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Meditaciones diarias del Hno. Elías

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Los últimos mensajes 148

2021-12-09 00:00:49
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2021-12-09 00:00:48 Precisamente en estos tiempos, cuando las nubes anticristianas se ciernen cada vez más densamente sobre el mundo, se necesita la fuerza de la determinación, que hemos de aspirar y también pedírsela a Dios. Hay que vencer toda falsa suavidad y condescendencia, para que nuestra fe permanezca firme, sin tambalear o derrumbarse ante el ataque del relativismo.

El Señor pronuncia estas palabras cuando habla sobre Juan Bautista. Él, que no se dejó doblegar por Herodes; él, que defendió la verdad y padeció el martirio por su causa; él conquistó el Reino de los Cielos.

Al final de este evangelio, encontramos otra frase que tampoco es tan fácil de entender. ¿A qué se refiere Jesús cuando dice que Juan es Elías, que había de venir? Hasta el día de hoy, los judíos (y también algunos cristianos) esperan que el Profeta Elías –quien fue llevado al cielo en un carro de fuego (2Re 2,1-11)– vuelva en persona a la tierra al Final de los Tiempos.

Desde mi punto de vista, las palabras que aquí pronuncia el Señor apuntan a algo distinto… Probablemente se refiere a la misión de Elías, que había consistido en traer de vuelta a Dios al Pueblo que le había dado la espalda. Esta misma misión la llevó a cabo el Bautista, inmediatamente antes de que Jesús iniciara su ministerio público. Puesto que los judíos creían que Elías debía venir antes de que apareciera el Mesías, Jesús les dio a entender con estas palabras que este “requisito” se había cumplido ya en Juan Bautista.

Ahora, cuando esperamos la Segunda Venida de Nuestro Señor, creo que nuevamente podrían surgir testigos que precedan a Su Retorno y que llamen urgentemente a los hombres a la conversión, preparando así el camino para la Parusía.

Esto podría estar relacionado con los dos testigos de los cuales se habla en el capítulo 11 del Apocalipsis:

“Yo haré que mis dos testigos profeticen, vestidos de saco, durante mil doscientos sesenta días. Ellos son los dos olivos y los dos candelabros que están en presencia del Señor de la tierra. Y si alguno quisiera hacerles daño, les saldrá fuego de la boca y devorará a sus enemigos; y si alguno quisiera hacerles daño, de la misma forma deberá morir. Ellos tienen el poder de cerrar el cielo para que no llueva durante los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para afligir la tierra con toda suerte de plagas, cuantas veces quieran. Cuando concluyan su testimonio, la bestia que surge del abismo entablará combate contra ellos, los derrotará y los matará.” (Ap11,3-7)

No sabemos cuán cerca está la Segunda Venida del Señor. Pero sí vemos cuántos pueblos viven alejados de Dios; y precisamente aquellos que en otros tiempos llevaban adelante la obra de la evangelización, ahora corren el peligro de hundirse en el abismo. Por eso, testigos como Elías y Juan, que llaman insistentemente al pueblo a la conversión, serían bienvenidos.
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2021-12-09 00:00:48 9 de diciembre de 2021
Jueves de la II Semana de Adviento
“Los violentos conquistan el Reino de los Cielos”

Mt 11,7b.11-15

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar de Juan a la gente: “En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos padece violencia, y los violentos lo conquistan. Porque todos los Profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis comprenderlo, él es Elías, el que va a venir. El que tenga oídos, que oiga.”

¡El mayor entre los nacidos de mujer es menor al más pequeño en el Reino de los Cielos! ¡Qué perspectiva tan tremenda para nosotros! Si admiramos a Juan Bautista por la misión que le fue encomendada y reconocemos su grandeza, ¡cuánto más podemos entonces alegrarnos por lo que nos espera en el Reino de los Cielos, donde todos son más grandes, están más llenos de luz, más colmados de gracia, más profundamente unidos a Dios!

Si un día Dios, en Su bondad, nos concede estar eternamente junto a Él, nuestra comunión con Él y los Suyos será perfecta. He aquí una buena razón para esperar confiadamente la hora de nuestra muerte. Aquí en la tierra no tenemos un hogar que permanece; pero, eso sí, tenemos una misión que cumplir.

¿Qué significará aquella afirmación del Señor de que “los violentos conquistan el Reino de los Cielos”? Ciertamente no se refiere a ejercer cualquier forma de violencia ilegítima para imponer el Evangelio. Cualquier conversión forzada o un paso de acercamiento a Dios que haya sido provocado con violencia psicológica, es en sí mismo una contradicción.

Pero estas palabras tampoco parecen ser una queja de Jesús ante la violencia que sufre el Reino de los Cielos. Antes bien, me parece que el Señor quiere indicarnos que hace falta una firme decisión de nuestra parte para recorrer el camino de seguimiento de Cristo bajo cualquier circunstancia. No podemos permanecer en un estado un tanto indeciso, mostrando así una cierta tibieza. La fe implica tomar decisiones, que luego tendremos que defender con valentía. El mes pasado ofrecí una serie de meditaciones precisamente sobre la virtud de la fortaleza:
Parte I: http://es.elijamission.net/la-virtud-de-la-fortaleza-parte-i/
Parte II: http://es.elijamission.net/la-virtud-de-la-fortaleza-parte-ii/
Parte III: http://es.elijamission.net/la-virtud-de-la-fortaleza-parte-iii/
Parte IV: http://es.elijamission.net/la-virtud-de-la-fortaleza-parte-iv/
Pensemos en los mártires… Ellos no fueron violentos con nadie; pero sí que se hicieron violencia a sí mismos, cuando vencieron los miedos y temores que se cernían sobre ellos. A través de estos actos magnánimos, de alguna manera conquistaron el Reino de los Cielos.
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2021-12-08 00:00:21
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2021-12-08 00:00:20 Conforme a Su Sabiduría, el Señor sabe integrar en Sus planes incluso nuestros extravíos, cuando nos entregamos a Él. En una meditación que escribí hace un tiempo sobre los dones del Espíritu Santo (Véase: http://es.elijamission.net/el-don-de-ciencia/), había dicho que el plan para nuestra vida sale a relucir cuando el don de ciencia actúa en nosotros, que es el que nos ayuda a reconocer que sólo en Dios y no en lo creado está nuestro hogar, y nos invita, por tanto, a desprendernos de forma adecuada de todo apego desordenado a lo creado. Entonces podremos notar con mayor claridad qué es lo que Dios tiene pensado para nuestra vida, y asumir así más profundamente nuestra vocación.

“No me habéis elegido vosotros a mí; más bien os he elegido yo a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto sea duradero.” –nos dice el Señor en el así llamado “discurso de despedida” (Jn 15,16). Previo a ello, había llamado a sus discípulos “amigos” (cf. Jn 15,15), a quienes les confía todo… Conocemos el camino que recorrieron después los discípulos, llevando el evangelio al mundo como apóstoles del Señor. Sabemos también que su fruto efectivamente permaneció: ¡hasta el día de hoy vivimos de sus palabras y del ejemplo que nos dejaron! En ellos se cumplió el plan de Dios y por su medio lo alabamos a Él.

Hoy en día, cuando las personas buscan su dicha personal, a menudo ignoran esta dimensión, de que sólo en conformidad con Dios, viviendo de acuerdo a lo que Él les ha concedido y encomendado, puede hallarse la verdadera felicidad. Empleando el lenguaje de la lectura de hoy, diríamos que se trata de corresponder a nuestra destinación más profunda.

Cuando aún no se conoce bien a Dios ni se confía realmente en Él, puede incluso suceder que el hecho de que Él nos haya predestinado para algo genere un sentimiento de que uno está como obligado a hacer y cumplir algo que uno mismo no ha escogido. Paradójicamente, uno podría incluso tener la impresión de que esta predestinación limitaría nuestra libertad personal. Sin embargo, tales pensamientos muestran que tampoco se ha entendido adecuadamente en qué consiste la verdadera libertad del hombre. Porque no puede haber mayor libertad que la de cumplir consciente y amorosamente la Voluntad de Dios, adentrándonos así en nuestra propia predestinación.

En la Virgen María se puede ver que la gran dicha y realización de su vida consiste en cumplir su predestinación. Ella no quiere nada para sí misma; todo ha de servir para la gloria de Dios. Su felicidad está en poder responder con su entrega al amor de Dios y abandonarse a su Providencia: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). María ha sido destinada a la alabanza de la gloria de Dios: “Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su Nombre es santo” (Lc 1,49).
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2021-12-08 00:00:19 8 de diciembre de 2021
Solemnidad de la Inmaculada Concepción
“Destinados a la alabanza de Dios”

Ef 1,3-6.11-12

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.

La Iglesia tiene razón al celebrar con tanta solemnidad la Inmaculada Concepción de María, pues todo lo que hemos escuchado en la lectura de hoy con respecto a nuestra predestinación, se cumple de forma eminente en la Beatísima Virgen María, quien dio su SÍ a la Voluntad de Dios y fue así directamente incluida en Su plan de salvación para con la humanidad.

Por eso, mientras nos preparamos para la Gran Fiesta de la Natividad del Señor, conviene que, en la Solemnidad de hoy, pongamos nuestra mirada en la Madre del Señor… En Ella, podemos descubrir la belleza de la Creación en su integridad e inocencia originarias, porque, como nos hace ver la Fiesta de este día, la Virgen María fue concebida sin la mancha del pecado original y recibió todas las gracias de su Hijo.

En María podemos ver lo que significa vivir conforme a la predestinación de Dios, porque sin duda Ella correspondió perfectamente y con todo su ser al plan que Dios tenía para su vida.

El concepto de predestinación que el texto de hoy nos presenta, nos deja en claro que nuestra vida está insertada en las manos y en los planes de Dios. La meta suprema es llegar a ser herederos de Dios y destinados a la alabanza de su gloria. Para llegar a esta meta, a cada uno de nosotros le ha sido entregado un plan singular e inconfundible de cómo y en cuál misión ha de glorificar a Dios. Es por eso que también es importante estar abiertos a un llamado más profundo que pueda sernos dirigido. Para hallarlo, no tenemos que andar divagando, probando esto y aquello; sino que, en el concreto seguimiento de Cristo, podemos dejarnos guiar por Dios hacia aquello que Él dispuso para nosotros desde toda la eternidad.
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2021-12-07 21:58:15

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2021-12-07 21:58:07 En vísperas de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, queremos honrar a nuestra Madre cantándole una antiquísima oración (siglo IV): “TOTA PULCHRA ES MARIA” (“Toda hermosa eres, oh Maria”)
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