2021-10-27 22:56:53
*VIDA DE SAN JOSÉ*
*Hna. María Cecilia Baij*
*Entrega 53*
*LIBRO 2*
*CAPITULO XV*
*FAVORES DIVINOS*
Nuestro José crecía maravillosamente en el amor a su Dios, de tal modo que se desvivía totalmente solo al nombrarlo, y tenía un deseo siempre más encendido de hacer cosas grandes para Gloria de su Dios, y esperaba con deseo intenso que llegara el tiempo en el cual, según las promesas que le había hecho el Ángel, 01 se habría dedicado totalmente al servicio de Dios, y por lo tanto decía a menudo a su Dios: "Oh Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, oh Dios, mío, ¿cuándo llegará el tiempo en el cual estaré feliz totalmente ocupado para Vos? ¿Cuándo se cumplirá vuestra promesa? Mi corazón arde de deseo de ocuparme pronto totalmente para Vos. Oíd mis súplicas y atended mis deseos". Un día al estar el Santo en el Templo suplicando de este modo a su Dios, oyó la voz de su Amado Bien, que en el interior de su corazón le decía: "lo sé, siervo y amigo mío, esta de buen ánimo, porque dentro de poco quedarás consolado y se cumplirá tu deseo".
A la dulzura de estas palabras, fue tanto el júbilo que sintió el Santo, que cayó en éxtasis, cuando le fue revelado por Dios, como dentro de poco habría tenido una Gracia grande esto es de tener una compañía, con la cual él hubiese tenido con quien tratar y hablar de Dios y de los Divinos Misterios que a él le hablan sido revelados varias veces, según la promesa que le había hecho el Ángel en el sueño, que su Dios le habría dado una criatura con la cual él hubiese podido conversar y contarle las maravillas de la Omnipotencia Divina. Al mismo tiempo que Dios le revelaba esto, también le hizo entender las sublimes virtudes de aquella que le habría destinado para tratar con él, pero por entonces, no le fue manifestado otra cosa.
Al volver José del éxtasis, completamente consolado en, el alma y muy feliz por el favor concedido, se humilló delante de su Dios, lo adornó y le agradeció afectuosamente, y reconociendo su nada, decía a su Dios: "Oh Dios mío, inmenso, incomprensible, ¿quién soy yo para que tanto me favorezcáis? casino es que vuestra inmensa grandeza se digna tratar conmigo, despreciable gusano; y hacerme tan grandes favores? Que Vos os hayáis inclinado para tratar con los profetas, con los patriarcas, es una cosa bien grande, pero conmigo, muy despreciable siervo vuestro, es cosa para quedar estático por la maravilla. ¡Oh!, ¿cómo, Dios mío, corresponderé a tanta bondad, a tanta complacencia, a tanto Amor? Ah, Dios mío, heme aquí todo vuestro, haced de mi todo lo que os plazca. Otra cosa no tengo para daros, sino a mí mismo y toda mi vida; yo quiero entregarme de nuevo a Vos, y si pudiera tener en mi libertad a los corazones de todas las criaturas, todos os los entregaría y todos los consagraría a Vuestro Amor. Dios mío, inmenso, infinito, inefable, incomprensible, recibid el pequeño ofrecimiento de vuestro despreciable siervo y esclavo José, que se entrega a Vos de todo corazón". Así nuestro José se humillaba en los favores que recibía, y se mostraba agradecido a su Dios por los beneficios, reconociéndolo todo recibido de su divina bondad y generosidad, y sin mérito de ser parte, a quien se llamaba muy despreciable e indigna criatura. ( Continuará)
*Apóstoles de Su Amor*
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