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Algo del Evangelio

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El evangelio de cada día con un breve comentario, en formato de audio, realizado por el Padre Rodrigo Aguilar, Diócesis de San Miguel, Buenos Aires, Argentina. www.algodelevangelio.org
Cualquier testimonio o consulta escribir a algodelevangelio@gmail.com

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Los últimos mensajes 73

2022-08-21 02:47:25
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2022-08-21 02:45:34 Ahora, si por ir por la puerta ancha, esa que nos lleva a la perdición, aquella que nos lleva al egoísmo, a amoldarnos  a este mundo, a la mentalidad, al egoísmo, al consumismo, a la avaricia y nos creímos los primeros, por ahí se nos cerrará la puerta en la cara y nos quedaremos golpeando sin saber porqué cuando no escuchemos respuesta del otro lado, o cuando es peor, escuchemos que no nos conoce.
   Por eso, sigamos caminando en esta vida, en la vida tan linda de la fe, de la Iglesia, de nuestras comunidades, de tu grupo de oración, de ese lugar donde encontrás a Jesús. Sigamos caminando con la certeza de que solo importa el amor, que solo amando podremos entrar por la puerta estrecha del amor de Dios. El amor de Dios requiere seriedad, nuestra vida requiere seriedad; y seriedad no es andar enojado por la vida, al contrario, es darnos cuenta que para amar hay que entregarse, que para amar hay que tomarse las cosas en serio y de verdad, hay que ser responsables, que tenemos que pensar cada obra de amor que hacemos, como Jesús lo hizo por nosotros. Él no eligió la puerta ancha, él eligió la puerta estrecha de la salvación y de la obediencia a su Padre.
   Que tengamos un buen domingo y que la bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

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algodelevangelio@gmail.com
P. Rodrigo Aguilar
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Abrir / Cómo
2022-08-21 02:45:33 Comentario a Lucas 13, 22-30:

   ¿Es verdad que son pocos los que se salvan? ¿Es verdad lo que dicen algunos que la puerta es angosta y son pocos los que van a pasar? Hoy la pregunta, por el contexto en el que vivimos y la extremada confianza en que da lo mismo todo, podríamos pensar que la pregunta hecha a Jesús sería al revés, ¿es verdad que son muchos los que se van a salvar? ¿Es verdad que, en el fondo, da lo mismo todo y que al final, todos vamos a pasar por una puerta bien ancha? En realidad, da lo mismo cualquiera de las dos preguntas, no es lo más importante.
   Creo que Jesús hubiese contestado lo mismo ante las dos preguntas, ante los que temen y piensan que serán pocos los salvados y a los que confían demasiado, o en el fondo son temerarios, y están convencidos de que todos nos salvaremos hagamos lo que hagamos. Ninguna de las dos preguntas van al fondo de lo que Jesús quiere proponernos en Algo del Evangelio de hoy, en este domingo. Podríamos decirlo al revés, la pregunta de hoy, la pregunta por la cantidad, nos ayuda a conocer qué es lo que realmente quiere el Señor. Jesús no contesta con cantidades, aunque él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, dice la Palabra, él quiere que todos lleguen al Reino de Dios. Ante esta pregunta, a él no le interesa tanto las cantidades.
   Es sabido que Dios desea el bien de todos, solo una imagen muy desdibujada y distorsionada de él puede considerar a Dios Padre como alguien que está haciendo «números con una calculadora» para ver quién se salva y quién no. El problema no es de Dios, el problema somos nosotros, como siempre. Él quiere sacarnos de ese esquema tan humano de mirar la vida y lo que viene. Dios no quiere «especuladores» del amor y de la salvación, Dios quiere y necesita hijos que siempre estén «golpeando la puerta» y no al final, cuando en el fondo ya está cerrada y no hay posibilidades.
   Ninguna de las dos posturas se toma en serio la vida ni la salvación ni la fe, tanto el que teme como el que se cree tan libre de hacer lo que quiere sin mirar a Dios, total, «Dios perdona todo». Hay cristianos que desearían que sean pocos los que se salven, porque en el fondo se creen ellos el parámetro y la medida de la salvación, y también hay otros que bajo «el paragua» de la misericordia mal entendida terminan también diciendo que al final de cuentas todos nos encontraremos en el mismo lugar y da lo mismo cómo hemos vivido en la tierra. No son serias ni cristianas ninguna de estas dos posturas.
   Jesús quiere que nos tomemos en serio la vida, la salvación y la fe. Nuestra vida es demasiado sagrada como para que nos dé lo mismo. No hay que estar especulando, hay que amar. El amor no es especulador.
No hay que «calcular» para ver cuántos «ladrillitos» tenemos en el cielo según lo que vamos haciendo en la tierra, porque él en realidad ya nos tiene preparado una habitación en el cielo, dice la Palabra de Dios. No se puede hacer de la vida lo que uno quiere y después andar «golpeando» al final la puerta, cuando ya se cerró. Eso es poco serio. Si hice el mal y no me tomé en serio la vida ni el amor de Dios, obtendré lo que busqué. Dios es tan bueno y misericordioso que respeta hasta el final la voluntad de sus hijos y la libertad de todos los hombres.
   ¿Todavía seguimos pensando cuántos serán lo que se salvarán? No pensemos en eso, pensemos en entrar por la puerta estrecha, la de la «no comodidad», la de la búsqueda del bien siempre, la del amor y no la de la especulación. Que sea estrecha –cuidado– no quiere decir que entren pocos, porque si hacemos una fila amándonos, entraremos todos, uno por uno; no importa tanto quién será primero y quién último, entraremos todos los que amamos.
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2022-08-21 02:45:11 Domingo 21 de agosto + XXI Domingo durante el año(C) + Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 22-30

      Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: «Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?». Él respondió: «Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y él les responderá: "No sé de dónde son ustedes". Entonces comenzarán a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas". Pero él les dirá: "No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!".
      Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos».

Palabra del Señor.
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2022-08-20 03:06:28
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2022-08-20 03:06:10
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2022-08-20 03:05:18 Comentario a san Mateo 23, 1-12:

No es fácil ser constantes en la vida. A veces se nos cae en los brazos. A veces no tenemos fuerzas para levantarlos. A veces nos entusiasmamos y después, de golpe, viene un ventarrón y se lleva todo aquello que habíamos anidado en el corazón, con una fuerza que nos supera. Pero siempre tenemos la posibilidad de volver a mirar al cielo, simbólicamente, de volver a elevar nuestro corazón a nuestro buen Dios que siempre nos está escuchando, que siempre nos está mirando y sabe lo que nos pasa. Él es el único que sabe el porqué de nuestros cansancios, el porqué de nuestras dudas, el porqué de nuestros miedos y tenemos que poner la mirada en Él, una vez más, nuestro corazón donde siempre estará la fuerza necesaria para volver a empezar, para volver a decir esto me hacía bien. Tengo que volver a hacerlo, esto es mi salvación, esto es el camino: «Vos sos la verdad y vos sos la vida», «Vos sos el que me da la fuerza para seguir cada día».
Y aunque todo el mundo nos señale y todo el mundo se nos burle, e incluso piensen que invocar a Dios y buscarlo es de «infantiles» y de personas que no piensan. Los que tenemos fe tenemos que volver a decir una vez más que este es el «camino». Que pase lo que pase, siempre será el camino. Y que pase lo que pase, en él encontramos la paz. Y este camino tiene un final feliz. El final que la Palabra de Dios siempre nos enseña. El final que todos necesitamos volver a recordar en el corazón para decir: ¡Sí, es por acá!, puedo levantarme otra vez y puedo volver a empezar, puedo volver a pedir perdón, puedo volver a rezar, a mirarlo cara a cara y a decirle que acá estoy. ¡Si es verdad!, con mis debilidades, con mis cansancios, con mis dudas, con mis vaivenes, pero acá estoy.
Hoy es uno de esos días, especialmente para los que estamos con alguna responsabilidad dentro de la Iglesia, porque Algo del Evangelio de hoy es: un llamado de atención para los que transmitimos y enseñamos la fe, pero también para los que la reciben.
La «soberbia» del alma se mete en cualquier corazón, no conoce fronteras y tenemos que aprender a percibirla tanto en nuestro corazón, para expulsarla como en el de los otros, para evitar que nos haga mal. Porque a veces la soberbia de otros a nosotros, también nos ciega y nos hace tomar malas decisiones. ¿Es posible que a veces la soberbia tenga tanta fuerza y a veces vivamos como si fuéramos los únicos en este mundo? ¿Es posible que siendo tan poca cosa, nos la creamos tanto? O dirás: bueno, no es para tanto, no somos tan soberbios todos. Es bueno que cada uno se deje interpelar por las palabras de Jesús. La soberbia, en realidad, toma mil colores y tonos distintos según la responsabilidad, según la personalidad y la experiencia de vida de cada uno. Y justamente el peor mal de la soberbia es que a veces no se ve, es imperceptible. Sólo una luz de afuera puede ayudarnos a iluminar nuestro corazón y a hacernos dar cuenta, lo centrado en nosotros mismos, que estamos y cuánto nos enferma. Eso no solo puede ser soberbio el engreído que se lleva todo por delante, el altanero, sino también puede ser soberbio el apocado y silencioso, el que parece humilde desde afuera. La soberbia no es una cuestión externa principalmente, sino del corazón. Dije que la soberbia toma mil colores.
Ahora, en el Evangelio de hoy, las palabras de Jesús son lapidarias, especialmente con los que tenían una función en el pueblo de Israel. Y sin miedo tenemos que trasladarlas al pueblo de la Iglesia de Dios, especialmente a los ministros, a los que deben servir a otros, a los que entregaron su vida para servir a los demás. Cuando la soberbia ataca a los ministros de la Iglesia, obispos, sacerdotes y diáconos, consagrados y consagradas, ataca la cabeza, y si la cabeza es «soberbia», el cuerpo también se va enfermando de este virus, que a veces es imperceptible. También pasa en cualquier grupo humano, en cualquier comunidad, hasta en una empresa.
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2022-08-19 02:48:40
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2022-08-19 02:48:29
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