2022-06-11 18:26:22
Nacido en el estado de Nueva York en 1839, Rockefeller no tuvo una infancia fácil. Su padre era agente de ventas la mitad del tiempo y un mujeriego de tiempo completo. Su madre le aseguró que Dios era el padre que nunca le fallaría. Rockefeller absorbió ese mensaje, y le orientó el resto de su vida.
Profundamente religioso, puso en práctica la ley espiritual “Dad y se os dará a vosotros”. Desde su adolescencia hasta el día de su muerte, Rockefeller dio siempre una parte de sus ingresos a la caridad.
El regalo especial de Rockefeller al mundo fue el queroseno; queroseno barato, tan barato que cualquier persona podía comprarlo.
Antes de la formación de su compañía, Standard Oil, la gente iluminaba sus casas con velas y las calentaba con carbón o madera. Las velas eran tenues y el carbón era sucio. El queroseno asequible de Rockefeller – petróleo crudo procesado – hizo el mundo más brillante, más caliente, más limpio y mejor, para beneficio de todos. “Tenemos que recordar siempre”, Rockefeller escribió a uno de sus socios en 1885, “que estamos refinando petróleo para el pobre, y él debe tenerlo barato y de buena calidad”.
A Rockefeller le encantaba el negocio de los negocios. Cuidaba cada detalle, siempre con el mismo objetivo: ahorrarle dinero al cliente. Tuvo tanto éxito a la hora de disminuir sus costos que hasta el día de hoy circulan conspiraciones vacías y sin fundamentos sobre cómo Rockefeller “monopolizó” la industria y abusó de sus consumidores. Pero las demandas antimonopolio que recibió Standard Oil nunca vinieron de los consumidores. ¡Los consumidores amaban los precios bajos y la excelente calidad de Standard Oil! Los únicos perjudicados eran los competidores, que no podían igualar los precios y la calidad de la empresa de Rockefeller. En lugar de competir con Rockefeller en el libre mercado, lo que hicieron estos competidores fue acudir al gobierno para intentar destruir Standard Oil y así obligar a los consumidores a pagar sus precios más altos.
Rockefeller no obtuvo ayuda del gobierno. Fue un excelente empresario que cada día buscaba formas de proveer un mejor producto a un precio más económico. Su enorme riqueza y cuota de mercado fue un subproducto de esto. El gobierno con sus leyes antimonopolio castigaron a Rockefeller por sus virtudes. Pero los más perjudicados por los ataques a Standard Oil fueron los consumidores, es decir, los pobres y la clase media que se beneficiaban de un excelente producto a un precio bajo. El gobierno básicamente obligó a estas personas, “por su bienestar”, a pagar precios más altos.
Rockefeller también fue escrupulosamente honesto. Su primera socio, Maurice Clark, dijo: “Si un centavo se le debía a un cliente, él quería que el cliente lo tuviera”.
Rockefeller demostró un gran ingenio para conseguir ideas creativas de sus empleados de Standard Oil. Él les pagaba bien, y rara vez tenía problemas con la mano de obra o los sindicatos. Él generosamente recompensaba a sus químicos y a los ingenieros cuando encontraban formas nuevas de obtener más queroseno de un barril de petróleo.
Otras refinerías de petróleo tiraban los desechos en las inmediaciones de los ríos. Eso repulsaba a Rockefeller, que era quizás el más grande ecologista de su época. No sólo era un gran amante de la naturaleza, él era un gran reciclador. Él creía que Dios dio un uso para cada partícula en un barril de petróleo, y él estaba decidido a encontrarlo.
Después de que el queroseno había sido removido, el personal de Rockefeller encontró usos para el resto de los componentes: la gasolina como combustible, algunos de los alquitranes de pavimentación, y otros subproductos para fabricar pintura, barniz, e incluso anestésicos.
Es difícil imaginar que la industria automotriz habría incluso llegado a existir sin la disponibilidad del petróleo barato de Rockefeller.
Cuando Henry Ford estuvo listo con su Modelo T, Rockefeller estaba listo para suministrar la gasolina.
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