea para profesar nuestra fe, sea para soportar las amenazas y sufrimientos que puedan sobrevenirnos, sea para dejar atrás el entorno familiar y los seres queridos cuando la vocación nos lo exige, sea para recorrer el camino interior…

Si damos todos estos pasos con la ayuda de Dios –quien, por cierto, nunca nos negará lo que necesitamos–, entonces la virtud de la fortaleza crecerá y se nos volverá cada vez más natural. Así, podremos exclamar junto a San Pablo: “¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? (…) En todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó.” (Rom 8,35.37)
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2021-11-23 00:00:12 23 de noviembre de 2021
Martes de la Semana XXXIV del Tiempo Ordinario
“La virtud de la fortaleza”
(Parte IV)

En la meditación de ayer, habíamos escuchado que, según San Juan de la Cruz, cuando uno toma la decisión de emprender más intensamente el camino de seguimiento de Cristo, el Diablo trata de impedir el paso decisivo, infundiéndonos miedo, distrayéndonos y tentándonos de diversas formas. No pocas veces los obstáculos pueden venir de parte de las personas más cercanas a nosotros, pero que no se han decidido por seguir enteramente al Señor, ni entienden este camino. Incluso pueden ser personas piadosas, pero que no tienen una relación lo suficientemente profunda con el Señor como para comprender el misterio entre Dios y el alma llamada por Él. Así, puede suceder que estas personas crean tener que desaconsejar o incluso advertir de emprender este camino más intenso.

Dios permite tales tentaciones, para que el alma corresponda a Su llamado con mayor determinación. En tales circunstancias, ella tiene que mostrar valentía y fortaleza, pues los que quieren impedirle tomar este camino pueden ser personas a las que respeta y ama. Al presentarles resistencia por causa del Señor, el alma se fortalece y se prepara para el camino que le espera. Me refiero aquí a la vocación cristiana en general, pero de forma especial a las vocaciones religiosas, que han de dejarlo todo para seguir a Cristo.

Ahora bien, las pruebas no solamente vienen del exterior; sino también de dentro, a través de los pensamientos y sentimientos que quieren amedrentar al alma. Si ella no afronta con sabiduría estos pensamientos y sentimientos, puede suceder que empiece a dudar, se vuelva insegura y, en el peor de los casos, no continúe el camino que había decidido emprender.

Quien se encuentre en una situación tal, ha de dedicarse intensamente a la oración. De ser posible, debería acudir a un guía espiritual experimentado, que también siga un intenso camino interior. Es importante recordar que el llamado viene de Dios; y que no es nuestra “cualificación” la que está en primer plano; sino la Voluntad del Señor. Todos los temores e incertidumbres que surjan en el alma, han de serle presentadas a Dios en la oración. Aquel que nos llama nos dará también la fuerza para seguir valientemente nuestro camino. Uno no debería concentrarse demasiado en sí mismo ni en sus debilidades; sino profundizar la confianza en Dios, que es quien nos llama a un camino más intenso en pos de Él.

Cuando uno haya superado con la ayuda de Dios estos obstáculos iniciales y haya crecido en la virtud de la fortaleza, le esperan los siguientes retos.

Dios purifica a quien ama. Así, habiendo emprendido el camino interior, nos corresponde atravesar las correspondientes purificaciones interiores. Muchas veces el alma aún no comprende que también esta etapa del camino es señal del gran amor del Señor. En efecto, con estas purificaciones Él nos da a entender que se toma en serio al alma que quiere corresponder a Su cortejo. Ella empieza a percibir más finamente sus apegos a las cosas de este mundo, y tiene la impresión de encontrarse ante una enorme montaña que debe remover. Así, fácilmente puede desanimarse, porque es más difícil lidiar con las pasiones y apegos desordenados que ofrecer resistencia a los ataques de fuera.
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2021-11-22 00:00:15 Ciertamente no todos nosotros tendremos que padecer el martirio. Pero la virtud de la fortaleza también es necesaria en todo auténtico camino de seguimiento de Cristo. Me refiero a la firme decisión de nuestra voluntad de seguir al Señor en todo y de no anteponerle nada. En efecto, éste es el fruto normal de una conversión sincera (Véase: Conferencia sobre “La primera conversión y los pasos que siguen” en

).

A veces el camino en pos del Señor puede asustarnos, sobre todo cuando aún estamos al inicio. Aunque ciertamente la gracia de Dios nos sostiene y suele darnos ese celo inicial, el camino puede tornarse largo. Entonces, la virtud de la fortaleza nos ayudará a superar, con la ayuda de Dios, todas las etapas de este camino.

San Juan de la Cruz nos dice que, cuando uno se ha decidido a recorrer seriamente el camino de la santidad, el Diablo buscará mil maneras de infundirnos miedo, para impedir que avancemos y que llevemos a cabo nuestro propósito. En ese sentido, el Enemigo puede valerse de todo tipo de cosas, incluso de las historias de los santos, con cuyos padecimientos y tormentos quiere amedrentar al alma. De hecho, no pocas veces en estos relatos se descuida decir que, si Dios llama a una persona a un camino tal, Él mismo se encarga de darle todas las gracias y la fuerza que necesita para soportar los sufrimientos.

Entonces, se necesita una firme determinación, fortaleza y mucha perseverancia para seguir al Señor.

Mañana, para concluir esta serie de meditaciones sobre la fortaleza, describiré cómo esta virtud debe trabajar de la mano con el espíritu de fortaleza, para afrontar con la gracia de Dios todos los retos que nos presenta cada etapa de este camino.
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