2022-02-15 21:31:06
*VIDA DE SAN JOSÉ*
*Hna. María Cecilia Baij*
*Entrega 164*
*LIBRO 3*
*CAPÍTULO VIII*
*CIRCUNCISIÓN DE JESÚS* ( continuación)
Lloraba en verdad, al ver al Niño Divino entre tantos sufrimientos, pero se alegraba y gozaba por los divinos favores, y experimentaba mucha alegría al mirar a su Salvador en la frágil Humanidad del Niño, cuya belleza lo hacía quedar estático, sintiéndose arrebatar el corazón por la Gracia y amabilidad del Divino Niño, y con pena dirigía la mirada a otro lugar, cuando era necesario por alguna ocupación suya, deseando tener siempre, fijos los ojos sobre el ser tan amado y tan deseado. A veces hablaba consigo mismo y decía: “¡José, que suerte lo ha tocado!, ¡que hermosa suerte sido la tuya! ¡que consuelo vivir en compañía de la Madre del Mesías, esperado por tantos siglos, y vivir en compañía del mismo Mesías, y luego tener el oficio de padre del Verbo Encarnado!, ¡Oh suerte dichosa! ¡Cuántos patriarcas y profetas han deseado verlo y no lo han conseguido!, ¡por cuantos ha sido suspirada esta venida! Él rey David deseaba verlo y adorar el lugar donde habrían pisado sus pies, y yo no solamente lo veo, sino que gozo de su Presencia, pero más gozo cuando lo recibo entre mis brazos y tengo la suerte de ser su guardián y ser llamado su padre adoptivo. ¡Que gracia!, ¡que Gracia nunca pensada por mi y nunca merecida de ninguna manera!”.
Después que nuestro José había hecho estas conversaciones en su interior, cogido por un impulso de amor y de agradecimiento hacia su Divino Redentor, corría a postrarse a los pies de la Divina Madre y le suplicaba cálidamente para que Ella misma rindiera gracias a Dios por él, por los grandes favores que le dispensaba y le decía: "Vos que sois la digna Madre del Redentor haced por mí, esposa mía, el favor de dar gracias a nuestro Dios por haberse dignado escogerme por vuestro compañero y por haberme colocado en un lugar tan elevado, mientras que yo no sé llevarlo a cabo como debiera, y me encuentro lleno de Gracias y de favores, y también lleno de confusión y no sé cómo agradecer a mi Dios por tantos beneficios especiales. Ofrecedle mi vasallaje, mi servidumbre y todo mi ser, y preguntadle que tengo que hacer para dar gusto a nuestro Dios, como tengo que ocuparme, porque yo estoy totalmente trastornado a la consideración de beneficios tan grandes y de Gracias tan especiales. ¡Esposa mía, vos bien sabéis mi indignidad, mi pobreza y bajeza, por lo tanto, hacedlo vos por mí!".
La Divina Madre gozaba al oír la gratitud que su José tenía hacia su Dios y le contestaba con humildad, prudencia y gracia, y le aseguraba cómo eran muy gratas a Dios sus expresiones de afecto, y que reconociendo los beneficios y las Gracias que había recibido, se iba disponiendo para recibir otros más. Le aseguraba también cómo Ella no dejaba de cumplir con sus pedidos alabando y agradeciendo de su parte a la Divina Bondad.
*Apóstoles de Su Amor*
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