2022-05-24 13:05:16
Día 24: LA FIDELIDAD. La Sagrada Escritura nos habla con frecuencia de la virtud de la fidelidad, de la necesidad de mantener la promesa, el compromiso libremente aceptado, el empeño en acabar una misión en la que uno se ha comprometido. Le dijo el Señor a Abrahán:
“Camina en mi presencia con fidelidad. Tú guarda mi pacto que hago contigo y con tus descendientes por generaciones.” (Gen 17, 1). Si en Abrahán, considerado como nuestro Padre en la fe, destaca su fidelidad a la promesa hecha a Dios, ¿cuánto más en María, la Madre del mismo Dios?
La fidelidad consiste en mantener vivo en todo momento lo que uno prometió en un momento de su vida, aunque cambien las circunstancias y aún los sentimientos. La fidelidad implica tomar el timón moral de nuestras vidas y no soltarlo para que el rumbo se mantenga, a pesar de las tempestades. Todos los días de nuestra vida tendremos que optar en pequeñas decisiones por permanecer fieles.
¿Cómo puede el hombre, que es mudable, débil y cambiante, comprometerse para toda la vida? Puede, porque su fidelidad está sostenida por quien no es mudable, ni débil, ni cambiante: por Dios. El Señor sostiene esa disposición del que quiere ser leal a sus compromisos y, sobre todo, al más importante de ellos: al que se refiere a Dios – y a los hombres por Dios–, como en la vocación a una entrega plena, a la santidad. Lo principal del amor no es el sentimiento, sino la voluntad y las obras; y exige esfuerzo, sacrificio y entrega. El sentimiento y los estados de ánimo son mudables y sobre ellos no se puede construir algo tan fundamental como es la fidelidad. Esta virtud adquiere su firmeza del amor. Sin amor, pronto aparecen las grietas y las fisuras de todo compromiso.
María, Auxilio de los Cristianos, nos muestra su fidelidad al plan redentor de Dios, hasta el punto de ofrecer lo más valioso para sí, a su propio Hijo al pie de la Cruz. María nos enseña a ser fieles, como decía D. Dámaso Eslava:
“La fidelidad lleva a la fecundidad y así nuestra vida será feliz.” Al ser María la Virgen fiel, que no negó nada a Dios durante su vida, Dios no niega ninguna de las necesidades que sus hijos le presentan por medio de su Madre. No nos cansemos de acudir al aparo y a la protección de María, como decía San Juan Bosco:
“El que pone su confianza en la Virgen Auxiliadora nunca se verá defraudado.” “María es un espejo en el que debemos mirarnos, un espejo en el que el cristiano descubre su deber ser, cómo debemos ser en esta vida. Un espejo en el que descubrimos nuestro destino futuro; el Cielo, el paraíso, la felicidad eterna en cuerpo y alma junto a Dios por los siglos. «Nadie puede pensar lo que Dios tiene reservado para los que lo aman.» (1 Cor 2,9)” (D. Miguel Conesa)
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