2023-06-12 02:57:17
Comentario Mateo 5, 1-12:
Buen día, buen lunes. Empezamos una buena semana de la mano de la Palabra de Dios. ¡Qué alegría, qué bien nos hace! A levantar la cabeza y el corazón una vez más que todavía nos falta mucho, nadie sabe cuándo le puede llegar el momento, pero podríamos decir que no falta mucho; falta lo que Dios quiera. Cada vez que voy a un hospital a dar una unción de los enfermos, cuando hay una persona que está en agonía, siempre pienso en eso, que en realidad no sabemos ni el día ni la hora, solamente tenemos que estar preparados. No hay mejor manera que estar preparados que escuchar la Palabra de Dios, que estar atentos.
El escuchar la Palabra de Dios, el escuchar a los otros, nos hace de alguna manera estar atentos a lo que el Señor nos dice, a lo que el Señor nos muestra y eso nos da un corazón muy dispuesto y entregado. Por eso no dejes de escuchar la Palabra de Dios, no dejes de ayudarme, de ayudarnos a todos los que colaboramos con este proyecto de Algo del Evangelio, a seguir transmitiendo la Palabra de Dios. ¿A cuántos lugares llegará? ¿A cuántas lugares llegará? No lo sabemos. ¿A cuántos corazones llegará? No lo sabemos. En este momento, miles y miles escuchando la Palabra de Dios. ¡Qué bien que nos hace!
Y esta semana la comenzamos con el Evangelio de Mateo, el capítulo 5, con las Bienaventuranzas. ¿Te acordás? Esas promesas de felicidad que el Señor nos hace para que nos animemos a seguirlo de una manera especial, de una manera distinta, no de cualquier manera, sino a su modo. Empezamos con las Bienaventuranzas. ¡Qué maravilla! Por eso, qué lindo es empezar estos días así. Jesús se llevó a la multitud y a sus discípulos a la montaña, los sacó de donde estaba, de sus tareas cotidianas para que puedan escucharlos mejor. Nosotros en esta semana intentaremos hacer lo mismo, intentaremos dejarnos llevar por la dulzura de sus palabras. ¡Cómo habrán atraído sus sermones!
Jesús subió a la montaña para que nosotros también aprendamos a subirla, para que salgamos de nosotros mismos, dejemos lo que estamos haciendo y nos sentemos junto a él, como María, ¿te acordás? Esa mujer que se sentó a los pies de Jesús para escuchar la Palabra. Es verdad que en las tareas cotidianas a veces no podemos como quisiéramos y por eso existen los retiros espirituales. Es un momento donde nos podemos apartar. Pero bueno, por ahí no todos podemos hacer esos retiros, pero sí podemos prepararnos en estos días para escuchar las palabras que salen del corazón del Hijo, de un corazón grande maravilloso que siente como hijo, que vivió como hijo y que quiere transmitirnos esas palabras de darnos la vida de los hijos de Dios a cada uno de nosotros. Las Bienaventuranzas son el preámbulo a todo lo que vendrá después, son el corazón del Evangelio, el rostro de Jesús y son, en realidad, como dije, promesas que él nos hace para que podamos vivir como él. Promesas, no mandatos; promesas de Vida eterna, de felicidad. ¿Cómo entender estas promesas tan particulares? ¿Cómo entender estas promesas que lo que menos parecen al comienzo es que nos hablen de felicidad? ¿Cómo comprender que seremos felices si seremos pobres, humildes, podríamos decir también misericordiosos, pacíficos, pacientes, afligidos, que nos dejemos consolar, deseosos de santidad, puros e incluso perseguidos? ¿Cómo explicarle esto a este mundo? Que ser felices, ser poderosos, no necesitar nada, ser perfecto, estrictamente justo, haciendo lo que continuamente se quiere, incluso buscando la propia felicidad a costa de los demás, la verdad que es difícil. No solo le costó a Jesús, le cuesta a la Iglesia, me cuesta a mí, te cuesta a vos. Pero bueno, no renunciamos a intentarlo y hacer el esfuerzo, y subamos la montaña.
Es fácil quedarse abajo y no luchar, es fácil ni siquiera hacer el intento. No lo vamos a lograr hoy, de un día para el otro, por supuesto, pero durante estas semanas iremos lentamente desmenuzando el corazón de Jesús, trabajando de conocerlo más.
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