2023-05-21 04:13:40
Comentario a Mateo 28, 16-20:
«¿Por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir», dice la primera lectura de este domingo. Los discípulos hicieron lo que cualquiera de nosotros hubiera hecho, siguieron mirando al cielo, pero en realidad miraron a Jesús mientras partía. ¿Será que Jesús también los miraba mientras se iba? Seguro que sí. Creo que sí. Imaginemos ese momento: Jesús ascendiendo a los cielos, el corazón triste de los discípulos al ver que su amigo se iba, él bendiciéndolos y tratando de explicarles, de mostrarles que, en realidad, no se estaba yendo, bueno, sí, físicamente sí, pero que iba a permanecer de una manera distinta y para siempre.
Hoy celebramos la Ascensión del Señor a los cielos, una fiesta maravillosa que nos ayuda a comprender una vez más que él está siempre con nosotros hasta el fin del mundo.
¿Recordás alguna vez en tu vida alguna despedida que te hizo quedarte mirando al que se iba? Siempre me acuerdo, cuando de adolescente, viajaba en colectivo, en ómnibus, como se dice, o en bus –como se dice en algunos lugares–, cuando iba a mi tierra, donde nací, y miraba las despedidas de la gente en las terminales. Me encantaba ver eso, cuando se estaba yendo el ómnibus y se saludaban por la ventana, se miraban y lloraban. Era enternecedor. Me imagino que recordarás o tendrás esa experiencia también en tu vida. Cuando no se mira, mientras uno se despide, en el fondo, cuando veíamos una persona que no miraba, era porque en el fondo no quería sufrir demasiado, pero en realidad sí quería mirar. Es triste ver en las terminales o en los aeropuertos también, las despedidas de los familiares o amigos. En los ómnibus, como te decía, el que va arriba se queda mirando por la ventana, como queriendo abrazar a los que se quedan, y los que se quedan, saludan desde abajo, como queriendo retener al que se va. En los aeropuertos es distinto. Pero existen también esas despedidas antes de embarcar al avión, antes de entrar a la zona donde se tiene que embarcar. Miradas que quieren retener el amor que parece que no vuelve. Podríamos imaginar algo así en este día de la Ascensión del Señor. Como te planteé al principio, una partida, una despedida, pero sin medio de transporte moderno, con una gran diferencia, una despedida con permanencia asegurada. Qué extraño. Algo difícil para nuestro entendimiento.
Retomando esto de los discípulos que se quedaron mirando al cielo, podríamos decir que seguir mirando al cielo pensando que Jesús no estará más entre nosotros, es no entender que el cielo en realidad no es un lugar, es un estado del alma, un estado del corazón, una forma de vivir podríamos decir, una nueva forma de estar.
Jesús ascendió, Jesús volvió a su «lugar», pero en realidad su lugar hoy es todo lugar, es estar en todo lugar. Esta es su promesa: «Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo». Fue una partida necesaria para quedarse siempre con nosotros hasta el final. Esa es la diferencia. Esa es la despedida con permanencia asegurada. ¡Señor, qué lindo es saber y creer en esto! Estás en todo lugar y en todo momento. El cielo está en mi vida no cuando estoy en un lugar en especial, aunque a veces ayuda, sino cuando creo que Jesús está donde yo estoy. Si Jesús es la Cabeza y nosotros su Cuerpo y él está «en el cielo» junto a su Padre, quiere decir que cada uno de nosotros está también de algún modo «en el cielo». Si estamos en el Camino, dijimos alguna vez, ya estamos un poco, por lo menos con el corazón, en el final del Camino porque nuestro corazón quiere ir hacia allá.
El cielo comenzó a estar en la tierra desde que Jesús vino a tocarla, a pisarla, a estar con nosotros y la tierra está «en el cielo» desde que Jesús ascendió y nos llevó a todos con él. ¿Creemos en esto? Él ascendió a los «cielos» para estar a la derecha del Padre, para ser Señor del Cielo y de la Tierra, de todo lo visible y lo invisible. El Padre lo premió por haber hecho su voluntad.
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